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domingo, 17 de julio de 2011

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El suelo se seca, las llanuras y los valles de los ríos se repueblan
Oro en abundancia llega desde las Tierras Más Allá de los Mares
Anu y su esposa Antu llegan en una visita memorable
Rememorando, los líderes se dan cuenta de que son marionetas del Destino Los líderes asignan tres regiones
de civilización para la Humanidad
Indultado por Anu al partir, Marduk mantiene su rebeldía La Primera Región y las instalaciones espaciales son
tierras Enlilitas La primera civilización del Hombre comienza en la Primera Región (Sumer)
Marduk usurpa un lugar para construir una torre de lanzamiento ilícita Frustrado por los Enlilitas, Marduk se
apodera de la Segunda Región
Depone y exilia a Ningishzidda (Thot) a tierras lejanas
Se declara a sí mismo Ra, dios supremo, en una nueva religión
Da inicio a los reinados faraónicos para marcar una nueva civilización
Enlil designa a su hijo Ishkur para que proteja las fuentes de metal
A Inanna se le conceden los dominios de la Tercera Región (el Valle del Indo)
Los dioses conceden la realeza, comienzan las guerras
LA DUODÉCIMA TABLILLA
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir. Mientras esperaban su llegada, los
Anunnaki comenzaron a reestablecer sus moradas en el Edin.
Desde las tierras montañosas, donde moraban los descendientes de Sem, las gentes de cabeza negra
emigraron a las tierras de antaño.
Sobre el terreno recién desecado, los Anunnaki les dejaron asentarse, para que proveyeran de alimentos para
todos.
Donde antes del Diluvio se había levantado Eridú, la primera ciudad de Enki, sobre montones de lodo y cieno
se diseñó una nueva Eridú.
En su centro, sobre una plataforma elevada, se construyó una morada para Enki y Ninki,
se la llamó Casa del Señor Cuyo Retorno Es Triunfante; se adornó con oro, plata y metales preciosos que
proporcionaron los hijos de Enki.
Arriba, en un círculo que señalaba hacia el cielo, se plasmaron las doce constelaciones por sus signos.
Abajo, al igual que en el Abzu, fluían las aguas llenas de peces.
En un santuario, un lugar donde no podían entrar los que no eran invitados, Enki guardaba las fórmulas ME.
Para Enlil y Ninlil se fundó una nueva Nibru-ki sobre el lodo y el cieno;
en mitad de las moradas del pueblo, de los rediles
y los establos, se amuralló un recinto sagrado.
En su interior se construyó una morada para Enlil y Ninlil, en siete niveles se elevaba;
una escalinata, que parecía ascender al cielo, llevaba hasta la
plataforma más elevada.
Allí guardaba Enlü sus Tablillas de los Destinos, con sus armas se protegían: el Ojo Elevado que explora las
tierras, el Rayo Elevado que todo lo penetra. En el patio, en su propio recinto, se guardaba el veloz Pájaroceleste
de Enlil.
Mientras se aproximaba la llegada de Anu y Antu, se seleccionó un nuevo lugar para su estancia en el Edin,
que no fuera ni de Enlil ni de Enki.
Unug-ki, el Lugar Encantador, se le llamó. Se plantaron árboles de sombra, y en mitad se construyó una
estructura de un blanco puro, la Casa de Anu. Su exterior se elevaba en siete niveles; su interior era como la
residencia de un rey. Cuando llegó a la Tierra el carro celestial de Anu, las naves celestes de los
Anunnaki se elevaron hacia él; se le dirigió para que aterrizara a salvo en el Lugar de los Carros, en
Tilmun.
Utu, el comandante del Lugar, dio la bienvenida a la Tierra a sus bisabuelos. Los tres hijos de Anu, Enlil, Enki y
Ninharsag estaban allí para recibirles. Se abrazaron y se besaron, rieron y lloraron. ¡Qué larga, qué larga ha
sido la separación! Se decían unos a otros. Se miraban unos a otros, examinando el paso del tiempo: ¡Aunque
mayores en Shars eran los padres, parecían más jóvenes que los hijos! A los dos hijos se les veía viejos y con
barba; Ninharsag, en otro tiempo bella, estaba encorvada y arrugada.
Los cinco estaban cubiertos de lágrimas; se mezclaban las lágrimas de alegría con las lágrimas de pesar.
En naves celestes fueron llevados al Edin los invitados y sus anfitriones, las naves celestes aterrizaron en un
lugar preparado junto a Unug-ki. Todos los Anunnaki que habían quedado en la Tierra estaban de pie como
guardia de honor. ¡Salve y bienvenidos! ¡Salve y bienvenidos!, gritaban al unísono para Anu y Antu.
Después, los Anunnaki acompañaron a los invitados en procesión, cantando y tocando música, hasta la Casa
de Anu.
En la Casa de Anu, Anu se lavó y descansó, más tarde se perfumó y se vistió;
Antu fue escoltada por las mujeres Anunnaki hasta la Casa del Lecho Dorado;
en un patio abierto, mientras la brisa de la tarde hacía crujir las hojas de los árboles,
Anu y Antu se sentaron sobre tronos. Flanqueándoles estaban Enlil, Enki y Ninharsag.
Los asistentes, Terrestres que iban completamente desnudos, sirvieron vino y buen aceite;
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otros, en un rincón del patio, estaban asando al fuego un toro y un carnero, regalos de Enlil y Enki.
Se preparó un gran banquete para Anu y Antu, se esperaba la señal en los cielos para comenzar.
Siguiendo las instrucciones de Enlil, Zumul, que estaba instruido en materia de estrellas y planetas,
ascendió los niveles de la Casa de Anu para anunciar la aparición de los planetas en la noche.
En el primer nivel apareció Kishar en los cielos orientales, Lahamu se vio en el segundo nivel,
Mummu se anunció en el tercer nivel, Anshar surgió en el cuarto nivel, Lahmu se vio en el quinto nivel, la Luna
se anunció desde el sexto nivel.
Después, a una señal de Zumul, se empezó a cantar el himno El Planeta de Anu se Eleva en los Cielos,
pues, desde el nivel más alto, el séptimo, se divisó al rojizo Nibiru.
Los Anunnaki daban palmas y bailaban con la música, danzaban y cantaban con la música;
cantaban a aquél que aumenta en brillo, al planeta celestial del señor Anu. A una señal se encendió una
hoguera, viéndose de lugar en lugar se encendieron más hogueras:
¡antes de que terminara la noche, toda la tierra del Edin estaba encendida con hogueras!
Tras la comida de carne de toro y carne de carnero, de pescado y de caza, acompañada de vino y cerveza,
se les acompañó a Anu y a Antu a sus dependencias para que pasaran la noche; Anu y Antu dieron las gracias
a todos los Anunnaki.
Durante varios días y noches de la Tierra, Anu y Antu durmieron; al sexto
día, Anu llamó a sus dos hijos y a su hija. Escuchó sus relatos de lo acontecido en la Tierra, supo de la paz
y de la
guerra.
Anu supo de cómo los Terrestres, que tenían que haber sido aniquilados por el juramento de Enlil, habían
proliferado de nuevo;
Enlil le reveló el descubrimiento de oro en la tierra más allá de los océanos y el lugar del carro que había allí.
Fue entonces cuando Enki le contó a su padre lo del sueño y la tablilla de
Galzu.
Anu quedó enormemente desconcertado con esto: ¡Nunca envié a la Tierra a un emisario secreto con ese
nombre! Así dijo Anu a los tres líderes. Enki y Enlil estaban desconcertados, se miraron perplejos uno a otro.
¡Debido a Galzu se salvaron Ziusudra y la simiente de vida!, dijo Enki. ¡Debido a Galzu nos hemos quedado en
la Tierra!, dijo Enlil a su padre. El día que volváis a Nibiru moriréis, nos dijo Galzu. Incrédulo de esto estaba
Anu; ¡el cambio de ciclos, ciertamente, causaba
estragos, pero se podía curar con elixires! ¿De quién era emisario Galzu, si no era tuyo?, dijeron al unísono
Enki
y Enlil.
¿Quién había querido salvar a los Terrestres, quién hizo que nos quedáramos en la Tierra?
Ninharsag movió la cabeza lentamente: ¡Galzu apareció por el Creador de
Todo!
¡La creación de los Terrestres también estaba destinada, de eso debo maravillarme! Durante un rato,
guardaron silencio los cuatro; cada uno rememoró en su
corazón acontecimientos del pasado. ¡Mientras nosotros decretábamos hados, la mano del destino dirigía
cada
paso! Así dijo Anu. La voluntad del Creador de Todo es evidente: En la Tierra y para los
Terrestres, sólo emisarios somos. ¡La Tierra pertenece a los Terrestres, se nos ha utilizado para
preservarlos
y para hacerles avanzar! ¡Si ésa es nuestra misión aquí, actuemos de acuerdo con ello! Así dijo Enki.
Los grandes Anunnaki que decretan los hados intercambiaron consejos en lo referente a las tierras:
los Grandes Anunnaki decidieron crear regiones civilizadas, para proporcionar en ellas conocimientos a la
Humanidad;
fundar Ciudades de Hombre, crear en ellas recintos sagrados como morada para los Anunnaki;
establecer la realeza en la Tierra, al igual que en Nibiru, dar corona y cetro a un hombre escogido;
transmitir a través de él la palabra de los Anunnaki al pueblo, hacer cumplir el trabajo y la destreza;
establecer en los recintos sagrados un sacerdocio, para servir y dar culto a los Anunnaki como señores nobles.
Enseñar los conocimientos secretos, transmitir la civilización a la Humanidad.
Los Anunnaki resolvieron crear cuatro regiones, tres para la Humanidad, una restringida:
establecer la primera región en la antigua tierra del Edin, bajo el dominio de Enlil y sus hijos;
para seguir después con la segunda región en la Tierra de los Dos Estrechos, para que la señorearan Enki y
sus hijos;
la tercera región se le concedió a Inanna en una tierra distante, para que no se mezclara con las otras dos;
la cuarta región, consagrada sólo para los Anunnaki, sería la península del Lugar de los Carros.
Viene ahora el relato del viaje de Anu a las tierras de más allá de los océanos,
y de cómo en la Primera Región se reestablecieron ciudades para los Anunnaki.
