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domingo, 17 de julio de 2011

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Viene ahora el relato de cómo se creo al Trabajador Primitivo,
de cómo Enki y Ninmah, con la ayuda de Ningishzidda, forjaron al ser.
Hay que intentar conseguir otra forma de mezclar las esencias, dijo Ninmah.
Hay que encontrar otra forma de combinar las dos hebras de las esencias,
para que no resulte dañada la porción de la Tierra.
¡Se tiene que configurar para que reciba nuestra esencia gradualmente,
sólo se podría intentar poco a poco a partir de las fórmulas ME de la esencia de Nibiru!
Ninmah preparó una mezcla en un recipiente de cristal, puso con mucho cuidado el óvalo de una hembra
bípeda,
con ME que contenía simiente Anunnaki, fecundó el óvalo;
insertó de nuevo el óvalo en la matriz de la hembra bípeda.
¡Esta vez había concepción, había un parto en ciernes!
Los líderes esperaron el tiempo previsto para el nacimiento, esperaban los resultados con el corazón lleno de
ansiedad.
¡El tiempo previsto se cumplió, pero no hubo nacimiento!
Desesperada, Ninmah hizo un corte, lo que había sido concebido extrajo
con tenazas. ¡Era un ser vivo! Enki exclamó con regocijo. ¡Lo conseguimos!, gritó Ningishzidda jubiloso.
Ninmah sostenía en sus manos al recién nacido, pero ella no estaba llena de gozo:
el recién nacido tenía pelo por todas partes, su parte superior era como las de las criaturas de la Tierra,
las partes inferiores se parecían más a las de los Anunnaki.
Dejaron que la hembra bípeda cuidara del recién nacido, que mamara su
leche. El recién nacido creció rápido, lo que en Nibiru era un día, era un mes en
el Abzu. El niño de la Tierra se hizo más alto, no era a imagen de los Anunnaki;
¡sus manos no se adaptaban a las herramientas, y no emitía más que gruñidos!
¡Tenemos que volver a intentarlo!, dijo Ninmah. Hay que ajustar la mezcla;
¡Dejadme ensayar con los ME, dejad que haga el esfuerzo con este o aquel ME! Con la ayuda de Enki y de
Ningishzidda repitieron los procedimientos,
Ninmah consideró cuidadosamente las esencias de los ME,
tomó un poco de uno de ellos, tomó un poco de otro de ellos,
luego fecundó en el cuenco de cristal el óvalo de la hembra de la Tierra.
¡Hubo concepción, cuando se cumpliera el tiempo habría nacimiento!
Éste se parecía más a los Anunnaki;
dejaron que la madre le diera de mamar, dejaron que el recién nacido se
convirtiera en niño.
Por su aspecto, era atractivo; sus manos estaban conformadas para sostener herramientas;
pusieron a prueba sus sentidos, los encontraron deficientes: el niño de la Tierra no podía oír, su visión era
vacilante. Una y otra vez, Ninmah reajustó las mezclas, de las fórmulas ME tomó
pizcas y trozos; un ser tenía los pies paralizados, a otro le goteaba el semen, a otro le temblaban las manos, a
otro le funcionaba mal el hígado; otro tenía las manos demasiado cortas para alcanzarse la boca, otro no
tenía los pulmones adecuados para respirar. Enki estaba decepcionado con los resultados. ¡No conseguimos
el
Trabajador Primitivo!, le dijo a Ninmah.
¡Estoy descubriendo a través de ensayos lo bueno o malo en este ser! Respondió Ninmah a Enki. ¡Mi corazón
me anima a que siga intentándolo! Una vez más, Ninmah hizo una mezcla; una vez más, el recién nacido era
deficiente.
¡Quizás el déficit no se encuentre en la mezcla!, le dijo Enki.
¡Quizás el impedimento no esté ni en el óvulo de la hembra ni en las esencias!
¡De lo que la Tierra misma está forjada, quizá sea eso lo que falta!
¡No uses un recipiente de cristales de Nibiru, hazlo de la arcilla de la Tierra!
Así dijo Enki, en posesión de gran sabiduría, a Ninmah.
¡Quizá se requiera lo que es la propia mezcla de la Tierra, de oro y cobre!
Así animó Enki, el que sabe cosas, a Ninmah, para que usará la arcilla del Abzu.
En la Casa de la Vida, Ninmah hizo un recipiente, lo hizo con la arcilla del Abzu.
Como un baño purificador conformó el recipiente, para hacer dentro de él la mezcla.
Puso con cuidado el óvalo de una hembra terrestre, de una bípeda, en el recipiente de arcilla,
puso en el recipiente la esencia vital extraída de la sangre de un Anunnaki,
a través de las fórmulas ME se dirigió la esencia y poco a poco y con mesura fueron añadidas al recipiente,
después, insertó el óvalo así fertilizado en la matriz de la hembra terrestre.