Habiendo tomado las decisiones acerca de las cuatro regiones y de las civilizaciones de la Humanidad,
Anu preguntó por su nieto Marduk. ¡Debo verle de nuevo!, dijo Anu a los líderes.
¡Si yo mismo causé la cólera de Marduk al invitar a Dumuzi y a Ningi-shzidda a Nibiru!
se preguntaba Anu; deseaba reconsiderar el castigo de Marduk.
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¡Cuando hagas tu viaje a las tierras de más allá de los océanos, se le dirá
a Marduk que se encuentre contigo! ¡La tierra por donde vaga está en aquellas partes de la Tierra! Así dijo
Enlil
a Anu.
Antes de que la pareja real fuera a las tierras distantes, Anu y Antu inspeccionaron el Edin y sus tierras;
visitaron Eridú y Nibru-ki, vieron dónde se habían planeado las ciudades
de la primera región.
En Eridú, Enlil se quejó de Enki: ¡Enki guarda para sí las fórmulas ME! Anu, sentado en el asiento de honor,
dijo palabras de alabanza a Enki: Mi hijo construyó una magnífica casa para sí, hermosamente sobre una
plataforma está elevada.
Enki dará grandes conocimientos a las gentes que rodean y sirven a la Casa; ¡ahora, los conocimientos que se
guardan en secreto en los MEs, deben ser
compartidos con los demás Anunnaki!
Enki se sintió violento; le prometió a Anu compartir con todos las fórmulas divinas. En los días posteriores, Anu
y Antu inspeccionaron las otras regiones en
naves celestes. Después, en el decimoséptimo día, la pareja real volvió a Unug-ki para
descansar una noche más. A la mañana siguiente, cuando los Anunnaki más jóvenes llegaron ante
Anu y Antu para ser bendecidos,
Anu se encariñó de su bisnieta Inanna; la estrechó, la abrazó y la besó. ¡Ténganse en cuenta todas mis
palabras!, anunció a los congregados: ¡Este lugar, después de que nos vayamos, désele a Inanna como dote,
sea mi presente para Inanna la nave celeste en la cual hemos inspeccionado la Tierra! Con regocijo, Inanna se
puso a bailar y a cantar, sus alabanzas a Anu se
llegarían a cantar como himnos con el paso del tiempo. Después, despidiéndose de los Anunnaki, Anu y
Antu partieron hacia las
tierras de más allá de los océanos;
Enlil y Enki, Ninurta e Ishkur, fueron con ellos a la tierra dorada. Para impresionar a Anu, el rey, con las
grandes riquezas de oro, Ninurta construyó para Anu y Antu una morada;
sus bloques de piedra, tallados a la perfección, estaban cubiertos por dentro de oro puro.
¡Un recinto dorado, con flores de cornalina tallada, esperaba a la pareja real!
A orillas de un gran lago de montaña se erigió la morada.
Se les mostró a los visitantes cómo se recogían las pepitas de oro;
¡Aquí hay oro suficiente para muchos Shars venideros!, dijo Anu satisfecho.
En un lugar cercano, Ninurta les mostró a Anu y a Antu un montículo artificial,
Ninurta explicaba cómo se había hecho un lugar para fundir y refínar metales.
Les mostró cómo se extraía un nuevo metal de las piedras: Anak, Anunnaki-hecho, lo llamó,
les mostró cómo, al combinarlo con el abundante cobre, había inventado un fuerte metal.
En el gran lago, desde cuyas costas llegan los metales, Anu y Antu navegaron;
el Lago de Anak lo llamó Anu, a partir de entonces fue su nombre.
Después, desde las tierras del norte, tierras donde se cazaban grandes bestias con cuernos,
vino Marduk ante su padre Enki y su abuelo Anu; Nabu, su hijo, estaba con él.
Cuando Enki preguntó por Sarpanit, Marduk les habló con pesar de su muerte.
¡Ahora, sólo Nabu queda conmigo!, dijo Marduk a su padre y a su abuelo.
Anu estrechó contra su pecho a Marduk: ¡Suficiente has sido castigado!, le dijo;
poniendo la mano derecha en la cabeza de Marduk, Anu bendijo a Marduk para ser perdonado.
Desde el lugar dorado, arriba en las montañas, todos los que se habían reunido fueron hasta la llanura de
abajo.
Allí, extendiéndose hasta el horizonte, Ninurta había preparado un nuevo lugar para los carros.
El carro celestial de Anu y Antu estaba allí preparado, cargado hasta los topes de oro.
Cuando llegó la hora de partir, Anu dijo a sus hijos palabras de despedida y de guía:
¡Sea lo que sea lo que el Destino pretende de la Tierra y de los Terrestres,
dejad que así sea!
Si el Hombre, y no los Anunnaki, está destinado a heredar la Tierra, ayudemos al destino. Dadle el
conocimiento a la Humanidad, enseñadles hasta cierta medida los
secretos del cielo y de la Tierra,
enseñadles leyes de justicia y rectitud, ¡luego partid e iros! Estas instrucciones dio, fraternalmente, Anu a
sus hijos. Una vez más se estrecharon, se abrazaron y se besaron, y desde el nuevo
lugar de los carros Anu y Antu partieron hacia Nibiru. El primero en romper el pesaroso silencio fue Marduk; sus
palabras llevaban ira:
¿Qué es este nuevo Lugar de los Carros Celestiales?, exigió una explicación de los demás.
¿Qué ha ocurrido después de mi exilio sin mi conocimiento? Cuando Enki le habló a Marduk de las decisiones
de las cuatro regiones, la furia de Marduk no conoció límites: ¿Por qué ha de tener Inanna, causante de la
muerte de Dumuzi, su propia región? ¡Las decisiones han sido tomadas, no se pueden alterar! Así le dijo Enlil
a Marduk.
Volvieron al Edin y a las tierras adyacentes en naves celestes separadas;
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Presintiendo problemas, Enlil dio instrucciones a Ishkur para que se quedara atrás, para vigilar el oro.
Para conmemorar la visita de Anu, se introdujo una nueva cuenta del paso
del tiempo: por años de la Tierra, no por Shars de Nibiru, para contar lo que sucediera
en la Tierra.
En la Era del Toro, dedicada a Enlil, comenzó la cuenta de años de la Tierra.
Cuando los líderes regresaron al Edin, el lugar de la primera región civilizada,
los Anunnaki les enseñaron a los Terrestres cómo hacer ladrillos con el
barro, para con ellos construir ciudades. Pero donde una vez sólo se habían levantado las ciudades de los
Anunnaki,
se levantaron ahora ciudades tanto para ellos como para los Terrestres, en las nuevas ciudades se
consagraron recintos sagrados para los grandes Anunnaki,
en ellas, se les proporcionó a los Anunnaki nobles moradas, a las que la
Humanidad llamó Templos;
en ellos, se servía y se daba culto a los Anunnaki como Señores Nobles, se les honraba con rango-números, la
línea sucesoria a la Humanidad
hicieron saber:
Anu, el celestial, tenía el rango de sesenta, a Enlil se le dio el rango de cincuenta,
a Ninurta, su hijo principal, Enlil le concedió el mismo rango. El siguiente en la sucesión era el señor Enki,
sostenía el rango de cuarenta; a Nannar, el hijo de Enlil y Ninlil, se le asignó el rango de treinta. A su hijo y
sucesor, Utu, le tocó el rango de veinte; al resto de los hijos de los líderes Anunnaki se les concedió el rangonúmero
de diez. Los rangos de los cincos se compartieron entre las mujeres Anunnaki y las
esposas.
Después de que se terminaran Eridú y Nibru-ki y sus morada-templos, se construyó en Lagash el recinto del
Girsu para Ninurta, allí se guardaba
su Pájaro-celeste Negro. Eninnu, Casa de Cincuenta, se le puso por nombre a la morada-templo de
Ninurta y Bau, su esposa; El Cazador Supremo y el Golpeador Supremo, armas que le regalara Anu,
protegían el Eninnu. Donde había estado Sippar antes del Diluvio, encima del suelo-barro, Utu
fundó una nueva Sippar. En el Ebabbar, la Casa Brillante, se levantó una morada para Utu y su
esposa Aya;
desde allí, Utu promulgó leyes de justicia para la Humanidad. Donde a causa del lodo-cieno no se pudieron
seguir los planos de antaño,
se eligieron nuevos emplazamientos. Adab, un emplazamiento no distante de Shurubak, se convirtió en el
nuevo
centro de Ninharsag. Allí, su morada-templo recibió el nombre de la Casa del Socorro y del
Conocimiento Sanador;
en su santuario guardó Ninharsag los MEs de cómo se había creado a los Terrestres.
A Nannar se le proporcionó una ciudad con rectas calles, canales y muelles; Urim era su nombre,
a su morada-templo se le llamó Casa de la Simiente del Trono, reflejaba los rayos de la Luna sobre sus tierras.
Ishkur volvió a las tierras montañosas del norte, su morada se llamó la Casa de las Siete Tormentas;
Inanna residió en Unug-ki, vivía en la morada que Anu le había regalado.
Marduk y Nabu vivieron en Eridú, en el Edin no tenían sus propias moradas.
Viene ahora el relato de la primera Ciudad de los Hombres y de la realeza
en la Tierra, y de cómo Marduk tramó construir una torre y de donde Inanna robó los
MEs.
En la Primera Región, en las tierras del Edin y en las ciudades con recintos, sus señores Anunnaki enseñaban
trabajos y oficios a los Terrestres. No mucho después se irrigaron los campos, pronto las embarcaciones
navegaron por canales y ríos;
rediles y graneros estaban rebosantes, la prosperidad henchía la tierra. Ki-Engi, Tierra de los Nobles Vigilantes,
se llamó a la Primera Región. Después, se decidió dejar que las gentes de cabeza negra tuviera una ciudad
para ellos mismos;
Kishi, Ciudad Cetro, se llamó, en Kishi comenzó la realeza del Hombre. Allí, en terreno consagrado, Anu y Enlil
implantaron el Objeto Brillante
Celestial.
En él, Ninurta designó al primer rey, Hombre Poderoso fue su título real. Para hacerlo centro de la Humanidad
Civilizada, Ninurta viajó a Eridú para obtener de Enki las tablillas ME que conservaban las fórmulas divinas
para la realeza. Con el atuendo adecuado, Ninurta entró en Eridú con respeto, preguntó por
los ME de la realeza:
Enki, el señor que salvaguarda todos los MEs, concedió a Ninurta cincuenta MEs. En Kishi, se les enseñó a las
gentes de cabeza negra a calcular con números,
La celestial Nisaba les enseñó a escribir, la celestial Ninkashi les mostró cómo hacer cerveza.
En Kishi, dirigidos por Ninurta, proliferó el trabajo del horno y la herrería carretas con ruedas, tirados por asnos
machos, se crearon hábilmente en Kishi.
En Kishi se promulgaron leyes de justicia y de recta conducta.
Fue en Kishi donde el pueblo compuso himnos de alabanza a Ninurta:
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de sus heroicas hazañas y victorias cantaban, de su terrorífico Pájaro Negro cantaban,
de cómo había sometido a los bisontes en tierras lejanas, cómo había encontrado el metal blanco para
mezclarlo con el cobre.
Fue un tiempo glorioso para Ninurta, con la Constelación del Arquero se le honró.
Mientras tanto, Inanna esperaba su señorío en la Tercera Región, Mientras tanto, exigía de los líderes sus
dominios.
¡La Tercera Región vendrá después de la segunda!, le aseguraban los líderes.
Después de ver cómo Ninurta había ido a Eridú, cómo había obtenido el ME de la realeza,
Inanna urdió un plan en su corazón, tramó la obtención del ME de Enki.
Envió a su doncella de cámara Ninshubur a Eridú, para anunciar una visita de Inanna.
Al oír esto, Enki dio rápidamente instrucciones a Isimud, su mayordomo: La doncella, completamente sola,
dirige sus pasos hasta mi ciudad de Eridú, Cuando llegue, completamente sola, hazla entrar en mis cámaras
interiores.
Ponle agua fría para que refresque su corazón, dale pasteles de cebada con mantequilla,
¡prepara vino dulce, llena vasijas de cerveza hasta el borde!
Cuando Inanna entró sola en la morada de Enki, Isimud siguió las órdenes de Enki;
después, cuando Enki recibió a Inanna, se vio abrumado por la belleza de Inanna:
Inanna iba engalanada con joyas, a través de su fino vestido se revelaba su
cuerpo;
Cuando se inclinaba, Enki admiraba completamente su vulva.
Bebieron vino dulce de las copas de vino, compitieron en beber cerveza. ¡Enséñame los MEs!, le dijo Inanna a
Enki jugueteando, ¡Deja que sostenga un ME en mi mano! Siete veces en el transcurso de la competición Enki
le dejó sostener MEs
a Inanna,
las fórmulas divinas del señorío y la realeza, del sacerdocio y la escribanía, Enki le dejó sostener a Inanna los
MEs del atuendo amoroso y de la guerra; de la música y el canto, del trabajo de la madera, los metales y las
piedras
preciosas, los noventa y cuatro MEs necesarios para los reinos civilizados le dio Enki
a Inanna. Sujetando con fuerza sus premios, Inanna se escabulló del adormilado
Enki; se apresuró en llegar a su Barco del Cielo, dio instrucciones de elevarse
y alejarse a su piloto. Cuando Isimud despertó a Enki de su sueño, ¡Prende a Inanna!, le dijo
a Isimud. Cuando Enki oyó de Isimud que Inanna ya había partido en su Barco del
Cielo,
dio instrucciones a Isimud para que persiguiera a Inanna en la nave celeste de Enki. ¡Tienes que recuperar
todos los MEs!, le dijo.
Isimud interceptó el Barco del Cielo de Inanna en las cercanías de Unug-ki,
la hizo volver a Eridú y enfrentarse a la ira de Enki.
Pero cuando Inanna fue llevada de vuelta a Eridú, los MEs no estaban con
ella: se los había dado a su doncella de cámara, Ninshubur, a la Casa de Anu en
Unug-ki se los había llevado Ninshubur. ¡En nombre de mi poder, en nombre de mi padre Anu, te ordeno
que me
devuelvas los MEs!
Así le habló Enki, enfurecido, a Inanna; en su morada la tuvo cautiva. Cuando oyó esto, Enlil fue a Eridú a
enfrentarse con su hermano. ¡En justicia he obtenido los MEs, el mismo Enki los puso en mis manos! Así le dijo
Inanna a Enlil; verdad que Enki admitió sumisamente. ¡Cuando llegue a su fin el tiempo de Kishi, la realeza
pasará a Unug-ki-» declaró Enlil.
Cuando Marduk oyó todo esto, se enfureció enormemente, su ira no conoció límites.
¡Suficiente ha sido mi humillación!, le gritó Marduk a su padre Enki.
Inmediatamente, exigió de Enlil una ciudad sagrada para sí mismo en el Edin.
Pero Enlil no tuvo en cuenta la petición de Marduk, y Marduk tomó en sus propias manos el hado.
Consideró un lugar que había sido seleccionado para la llegada de Anu, antes de que se decidieran por Unugki,
llamó a Nabu, a los Igigi y a sus descendientes desde sus tierras dispersas, ¡para fundar una ciudad sagrada
para Marduk, un lugar para naves celestes!
Cuando sus seguidores reunidos en el lugar no encontraron piedras con las que construir,
Marduk les mostró cómo hacer ladrillos y cocerlos al fuego, para que sirvieran como piedras;
con todo esto, empezaron a construir una torre cuya cima pudiera alcanzar los cielos.
Enlil se apresuró en ir al lugar para frustrar el plan, intentó aplacar a Marduk con palabras de calma;
pero no consiguió detener a Marduk y a Nabu en su empresa.
Enlil reunió a sus hijos y nietos en Nibru-ki; consideraron todos qué podían hacer.
¡Marduk está construyendo un Pórtico al Cielo no permitido, se lo está confiando a los Terrestres!
Así dijo Enlil a sus hijos y nietos.
¡Si permitimos que esto ocurra, nada de cuanto se proponga la Humanidad dejará de alcanzarlo!
¡Hay que detener este malvado plan!, dijo Ninurta; todos coincidieron en ello.
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Era de noche cuando, desde Nibru-ki, llegaron los Anunnaki enlilitas,
desde sus naves celestes dejaron caer sobre la torre en construcción fuego y azufre;
a la torre y a todo el campamento dieron fin por completo. Entonces, Enlil decidió dispersar al líder y a sus
seguidores, Enlil decretó confundir sus consejos en lo sucesivo, destruir su unidad:
Hasta ahora, todos los Terrestres tenían un solo lenguaje, en una única lengua hablan.
¡En lo sucesivo confundiré su lenguaje, para que no se comprendan entre sí!
Todo esto sucedió en el año trescientos diez desde que comenzara la cuenta de los años de la Tierra:
en cada región y en cada tierra hizo hablar a la gente en lenguas diferentes,
después le dio a cada pueblo una forma diferente de escritura, para que no se pudieran comprender unos a
otros.
Veintitrés reyes reinaron en Kishi, durante cuatrocientos ocho años fue la Ciudad del Cetro;
también fue en Kishi que un amado rey, Etana, fue llevado a un viaje
celestial.
¡Que en el tiempo asignado se transfiera la realeza a Unug-ki! Así lo decretó Enlil.
Hasta su suelo se transfirió el Objeto Brillante Celestial desde Kishi. Cuando se le anunció al pueblo la
decisión, le cantaron a Inanna un himno
de exaltación:
Dama de los MEs, Reina, brillante resplandeciente, justa, vestida radiante, amada del cielo y la Tierra; por el
amor de Anu consagrada, portadora de grandes adoraciones, siete veces obtuvo los MEs, en su mano los
sostiene. Destinados para la tiara de la realeza, adecuados para el sumo sacerdocio, ¡Dama de los grandes
MEs, de ellos es la guardiana! En el año cuatrocientos nueve desde que comenzara la cuenta de los años
de la Tierra,
se transfirió a Unug-ki la realeza de la Pimera Región; ¡su primer rey fue el sumo sacerdote de la moradatemplo
del Eanna, hijo
de Utu era!
En cuanto a Marduk, se fue a la Tierra de los Dos Estrechos, esperaba ser el señor de la Segunda Región, una
vez se estableciera.
Viene ahora el relato de cómo se establecieron la Segunda y la Tercera Regiones,
y de cómo Ningishzidda fue exiliado y Unug-ki amenazó a Aratta.
Cuando Marduk, tras una larga ausencia, volvió a la Tierra de los Dos Estrechos,
encontró allí a Ningishzidda como su señor, su Noble Señor era Ningishzidda.
Ningishzidda supervisaba las tierras con la ayuda de los descendientes de los Anunnaki que se habían casado
con Terrestres,
lo que una vez Marduk había planeado e instruido, Ningishzidda lo había revocado.
¿Qué es lo que ha pasado?, exigió saber Marduk.
Marduk acusó a Ningishzidda de la destrucción de lo oculto,
de hacer partir a Horon a un lugar desierto, un lugar que no tiene agua,
¡un lugar sin límites donde no disfrutaba de placeres sexuales!
Los dos hermanos montaron un alboroto, se embarcaron en una amarga disputa.
¡Presta atención, aquí estoy en mi propio lugar!, le dijo Marduk a Ningishzidda.
Tú me has quitado mi sitio; de ahora en adelante, sólo serás un ayudante mío.
¡Pero si te sientes inclinado hacia la rebelión, a otra tierra tendrás que largarte!
Durante trescientos cincuenta años de la Tierra, estuvieron peleando los hermanos en la Tierra de los Dos
Estrechos,
Durante trescientos cincuenta años, estuvo la tierra en el caos, hubo diferencias entre los hermanos;
Entonces, Enki, el padre de ambos, le dijo a Ningishzidda: ¡Por el bien de la paz, parte a otras tierras!
Ningishzidda optó por ir a una tierra de más allá de los océanos, con un
grupo de seguidores se fue allí.
Seiscientos cincuenta años de la Tierra era en ese momento la cuenta, pero en los nuevos dominios, donde a
Ningishzidda se le llamó la
Serpiente Alada, comenzó una nueva cuenta propia.
En la Tierra de los Dos Estrechos se estableció la Segunda Región bajo el señorío de Marduk;
en los anales de la Primera Región se le llamó Magan, Tierra del Río de las Cascadas.
Pero, para la gente de la Segunda Región, cuando las lenguas se confundieron,
se le llamó a partir de entonces Hem-Ta, la Tierra Marrón Oscura. En la nueva lengua se les llamó a los
Anunnaki Neteru, los Vigilantes
Guardianes. Marduk fue adorado como Ra, el Brillante; a Enki se le veneró como Ptah,
el Constructor.
A Ningishzidda se le renombró como Tehuti, el Medidor Divino; para borrar su memoria, Ra sustituyó su
imagen en el León de Piedra por
la de su hijo Asar. Ra hizo que el pueblo contara por dieces, no por sesenta; también dividió
el año en dieces,
sustituyó la observación de la Luna por la observación del Sol. Mientras bajo el señorío de Tehuti se
reestablecieron las antiguas Ciudad
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del Norte y Ciudad del Sur, Marduk/Ra unió en una sola Ciudad de la Corona las dos tierras, la del
Norte y la del Sur. Un rey, un descendiente de Neteru y Terrestre, designó allí; Mena fue su
nombre. Donde las dos tierras se encuentran y el gran río divide, Ra fundó una
Ciudad del Cetro. Le dio esplendor para sobrepasar a Kishi, en la Primera Región, se le llamó
Mena-Nefer, la Belleza de Mena. Para honrar a sus mayores, Ra construyó una ciudad sagrada, para honrar
al rey de Nibiru la llamó Annu;
allí, sobre una plataforma, erigió una morada-templo para su padre Enki-Ptah, su ápice, dentro de una alta
torre, salía hacia el cielo como un cohete afilado. En su santuario, Ra depositó la parte superior de su Barcaza
Celestial, se
le llamó Ben-Ben; era aquélla en la cual había viajado desde el Planeta de los Innumerables
Años. En el día de Año Nuevo, el rey realizaba las ceremonias como Sumo
Sacerdote, únicamente en ese día, entraba solo en la profunda Sala de la Estrella, ante
el Ben-Ben ponía las ofrendas. Para beneficiar a la Segunda Región, Ptah le dio a Ra todo tipo de MEs.
¿Qué sé yo que tú no sepas?, le preguntó el padre a su hijo. Le dio a Ra todo tipo de conocimientos, salvo el
de revivir a los muertos. Como un Grande de los Doce Celestiales, Ptah le asignó a Ra la constelación del
signo del Carnero.
Ptah reguló el flujo del agua del Hapi, el gran río del país, para Ra y su pueblo,
no tardó en llegar la abundancia a los fértiles suelos, hombres y ganados se multiplicaron.
Los líderes se animaron con el éxito de la Segunda Región; procedieron a establecer la Tercera Región.
Decretaron hacerla dominio de Inanna, tal como se le había prometido.
Como corresponde a la señora de una región, se le asignó una constelación celestial:
previamente, junto con su hermano Utu, compartía la Estación de los Gemelos,
a partir de entonces, como regalo de Ninharsag, su propia Constelación de la Doncella se le asignó a Inanna;
en el año ochocientos sesenta, según la cuenta de los años de la Tierra, se honró así a Inanna.
Lejos, en las tierras orientales, más allá de las siete cadenas montañosas, estaba la Tercera Región;
Zamush, Tierra de las Sesenta Piedras Preciosas, se le llamó a su reino de las tierras altas.
Aratta, el Reino Arbolado, estaba ubicado en el valle de un gran río sinuoso; en la gran llanura, la gente
cultivaba cereales y pastoreaba el ganado.
También se construyeron dos ciudades con ladrillos de barro, las llenaron de graneros.
Como exigía el decreto de Enlil, el Señor Enki, Señor de la Sabiduría,
diseñó una nueva lengua para la Tercera Región, un nuevo tipo de signos de escritura elaboró para ella,
en su sabiduría, Enki creó para Aratta una lengua de hombre hasta entonces desconocida;
pero Enki no dio los MEs de los reinos civilizados a la Tercera Región: ¡Que Inanna comparta con la nueva
región lo que obtuvo para Unug-ki!, declaró Enki.
En Aratta, Inanna designó un pastor-jefe, era parecido a su amado Dumuzi.
Inanna viajaba en su nave celeste de Unug-ki a Aratta, volaba sobre montañas y valles.
Tenía en mucha estima las piedras preciosas de Zamush, llevaba con ella lapislázuli puro hasta Unug-ki.
En aquel tiempo, el rey en Unug-ki era Enmerkar, era el segundo en reinar allí;
fue él el que expandió las fronteras de Unug-ki, por sus glorias se exaltó
a Inanna.
Fue él el que codiciaba la riqueza de Aratta, tramó conseguir la supremacía sobre Aratta. Enmerkar despachó
hacia Aratta a un emisario para exigir las riquezas de
Aratta como tributo. Sobre las siete cadenas montañosas, cruzando tierra resecas y, después,
empapado por las lluvias, el emisario fue hasta Aratta, le repitió palabra por palabra al rey de Aratta las
exigentes palabras de
Enmerkar. El rey de Aratta era incapaz de entender su lengua; le sonaba igual que el
rebuzno de un burro.
El rey de Aratta le dio al emisario un cetro de madera en el que había inscrito un mensaje.
El mensaje del rey pedía que Unug-ki compartiera con Aratta los MEs, como regalo real para Unug-ki se
cargaron muchos burros con cereales,
fueron con el emisario hasta Unug-ki. Cuando Enmerkar recibió el cetro inscrito, nadie comprendió su
mensaje
en Unug-ki.
Lo llevó de la luz a la sombra, lo llevó de la sombra a la luz; ¿Qué clase de madera es ésta?, preguntó.
Después, ordenó que la plantaran en el jardín. Pasaron cinco años, pasaron diez años, del cetro creció un
árbol, era un
árbol de sombra.
¿Qué hago?, le preguntó el frustrado Enmerkar a su abuelo Utu. Utu intercedió con la celestial Nisaba, señora
de los escribas y de la escritura.
Nisaba enseñó a Enmerkar a inscribir su mensaje en una tablilla de arcilla, era en la lengua de Aratta;
El mensaje se entregó por mano de su hijo Banda: ¡Sumisión o guerra!, decía.
¡Inanna no abandonó Aratta, Aratta no se someterá a Unug-ki!, dijo el rey de Aratta.
¡Si Unug-ki desea la guerra, que se encuentren un guerrero y un guerrero! ¡Mejor aún, intercambiemos tesoros
pacíficamente; que Unug-ki dé sus MEs a cambio de las riquezas de Aratta!
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En el camino de vuelta, portando el mensaje de paz, Banda cayó enfermo; su espíritu le dejó.
Sus camaradas le levantaron el cuello, estaba sin aliento de vida;
en el Monte Hurum, en el camino de Aratta, Banda fue abandonado a su muerte,
Unug-ki no recibió las riquezas de Aratta, Aratta no obtuvo los MEs de Unug-ki;
en la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo.
Sinopsis de la Tablilla Decimotercera
Surgen ciudades reales con recintos sagrados para los dioses Los semidioses sirven como reyes y sacerdotes
en palacios y templos Marduk promete a sus reales seguidores una vida eterna en el Más Allá
En Sumer, Inanna estimula la creencia en la Resurrección
Augurios celestiales y oráculos predictorios ganan partidarios
Marduk proclama la llegada de la Era del Carnero como su signo
Ningishzidda construye observatorios de piedra para mostrar lo contrario
Insurrecciones, guerras e invasiones desestabilizan las tierras enlilitas El emisario misterioso se le aparece a
Enlil, le predice una calamidad Da instrucciones a Enlil para que seleccione a un Hombre Digno que lidere la
supervivencia
Enlil elige a Ibruum, vastago de una familia real sacerdotal Los ejércitos puestos en pie por Nabu intentan
hacerse con el control del espaciopuerto
Desautorizando a Enki, los dioses recurren a las Armas de Terror Ninurta y Nergal arrasan el espaciopuerto y
las ciudades pecadoras La deriva de la nube nuclear lleva la muerte a todo en Sumer
El Dios de los Montes y el Hombre Elegido
LA DECIMOTERCERA TABLILLA
En la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo; Inanna desatendió lo que se le había
confiado; en su corazón, codiciaba otros dominios, no los que se le habían concedido. Cuando, en la cuenta de
mil años, se le retiró la realeza a Unug-ki, ¿quién hubiera previsto la calamidad que iba a acontecer al final del
siguiente milenio, quién hubiera prevenido el desastre?
¿Quién podía predecir que, en menos de un tercio de Shar, iba a caer una calamidad desconocida?
Inanna daría inicio al amargo fin; Marduk, como Ra, se enmarañaría con el Destino;
¡Ninurta y Nergal liberarían con sus propias manos el indecible final! ¿Por qué Inanna no se quedó satisfecha
con los dominios que se le habían concedido? ¿Por qué siguió sin perdonar a Marduk?
Viajando entre Unug-ki y Aratta, Inanna no se sentía gratificada, estaba inquieta;
todavía lloraba a su amado Dumuzi, su deseo de amor seguía sin apagarse.
Cuando volaba, veía la imagen trémula de Dumuzi llamándola en los rayos del Sol,
por la noche, se le aparecía en visiones-sueños; ¡Volveré!, le decía.
Él le prometía las glorias de sus dominios en la Tierra de los Dos Estrechos.
En el recinto sagrado de Unug-ki, Inanna estableció una Casa para el Placer Nocturno.
A este Gigunu atraía con engaños y dulces palabras a los jóvenes héroes en la de sus bodas:
les prometía larga vida y un dichoso futuro; ella imaginaba que su amante era Dumuzi.
A la mañana siguiente, a todos se les encontraba muertos en la cama de
Inanna. ¡Fue entonces cuando el héroe Banda, al que se le había dado por muerto,
regresó a Unug-ki vivo! Banda había regresado de entre los muertos por gracia de Utu, de cuya
simiente era.
¡Milagro! ¡Milagro!, gritó Inanna excitada. ¡Mi amado Dumuzi vuelve a mí! En la morada de Inanna se bañó a
Banda, con una faja se le sujetó un
manto con flecos. ¡Dumuzi, amado mío!, le llamó. Lo atrajo hasta su lecho, engalanado con
flores. A la mañana siguiente, cuando vio que Banda estaba vivo, Inanna gritó
alborozada:
¡Se ha puesto en mis manos el poder de no morir, a través mío se ha concedido la inmortalidad!
Después, Inanna decidió llamarse a sí misma diosa, implicaba el Poder de
la Inmortalidad. : Nannar y Ningal, los padres de Inanna, no estaban complacidos con su
proclamación; Enlil y Ninurta quedaron desconcertados con las palabras de Inanna; Utu,
su hermano, quedó pensativo;
¡No es posible revivir a los muertos!, se dijeron entre sí Enki y Ninharsag. En las tierras de Ki-Engi, el pueblo
alababa la buena fortuna que tenían: ¡Los dioses están entre nosotros, ellos pueden abolir la muerte! Así se
decían unos a otros entre el pueblo. Banda sucedió a su padre Enmerkar en el trono de Unug-ki; Lugal,
Hombre Grande, fue su título.
La diosa Ninsun, de la simiente de Enlil, le tomó para que fuera su esposo, el héroe Gilgamesh, hijo de ambos,
siguió a Lugal-Banda en el trono de
Unug-ki. A medida que pasaban los años y Gilgamesh se hacía mayor, él le hablaba
a su madre Ninsun de la vida y la muerte,
se preguntaba sobre la muerte de sus antepasados, a pesar de ser descendientes de los Anunnaki. ¿Los
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dioses mueren?, le preguntó a su madre. ¿También yo, aún siendo en dos terceras partes divino, treparé el
muro como un mortal?, le preguntaba a ella.
¡Mientras vivas en la Tierra, la muerte de un Terrestre te arrollará!, le decía Ninsun a su hijo.
¡Pero si se te lleva a Nibiru, lograrás allí una larga vida! Ninsun le pidió a Utu, el comandante, que se llevara a
Gilgamesh a Nibiru, Incesantemente se lo pidió Ninsun a Utu, un día tras otro se lo rogó: ¡Que vaya Gilgamesh
al Lugar de Aterrizaje!, accedió al fin Utu. Para guiarle y protegerle, Ninharsag elaboró un doble de Gilgamesh.
Enkidu, Como por Enki Creado, se le llamó, no era nacido de vientre, no tenía sangre en sus venas.
Gilgames viajó con su camarada Enkidu hasta el Lugar de Aterrizaje, Utu supervisó su progreso con oráculos;
en la entrada del bosque de cedros, un monstruo que escupía fuego les bloqueó el camino.
Con trucos consiguieron confundir al monstruo, lo rompieron en pedazos. Cuando encontraron la entrada
secreta a los túneles de los Anunnaki, les desafió el Toro del Cielo, una criatura de Enlil de resoplidos mortales.
El monstruo les persiguió hasta las puertas de Unug-ki; Enkidu lo derrotó ante las murallas de la ciudad.
Cuando Enlil oyó esto, lloró en su angustia; sus lamentos se escucharon en los cielos de Anu;
pues en su corazón sabía Enlil: ¡Realmente malo era el augurio!
Enkidu fue castigado a perecer en las aguas por haber dado muerte al Toro del Cielo;
Gilgamesh, por haber sido instruido por Ninsun y Utu, fue absuelto del crimen.
Buscando todavía la larga vida de Nibiru, Utu le permitió a Gilgamesh que entrara en el Lugar de los Carros.
Después de muchas aventuras alcanzó la Tierra de Tilmun, la Cuarta Región;
entró en sus túneles subterráneos, ¡en un jardín de piedras preciosas se encontró con Ziusudra!
Ziusudra le relató a Gilgamesh los acontecimientos del Diluvio, le reveló el secreto de la larga vida:
¡En el manantial del jardín crecía una planta que impedía que envejecieran Ziusudra y su esposa!
Era única entre todas las plantas de la Tierra; un hombre en su pleno vigor
la puede recoger, ¡el Hombre en su Ancianidad Es Joven de Nuevo! Ése es el nombre de la
planta, le dijo Ziusudra a Gilgamesh. ¡Un regalo de Enki, con la bendición de Enlil, se nos concedió en el
Monte de la Salvación!
Cuando Ziusudra y su esposa estaban durmiendo, Gilgamesh se ató piedras a los pies. Se sumergió en el
manantial, tomó y arrancó la planta de Ser Joven de Nuevo.
Con la planta en su bolsa, atravesó precipitadamente los túneles, se encaminó hacia Unug-ki. Cuando estuvo
cansado, se durmió; y una serpiente se vio atraída por la fragancia de la planta. La planta hizo que la serpiente
se aprovechara de que Gilgamesh estaba dormido; con la planta se desvaneció. A la mañana siguiente, al
descubrir su pérdida, Gilgamesh se sentó y se echó a llorar.
Volvió a Unug-ki con las manos vacías, allí murió como un mortal. Después de Gilgamesh reinaron siete reyes
más en Urug-ki; luego, su realeza tocó a su fin;
¡Fue exactamente cuando se completó la cuenta de mil años de la Tierra! La realeza de la Primera Región se
transfirió a Urim, la ciudad de Nannar y Ningal. Marduk tenía muy en cuenta todos los asuntos de lo que
acontecía en las otras Regiones. Ra estaba inquieto con los sueños y las visiones de Inanna que aludían
a los dominios de Dumuzi.
Estaba decidido a contrarrestar los planes de expansión de Inanna; encontró mucho que ponderar en
cuestiones de resurrección e inmortalidad. Le resultaba enormemente atractivo el pensamiento de la divinidad,
¡de modo que se anunció a sí mismo como un gran dios! Ra se enfureció por lo que se le había permitido a
Gilgamesh, en buena medida un Terrestre, pero estimó un camino más hábil con el cual conservar la lealtad de
los reyes y del pueblo:
¡Si a los semidioses se les muestra el pórtico hacia la inmortalidad, que se le aplique a los reyes de mi región!
Así se dijo Marduk, conocido con el nombre de Ra en la Segunda Región: ¡Que los reyes de mi Región que
sean descendientes de Neteru, viajen a Nibiru en la Otra Vida!
Esto decretó Ra en su reino. Les enseñó a los reyes a construir tumbas orientadas al este,
les dictó un largo libro a los escribas-sacerdotes, en él se describía con detalle el viaje a la Otra Vida.
En el libro se contaba cómo llegar al Duat, el Lugar de los Barcos Celestiales,
cómo, desde allí, por medio de una Escalera al Cielo, viajar hasta el Planeta Imperecedero,
de la Planta de la Vida comer, beber hasta la saciedad de las Aguas de la Juventud.
Ra les habló a los sacerdotes de la llegada de los dioses a la Tierra,
¡El oro es el esplendor de la vida!, les dijo. ¡Es la carne de los dioses!, dijo Ra a los reyes.
Dio instrucciones a los reyes para hacer expediciones al Abzu y a los Dominios Inferiores para obtener oro.
Cuando los reyes de Ra conquistaron por la fuerza de las armas tierras que no eran suyas,
invadió los reinos de sus hermanos, hizo nacer y crecer en ellos la ira:
¿Qué está tramando Marduk, se preguntaban los hermanos entre sí, que viene a pisotearnos?
Apelaron a su padre Enki; a Ptah, su padre, Ra no escuchó.
Ra ordenó a los reyes de Magan y Meluhha que capturaran todas las tierras adyacentes,
el plan de su corazón era ser el señor de las Cuatro Regiones.
¡La Tierra es mía, para que la gobierne! Así, inflexiblemente, le habló a sü padre.
Viene ahora el relato de cómo Marduk declaró su propia supremacía y construyó Babili,
y de cómo Inanna, al mando de reyes guerreros, hizo correr la sangre
y permitió sacrilegios. Después de que se transfiriera la realeza desde Unug-ki a Urim, Nannar
y Ningal sonrieron sobre el pueblo. Como correspondía a su Rango de Treinta, a Nannar se le adoraba
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como
dios de la Luna; decretó doce festividades cada año, al igual que el número de meses de la
Luna en un año,
a cada uno de los doce grandes Anunnaki se le dedicó un mes y su festividad. Por toda la Primera Región, a
los dioses Anunnaki, mayores y menores, se les construyeron santuarios y lugares de culto, el pueblo podía
orar
directamente a sus dioses. En la Primera Región, la civilización de Ki-Engi se difundió a las tierras
vecinas, en las Ciudades del Hombre se designó a los gobernantes locales como
Pastores Justos; artesanos y granjeros, pastores y tejedores, intercambiaban sus productos
por todas partes,
se decretaron leyes de justicia, se honraron contratos de comercio, de desposorios y de divorcio.
En las escuelas, los jóvenes estudiaban, los escribas tomaban nota de himnos, proverbios y sabiduría.
Había abundancia y felicidad en las tierras; también había disputas y usurpaciones. Mientras tanto, Inanna
vagaba con su nave celeste de tierra en tierra; cerca
del Mar Superior retozaba con Utu.
Fue a los dominios de su tío Ishkur, Dudu, Amado, le llamaba. Inanna le tomó cariño a las gentes que vivían en
la llanura superior de los
dos ríos;
le resultaba agradable el sonido de su lengua, aprendió a hablar su lenguaje.
Ellos la llamaban por el nombre del planeta Lahamu en su lengua, Ishtar, a su ciudad, Unug-ki, le llamaron
Uruk; Dudu, como Adad, pronunciaban
en su lenguaje.
Sin, Señor de los Oráculos, llamaron a su padre, Nannar; a la ciudad Urim la llamaron Ur.
Shamash, Sol Brillante, llamaron a Utu en su lengua, a él también le adoraban.
A Enlil, le llamaban Padre Elil, Nibru-ki era para ellos Nippur; Ki-Engi, Tierra de los Vigilantes Nobles, fue
llamada en su lenguaje Sumer. En Sumer, la Primera Región, la realeza rotaba entre las ciudades; en la
Segunda Región, Ra no permitía la diversidad, él deseaba reinar solo. ¡El mayor del Cielo, primogénito que
está en la Tierra! Así quería que se le conociera entre los sacerdotes.
¡El principal desde los primeros tiempos! Así decretó que se le llamara en los himnos;
señor de la eternidad, el que ha hecho la eternidad, que preside sobre todos los dioses,
¡Aquél que no tiene igual, el gran solitario y único!
Así se situaba a sí mismo Marduk, como Ra, por encima de todos los demás dioses,
por sí mismo se asignaba sus poderes y atributos:
Soy como Enlil en cuanto a señorío y decretos, como Ninurta en la azada y el combate;
como Adad por el rayo y el trueno, como Nannar por iluminar la noche; como Utu soy Shamash, como Nergal
reino sobre el Mundo Inferior;
como Gibil, conozco las profundidades doradas, de donde cobre y plata vienen;
como Ningishzidda mando sobre los números y su cuenta, ¡los cielos hablan de mi gloria!
Los líderes Anunnaki se alarmaron enormemente con estas proclamas, los hermanos de Marduk hablaron con
su padre Enki, Nergal le transmitió a Ninurta sus preocupaciones.
¿Qué es lo que te pasa?, dijo Enki a su hijo Marduk. ¡Inauditas son tus pretensiones!
¡Los cielos, los cielos hablan de mi supremacía!, le respondió Marduk a su padre Enki.
El Toro del Cielo, signo de la constelación de Enlil, ha sido muerto por su propio descendiente,
en los cielos, la Era del Carnero, mi era, está llegando, ¡los augurios son
inequívocos!
En su morada, en Eridú, Enki examinó el círculo de las doce constelaciones, en el primer día de la primavera,
el comienzo del año, se observó atentamente el amanecer;
aquel día se elevó el sol en las estrellas de la constelación del Toro. En Nibru-ki y en Urim, Enlil y Nannar
hicieron las observaciones, en el Mundo Inferior, donde había estado la Estación de Instrumentos,
Nergal atestiguó los resultados: ¡El tiempo del Carnero todavía es remoto, sigue siendo la Era del Toro de
Enlil! En sus dominios, Marduk no se ablandaba en sus afirmaciones. Nabu le
ayudó, no envió a sus emisarios a los dominios, para anunciar a la gente que su
tiempo había llegado. Los líderes Anunnaki apelaron a Ningishzidda, cómo enseñar al pueblo
a observar los cielos. En su sabiduría, Ningishzidda diseñó estructuras de piedra, Ninurta e Ishkur
le ayudaron a erigirlas.
En las tierras pobladas, cerca y lejos, le enseñaron a la gente cómo observar los cielos, le mostraron a la gente
que el sol seguía saliendo en la Constelación del
Toro. Enki observaba con pesar estos acontecimientos, valoraba de qué forma el
Hado le estaba dando un giro imprevisto al orden legítimo: ¡Después de declararse a sí mismos dioses, los
Anunnaki se han hecho
dependientes del apoyo de la Humanidad! En la Primera Región, los Anunnaki decidieron unificar las tierras
bajo un
único líder, deseaban un rey guerrero. Se le confió a Inanna, la adversaria de Marduk, la tarea de encontrar
al
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hombre adecuado. Inanna le indicó a Enlil a un hombre fuerte al cual había conocido y amado
en sus viajes, Arbakad, comandante de cuatro guarniciones, era su padre, su madre era
una suma sacerdotisa.
Enlil le dio cetro y corona, Sharru-kin, Regente Justo, le designó Enlil. Como una vez se hiciera en Nibiru, se
fundó una nueva ciudad corona para unificar las tierras,
Agadé, la Ciudad Unificada, la llamaron, no lejos de Kishi estaba ubicada.
Enlil le dio poderes a Sharru-kin; Inanna acompañaba a sus guerreros con armas de brillantez.
Todas las tierras, desde el Mar Inferior hasta el Mar Superior, rindieron obediencia a su trono,
sus tropas se estacionaron en los límites de la Cuarta Región, para protegerla.
Con ojo cauto observaba Ra, sin pestañear, a Inanna y a Sharru-kin; después, como un halcón, se abalanzó
sobre su presa:
desde el lugar donde Marduk había pretendido construir la torre que alcanzara el cielo,
Sharru-kin se llevó suelo sagrado de allí a Agadé, para implantar en él el Objeto Brillante Celestial.
Enfurecido, Marduk se abalanzó sobre la Primera Región, con Nabu y sus seguidores llegaron al lugar de la
torre.
¡Del suelo sagrado soy el único poseedor, por mí se establecerá un pórtico de los dioses!
Así, vehementemente, anunció Marduk, dio instrucciones a sus seguidores para que desviaran el río.
Levantaron diques y murallas en el Lugar de la Torre, construyeron el Esagil, Casa para el Dios Supremo;
Babili, el Pórtico de los Dioses, la llamó Nabu en honor a su padre,
¡Marduk se había establecido en el corazón del Edin, en medio de la Primera Región!
La furia de Inanna no tuvo límites; con sus armas infligió la muerte a los seguidores de Marduk.
La sangre del pueblo, como nunca antes en la Tierra, corría como ríos.
Hasta su hermano Marduk, llegó Nergal a Babili, para persuadirle de que abandonara Babili por el bien del
pueblo:
¡Esperemos pacíficamente las verdaderas señales del cielo!, le dijo Nergal a su hermano.
Marduk aceptó partir, viajo de tierra en tierra para observar los cielos,
Amun, el Invisible, se le llamó a Ra a partir de entonces en la Segunda Región.
Durante un tiempo se aplacó Inanna, dos hijos de Sharru-kin fueron sus pacíficos sucesores.
Después, ascendió al trono de Agadé el nieto de Sharru-kin; Naram-Sin, Amado por Sin, se le llamó.
En la Primera Región, Enlil y Ninurta estaban ausentes, habían ido a las tierras de más allá de los océanos;
en la Segunda Región, Ra no estaba, viajaba como Marduk por otras tierras;
Inanna vio la oportunidad en sus manos para hacerse con todos los poderes, le ordenó a Naram-Sin que se
apoderara de todas las tierras.
Dio instrucciones a Naram-Sin para que marchara contra Magan y Me-luhha, dominios de Marduk.
Naram-Sin cometió el sacrilegio de cruzar la Cuarta Región con un ejército de Terrestres,
invadió Magan, intentó entrar en el sellado Ekur, Casa Que Como una Montaña Es.
Enlil se enfureció con sus sacrilegios y sus transgresiones; lanzó una maldición contra Naram-Sin y Agadé:
Naram-Sin murió por la picadura de un escorpión, por mandato de Enlil fue aniquilada Agadé.
Esto sucedió en la cuenta de mil quinientos años de la Tierra.
Viene ahora el relato de la profecía de Galzu a Enlil, dada en una visión;
trataba de la supremacía de Marduk, de cómo elegir a un hombre para sobrevivir a una calamidad.
Después que Marduk se convirtiera en Amun, se desintegró la realeza en la Segunda Región, reinaron el
desorden y la confusión;
Después de que Agadé fuera aniquilada, en la Primera Región reinaron el desorden y la confusión.
En la Primera Región, la realeza estaba sumida en el desconcierto, se trasladaban de las Ciudades de los
Dioses a las Ciudades del Hombre,
Unug-ki, Lagash, Urim y Kish, Isin y lugares más lejanos, la realeza fue cambiando.
Después, Enlil, tras consultar con Anu, depositó la realeza en manos de Nannar;
por tercera vez se concedió la realeza a Urim, en cuyo suelo seguía implantado el divino Objeto Brillante
Celestial.
En Urim, Nannar designó como rey a un Pastor Justo de hombres, su nombre era Ur-Nammu.
Ur-Nammu estableció la igualdad en las tierras, hizo poner fin a la violencia y los conflictos, en todas las tierras
fue abundante la prosperidad.
Fue en aquel tiempo que, durante la noche, Enlil tuvo una visión:
Se le apareció la imagen de un hombre, era brillante y resplandeciente como los cielos;
se aproximó y se quedó de pie junto al lecho de Enlil, ¡entonces reconoció Enlil a Galzu, el del cabello blanco!
Sostenía en la mano izquierda una tablilla de lapislázuli, en ella estaban dibujados los cielos estrellados;
los cielos estaban divididos en los doce signos de las constelaciones, Galzu los señalaba con la mano
izquierda.
Galzu dejó de indicar al Toro para señalar al Carnero; tres veces repitió el movimiento.
Después, en la visión-sueño, Galzu habló y le dijo a Enlil:
El tiempo justo de la benevolencia y de la paz vendrá seguido por la fechoría y el derramamiento de sangre.
El Carnero de Marduk sustituirá al Toro de Enlil en tres porciones celestiales,
el que a sí mismo se ha declarado como Dios Supremo se apoderará de la supremacía en la Tierra.
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¡Por decreto del Hado, sucederá una calamidad como nunca ha ocurrido!
Como en los tiempos del Diluvio, hay que elegir a un hombre justo y digno,
¡por él y por su simiente se preservará la Humanidad Civilizada, tal como pretende el Creador de Todo!
Así dijo Galzu, el emisario divino, a Enlil en la visión-sueño.
Cuando Enlil despertó de la visión-sueño nocturna, no había ninguna tablilla junto a su lecho.
¿Era un oráculo del cielo, o lo he imaginado todo en mi corazón?, se preguntaba Enlil a sí mismo.
No le contó la visión-sueño a ninguno de sus hijos, Nannar entre ellos, ni a Ninlil.
Entre los sacerdotes, en el templo de Nibru-ki, Enlil inquirió sobre sabios celestiales,
el sumo sacerdote le indicó a Tirhu, un sacerdote oracular.
Era descendiente de Ibru, nieto de Arbakad, pertenecía a la sexta generación de sacerdotes de Nibru-ki,
estaban casados con las hijas reales de los reyes de Urim. Ve al templo de Nannar en Urim, observa el tiempo
celestial en los cielos: Setenta y dos años de la Tierra es la suma de una Porción Celestial, ¡toma
cuidadosa nota del paso de tres de ellas!
Así le dijo Enlil a Tirhu, el sacerdote, le hizo contar el tiempo profetizado. Mientras Enlil reflexionaba sobre la
visión-sueño y sus portentos, Marduk
iba de tierra en tierra.
A la gente le iba hablando de su supremacía, ganar seguidores era su objetivo.
En las tierras del Mar Superior y en las tierras de la frontera de Ki-Engi, Nabu, el hijo de Marduk, iba incitando
al pueblo; su plan era apoderarse
de la Cuarta Región.
Hubo enfrentamientos entre los habitantes del oeste y los habitantes del este, los reyes formaron huestes de
guerreros, las caravanas dejaron de discurrir,
se levantaron las murallas en las ciudades. ¡Está ocurriendo lo que Galzu predijo!, se dijo Enlil a sí mismo.
Enlil puso su mirada sobre Tirhu y sus hijos, descendientes de digno linaje: ¡Éste es el hombre a elegir, el que
indicara Galzu!, se dijo Enlil a sí mismo. A Nannar, sin revelarle la visión-sueño, le dijo Enlil: En la tierra entre
los ríos, de donde vino Arbakad, funda una ciudad como
Urim,
sea para ti y para Ningal una morada-hogar lejos de Urim. ¡En su mitad, erige un santuario-templo, y pon a su
cargo al Príncipe-Sacerdote Tirhu! Ateniéndose a la palabra de su padre, Nannar fundó la ciudad de Jarán en
la tierra de Arbakad. Para que fuera sumo sacerdote en su santuario-templo envió a Tirhu, y a su familia con él;
cuando se completaron dos porciones celestiales de las tres profetizadas, Tirhu fue a Jarán.
En aquel tiempo, Ur-Nammu, la Alegría de Urim, cayó de su carro y murió en las tierras occidentales.
Su hijo Shulgi le sucedió en el trono de Urim; Shulgi estaba lleno de vileza y de ansia de batallas.
En Nibru-ki, él mismo se ungió sumo sacerdote, en Unug-ki buscó los gozos de la vulva de Inanna;
enroló en su ejército a guerreros de las tierras montañosas, no obligados a Nannar,
con su ayuda, invadió las tierras occidentales e ignoró la santidad del Centro de Control de Misiones.
En la sagrada Cuarta Región puso su pie, Rey de las Cuatro Regiones se declaró a sí mismo.
Enlil se enfureció por las profanaciones, Enki y Enlil hablaron sobre las invasiones:
¡Los soberanos de tu región han sobrepasado todos los límites!, le dijo con acritud Enki a Enlil.
¡Marduk es la fuente de todos los problemas!, replicó Enlil.
Guardando para sí todavía la visión-sueño, Enlil volvió su atención sobre Tirhu.
Enlil había puesto la mirada sobre Ibru-Um, el hijo mayor de Tirhu.
Ibruum era de ascendencia principesca y valiente, y estaba familiarizado con los secretos sacerdotales;
Enlil mandó a Ibruum a proteger los lugares sagrados y permitir los ascensos y descensos de los carros.
Tan pronto como Ibruum partió de Jarán llegó Marduk a esa ciudad;
él también había observado las profanaciones, las consideraba como los dolores de parto de un Nuevo Orden.
Desde Jarán, en los umbrales de Shumer, planeó su golpe final,
desde Jarán, situada al filo de los dominios de Ishkur, dirigió el levantamiento de los ejércitos.
Después de pasar veinticuatro años terrestres de estancia en Jarán,
Marduk, con lágrimas en los ojos, hizo un llamamiento al resto de los dioses, fueran cuales fueran sus
ascendientes;
Confesando sus transgresiones, pero insistiendo en su señorío, a ellos les dijo así:
¡Oh dioses de Jarán, oh grandes dioses que juzgan, conoced mis secretos!
Mientras me ciño la faja, recuerdo mis memorias:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios, en mis dominios soy conocido
como Ra. Por mis pecados fui al exilio, a las montañas he ido, por muchas tierras he
deambulado,
desde donde el sol se eleva hasta donde el sol se pone he ido, hasta la tierra de Ishkur llegué. En medio de
Jarán he anidado durante veinticuatro años, en su templo he buscado un augurio;
¿Hasta cuándo?, pedí un augurio en el templo acerca de mi señorío. ¡Tus días de exilio han terminado!, me dijo
el oráculo en el templo. ¡Oh grandes dioses que determináis los hados, dejad que me encamine
a mi ciudad, que establezca en mi templo Esagil una morada imperecedera, que instale
un rey en Babili; que se reúnan en mi casa templo todos los dioses Anunnaki, aceptad mi
alianza!
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Así anunció Marduk su llegada a los otros dioses, confesando y apelando. Los dioses Anunnaki se inquietaron
y se alarmaron ante la llamada a la
sumisión hecha por Marduk.
Enlil convocó a todos a una gran asamblea para tomar consejo. Todos los líderes Anunnaki se reunieron en
Nibru-ki; también fueron Enki
y los hermanos de Marduk.
Todos estaban inquietos por los acontecimientos, todos se oponían a Marduk y a Nabu. En el consejo de los
grandes dioses, las acusaciones se desenfrenaron, las
recriminaciones llenaban la cámara. ¡Nadie puede impedir lo que se aproxima; aceptemos la supremacía de
Marduk!, únicamente Enki aconsejó. ¡Si se aproxima el tiempo del Carnero, privemos a Marduk del Enlace
Cielo-Tierra!, propuso Enlil iracundo.
Todos, salvo Enki, acordaron arrasar el Lugar de los Carros Celestiales; Nergal sugirió para ello utilizar las
Armas de Terror; sólo Enki se opuso: De la decisión, la Tierra pronunció las palabras a Anu; Anu repitió las
palabras a la Tierra. ¡Lo que estaba destinado a ser, fracasará por vuestra decisión de deshacer!
Así habló Enki mientras partía.
Para llevar a cabo la maldad se seleccionó a Ninurta y a Nergal.
¡Viene ahora el relato de cómo Hado o Destino llevó,
cómo paso a paso, alguno dado en tiempos ya olvidados, a que sucediera la Gran Calamidad!
Quede ahora registrado y recordado para siempre:
Cuando se tomó la decisión de usar las Armas de Terror, Enlil guardaba dos secretos para sí:
¡A nadie, antes de que se tomara la terrible decisión, le reveló Enlil el secreto de la visión-sueño de Galzu;
a nadie, hasta que se tomó la fatídica decisión, le había revelado Enlil su conocimiento del lugar donde se
ocultaba el terror!
Cuando, a despecho de todas las protestas, el consejo permitió el uso de las Armas de Terror,
cuando Enki, enfadado y muy turbado abandonó la cámara del consejo,
Enki sonreía en su corazón: ¡Sólo él sabía dónde estaban ocultas las armas! Así lo creía Enki.
Pues fue él, antes de que Enlil llegara a la Tierra, el que ocultó las armas, junto con Abgal, en un lugar
desconocido.
¡Enki no sabía que Abgal le había desvelado el lugar a Enlil durante su exilio!
Cuando Enki se enteró de este segundo secreto, dio refugio en su corazón a un deseo:
¡Que, después de tan larga estancia, el terror de las armas se haya evaporado!
Poco esperaba Enki que tan larga estancia iba a provocar una calamidad como nunca antes se había conocido
en la Tierra.
Y así fue que, sin necesidad de Enki, Enlil reveló a los dos héroes el lugar de la ocultación:
¡Las siete Armas de Terror moran en una montaña!, les dijo Enlil.
¡Moran en el interior de una cavidad de la tierra, se requiere revestirlas con el terror!
Después, Enlil les reveló el secreto de cómo despertar a las armas de su profundo sueño.
Antes de que los dos hijos, uno de Enlil, uno de Enki, partieran hacia el lugar oculto,
Enlil les dio palabras de advertencia: ¡Antes de que se usen las armas, el lugar de los carros debe estar vacío
de Anunnaki;
las ciudades deben ser perdonadas, la gente no debe perecer!
En su nave celeste, Nergal se dirigió al lugar oculto, Ninurta se retrasó por causa de su padre;
Enlil deseaba decirle una palabra a su hijo a solas, revelarle a él solo un secreto:
le habló a Ninurta de la profecía de Galzu y de la elección de Ibruum.
¡Nergal es irreflexivo, asegúrate de que las ciudades son perdonadas, hay que advertir a Ibruum!, le dijo Enlil a
Ninurta.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las armas, Nergal ya las había sacado de la cavidad,
mientras despertaba sus MEs del largo sueño, Nergal dio un nombre de trabajo a cada una de las siete:
a la primera arma la llamó La Que No Tiene Rival; a la segunda, la Llama Ardorosa;
a la tercera la llamó La Que Desmorona con Terror; Fundidora de Montañas llamó a la cuarta;
Viento Que Busca los Confines del Mundo llamó a la quinta; La Que Arriba y Abajo a Nadie Perdona fue la
sexta;
la séptima se llenó con un monstruoso veneno, la llamó Vaporizadora de lo Viviente.
Con la bendición de Anu se les dieron las siete a Nergal y a Ninurta, para con ellas causar la destrucción.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las Armas de Terror, Nergal estaba dispuesto para destruir y aniquilar.
¡Yo mataré al hijo, yo aniquilaré al padre!, gritaba Nergal con aires de venganza.
¡Las tierras que codician se desvanecerán, destruiré las ciudades pecadoras!
Valiente Nergal, ¿destruirás al justo con el injusto?, le preguntó Ninurta a su camarada.
¡Las instrucciones de Enlil son claras! ¡Yo llevaré el rumbo a los objetivos seleccionados, tú me seguirás
detrás!
¡La decisión de los Anunnaki me es conocida!, dijo Nergal a Ninurta. Ambos esperaron la señal de Enlil durante
siete días y siete noches.
Tal como era su intención, cuando terminó su espera, Marduk volvió a Babili,
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en presencia de sus seguidores, pertrechados con armas, declaró su supremacía;
la cuenta de años terrestres era entonces de mil setecientos treinta y seis. En aquel día, en aquel fatídico día,
Enlil le envió la señal a Ninurta; Ninurta partió hacia Monte Mashu, tras él iba Nergal.
El Monte y la llanura, en el corazón de la Cuarta Región, inspeccionó Ninurta desde los cielos.
Con el corazón encogido, le hizo una señal a Nergal: ¡Quédate ahí!, le señaló.
Entonces, Ninurta soltó desde los cielos la primera arma de terror;
con un resplandor, la cima del Monte Mashu se resquebrajó, las entrañas del monte se fundieron en un
instante.
Sobre el Lugar de los Carros Celestiales liberó la segunda arma,
con el resplandor de siete soles, las rocas de la llanura se convirtieron en una herida chorreante,
la Tierra se sacudió y se desmoronó, los cielos se oscurecieron después del resplandor;
la llanura de los carros se cubrió de piedras quemadas y trituradas,
de todos los bosques que habían rodeado la llanura, sólo tres troncos quedaron en pie.
¡Hecho!, exclamó Ninurta desde la nave celeste, su Divino Pájaro Negro.
¡Del control que Marduk y Nabu tanto codiciaban se les ha privado para siempre!
Entonces, Nergal deseó emular a Ninurta, su corazón le urgía a ser Erra, el Aniquilador;
siguiendo la Calzada del Rey, voló hasta el verde valle de las cinco ciudades.
¡Nergal planeaba aplastar el verde valle donde Nabu estaba convirtiendo a la gente, aplastarlo como un pájaro
enjaulado!
Sobre las cinco ciudades, una tras otra, Erra envió un arma de terror desde los cielos,
destruyó por completo las cinco ciudades del valle, se convirtieron en desolación.
Con fuego y azufre fueron arrasadas, todo lo que allí vivía se convirtió en vapor.
Con tan terribles armas, las montañas se vinieron abajo, la barrera que contenía las aguas del mar se partió,
las aguas del mar se derramaron en el valle, el valle quedó inundado por las aguas;
cuando las aguas se derramaron sobre las cenizas de las ciudades, se elevó el vapor hacia los cielos.
¡Hecho!, gritó Erra en su nave celeste. En el corazón de Nergal ya no había venganza.
Inspeccionando su maligna obra, los dos héroes quedaron confundidos con lo que vieron:
los resplandores fueron seguidos por el oscurecimiento de los cielos, después se puso a soplar la tormenta.
Arremolinándose dentro de una oscura nube, un Viento Maligno llevaba la penumbra desde los cielos,
con el transcurso del día, el Sol desapareció sobre el horizonte con la oscuridad,
por la noche, un pavoroso resplandor dibujaba sus bordes, hizo desaparecer a la Luna cuando salía.
Cuando llegó el amanecer del día siguiente, desde el oeste, desde el Mar
Superior, se puso a soplar un viento de tormenta, la nube marrón oscura se dirigió hacia el este, hacia las
tierras habitadas se
extendió la nube;
allí donde llegaba, traía sin misericordia la muerte a todo lo que vive; desde el Valle de Sin Compasión,
engendrada por los resplandores, la
muerte fue transportada hacia Sumer. Ninurta y Nergal dieron la voz de alarma a Enlil y Enki: ¡Implacable, el
Viento Maligno lleva la muerte a todos! Enlil y Enki transmitieron la alarma a los dioses de Sumer: ¡Escapad!
¡Escapad!, les gritaron a todos. ¡Que se disperse el pueblo! ¡Que el pueblo se oculte! Los dioses huyeron de
sus ciudades, como pájaros asustados escaparon de
sus nidos.
Las gentes de las tierras cayeron bajo las garras del Viento Maligno; inútil fue su carrera.
Sigilosa era la muerte, atravesaba los muros más gruesos como las aguas de una inundación,
no había puerta que pudiera dejarle fuera, ni cerrojo que pudiera impedirle el paso.
Aquéllos que, detrás de puertas cerradas, se ocultaron dentro de sus casas, como moscas cayeron,
aquéllos que huyeron a las calles, en las calles amontonaron sus cadáveres.
Los pechos llenos de esputos y flemas, las bocas rebosantes de saliva y espuma;
cuando el Viento Maligno atrapaba a la gente sin ser visto, sus bocas se empapaban en sangre.
Lentamente sopló el Viento Maligno sobre las tierras, cruzó de oeste a este sobre llanuras y montañas;
todo lo que vivía, tras él quedaba muerto y moribundo, la gente y el ganado perecían por igual.
Las aguas se emponzoñaron, en los campos se marchitó toda vegetación.
Desde Eridú en el sur hasta Sippar en el norte, el Viento Maligno arrasó el país;
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.
Sinopsis de la Decimocuarta Tablilla
Babili, el centro elegido por Marduk, sobrevive a la calamidad Enki lo ve como un augurio de la inevitable
supremacía de Marduk
Enlil reflexiona sobre el pasado, el Hado y el Destino Acepta la supremacía de Marduk, se retira a tierras
lejanas
Los hermanos se dan una sentimental despedida
Enki ve el Pasado como una guía para predecir el Futuro
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Decide tomar nota de todo para la posteridad
Colofón del escriba Endubsar
Representación babilónica de un resplandeciente Marduk
LA DECIMOCUARTA TABLILLA
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.
Todas las tierras al sur de Babili fueron devoradas por el Viento Maligno, también alcanzó al corazón de la
Segunda Región.
Cuando con posterioridad a la Gran Calamidad, Enlil y Enki se encontraron para estudiar el desastre,
Enki le hizo considerar a Enlil el libramiento de Babili como un augurio divino.
¡El libramiento de Babili confirma que Marduk ha sido destinado para la supremacía! Así le dijo Enki a Enlil.
¡Debe haber sido la voluntad del Creador de Todo!, dijo Enlil a Enki. Entonces, Enlil le reveló la visión-sueño y
la profecía de Galzu.
Si eras conocedor de eso, ¿por qué no impediste el uso de las Armas de Terror?, le preguntó Enki.
¡Hermano mío!, dijo Enlil a Enki con una voz apesadumbrada. Era evidente el motivo.
Tras tu llegada a la Tierra, cada vez que la misión se veía obstaculizada, encontrábamos una forma de eludir el
obstáculo; de ahí, la creación de los Terrestres, la gran solución,
fue también una fuente de miles de giros y vueltas no deseados.
Cuando llegaste a comprender los ciclos celestes y asignaste constelaciones,
¿quién hubiera previsto en ellas las manos del Destino?
¿Quién habría podido distinguir entre los hados que elegimos y el inquebrantable destino?
¿Quién proclamaba falsos augurios y quién podía pronunciar profecías verdaderas'?
De ahí que decidiera guardar para mí mismo las palabras de Galzu. ¿Era de verdad el emisario del Creador de
Todo, o era una alucinación mía? ¡Lo que tenga que suceder, suceda!, me dije a mí mismo. Enki escuchaba las
palabras de su hermano, mientras afirmaba con la cabeza arriba y abajo. La Primera Región está desolada, la
Segunda Región está sumida en la
confusión, la Tercera Región está herida,
el Lugar de los Carros Celestiales ya no existe; ¡eso es lo que ha sucedido!, dijo Enki a Enlil. ¡Si era ésa la
voluntad del Creador de Todo, eso es lo que ha quedado de
nuestra Misión en la Tierra! ¡Las semillas se sembraron con las ambiciones de Marduk, lo que salga de
ello será para que lo coseche él!
Así le dijo Enlil a su hermano Enki, entonces aceptó el triunfo de Marduk. ¡Que el rango de cincuenta, que tenía
pensado para Ninurta, le sea dado en
su lugar a Marduk!
¡Que Marduk declare su supremacía sobre la desolación en las Regiones! En cuanto a mí y a Ninurta, no nos
vamos a interponer más en su camino. ¡Partiremos hacia las Tierras de Más Allá de los Océanos, por lo que
vinimos, llevaremos a término la misión de obtener oro para Nibiru! Así le dijo Enlil a Enki; había abatimiento en
sus palabras. ¿Habrían sido diferentes las cosas si no se hubieran usado las Armas de
Terror?, cuestionó Enki a su hermano.
¿Y si no hubiéramos escuchado las palabras de Galzu para que no volviéramos a Nibiru?, replicó Enlil.
¿Y si hubiéramos detenido la Misión Tierra cuando los Anunnaki se amotinaron? Yo hice lo que hice. Tú hiciste
lo que hiciste. ¡No se puede desandar el
pasado!
¿Acaso no hay en eso también una lección?, preguntó Enki para ambos.
¿Acaso lo que ha ocurrido en la Tierra no es un reflejo de lo que tuvo lugar en Nibiru?
¿Acaso no está escrito en el Pasado el esbozo del Futuro?
¿Repetirá la Humanidad, creada a nuestra imagen, nuestros logros y fracasos?
Enlil guardó silencio. Cuando se puso en pie para marcharse, Enki le tendió el brazo.
¡Estrechemos los brazos como hermanos, como camaradas que, juntos, se enfrentaron a muchos desafíos en
un planeta extraño!
Así le dijo Enki a su hermano.
Y Enlil, asiendo el brazo de su hermano, lo abrazó también.
¿Nos volveremos a encontrar en la Tierra o en Nibiru?, preguntó Enki.
¿Estaría en lo cierto Galzu de que moriríamos si volvíamos a Nibiru?, respondió Enlil. Luego, se volvió y se fue.
Enki quedó solo; acompañado tan sólo por los pensamientos de su corazón.
Se sentó y reflexionó sobre cómo había comenzado todo y cómo había terminado.
¿Estaba todo destinado, o fue el hado forjado por esta o aquella decisión? Si Cielo y Tierra estaban regulados
por ciclos dentro de ciclos, ¿volverá a ocurrir lo que ha sucedido? ¿Acaso el Pasado es el Futuro? ¿Imitarán
los Terrestres a los Anunnaki, revivirá la Tierra lo que vivió Nibiru? ¿El primero en llegar será el último en
partir? Asediado por sus pensamientos, Enki tomó una decisión:
De todos los acontecimientos y decisiones, comenzando desde Nibiru hasta este día en la Tierra,
tomar nota, para que fuera una guía para generaciones futuras;
¡Que la posteridad, en el tiempo que designe el destino,
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lea el registro, recuerde el Pasado, comprenda el Futuro como profecía,
que el Futuro sea el juez del Pasado!
Estas son las palabras de Enki, Primogénito de Anu de Nibiru.
Decimocuarta tablilla: Las Palabras del señor Enki.
Escritas de boca del gran señor Enki,
ninguna palabra perdida, ninguna palabra añadida,
por el escriba maestro Endubsar, un hombre de Eridú,
hijo de Udbar.
Por el señor Enki, con larga vida he sido bendecido.
Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través de la red
Digitalización – Revisión y Edición Electrónica de Nascav
3 de Enero 2004 – 17:20


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