¡Hay concepción!, anunció alegre Ninmah. Esperaron el tiempo del nacimiento.
Cuando se cumplió el tiempo, la hembra terrestre comenzó a parir,
¡un niño, un recién nacido estaba a punto de llegar!
Ninmah extrajo al recién nacido con las manos; ¡era un varón!
En sus manos sostuvo al niño; Enki y Ningishzidda estaban presentes.
Los tres líderes se echaron a reír alegremente,
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Enki y Ningishzidda se daban palmadas en la espalda, Ninmah y Enki se
abrazaron y se besaron. ¡Tus manos lo han hecho!, le dijo Enki con un destello en los ojos.
Dejaron que la madre diera de mamar al recién nacido; éste creció más
rápido que un niño de Nibiru.
El recién nacido progresó de mes en mes, pasó de bebé a niño.
Sus miembros eran adecuados para el trabajo, hablar no sabía,
¡no comprendía las palabras, emitía gruñidos y resoplidos! Enki valoró el asunto, tomó en consideración lo
que se había hecho en
cada paso y en cada mezcla. ¡De todo lo que hemos intentado y cambiado, hay una cosa que nunca se
ha alterado!, le dijo a Ninmah: siempre se ha insertado el óvalo fertilizado en la matriz de una hembra
terrestre;
¡Quizás sea la obstrucción que queda! Así dijo Enki. Ninmah miró a Enki, lo contempló desconcertada. ¿Qué,
en verdad, estás diciendo? De él, exigía ella una respuesta. ¡Estoy hablando de la matriz que da a luz!, le
respondió Enki. De quién nutre el óvalo fertilizado, de quién da a luz; para que sea a nuestra imagen y
semejanza, ¡quizás se necesite una matriz
Anunnaki! En la Casa de la Vida hubo silencio; ¡Enki estaba pronunciando palabras
nunca antes escuchadas! Se miraron uno a otro, estaban pensando en lo que podría estar pensando
el otro.
¡Sabias son tus palabras, hermano mío!, dijo Ninmah por fin. Quizás se insertó la mezcla correcta en la matriz
equivocada; Ahora bien, ¿dónde está la hembra entre los Anunnaki que ofrezca su
matriz, para crear quizás al Trabajador Primitivo perfecto, para llevar quizás un
monstruo en su vientre? Así dijo Ninmah, con la voz temblorosa. ¡Deja que le pregunte a Ninki, mi esposa!,
dijo Enki. Convoquémosla a la Casa de la Vida, para exponer el asunto ante ella. Se estaba volviendo para
marcharse cuando Ninmah le puso la mano en el
hombro:
¡No! ¡No!, le dijo a Enki.
¡Yo hice las mezclas, la recompensa y el peligro deben ser míos! ¡Seré yo la que proporcione la matriz
Anunnaki, la que afronte el buen
o el mal hado!
Enki inclinó la cabeza, la abrazó suavemente. ¡Así sea!, le dijo. Hicieron la mezcla en el recipiente de arcilla,
unieron el óvalo de una hembra terrestre con la esencia masculina Anunnaki;
Enki insertó el óvulo fertilizado en la matriz de Ninmah; ¡hubo concepción!
¿El embarazo, concebido por una mezcla, cuánto durará?, se preguntaron uno a otro.
¿Serán nueve meses de Nibiru? ¿Será nueve meses de la Tierra?
Después que en la Tierra, antes que en Nibiru, llegó el parto; ¡Ninmah dio a luz a un varón!
Enki sostuvo entre sus manos al niño; era la imagen de la perfección.
Palmeó las partes traseras del niño; ¡el recién nacido emitió los sonidos adecuados!
Le pasó el recién nacido a Ninmah; ella lo levantó entre sus manos.
¡Mis manos lo han hecho!, exclamó victoriosa.
Viene ahora el relato de cómo se le puso por nombre Adamu,
y de cómo se hizo Ti-Amat para él, una contraparte hembra.
Los líderes examinaron con atención el aspecto y los miembros del recien nacido:
sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos,
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte
superior.
No era peludo como los salvajes, su cabello era negro oscuro, su piel era tersa, tersa como la piel de los
Anunnaki,
el color de su sangre era rojo oscuro, del mismo tono que la arcilla del Abzu.
Miraron su hombría: su forma era extraña, la parte delantera estaba envuelta con una piel,
¡A diferencia de la hombría de los Anunnaki, le colgaba una piel de la parte delantera!
¡Que el Terrestre se distinga de nosotros, los Anunnaki, por esta piel!, dijo Enki.
El recién nacido empezó a llorar; Ninmah lo estrechó contra su pecho;
le dio el pecho, el niño se puso a chupar del pecho.
¡Hemos conseguido la perfección!, dijo Ningishzidda eufórico.
Enki miraba fijamente a su hermana; no estaba viendo a Ninmah y a un
ser, sino a madre e hijo.
¿Le pondrás un nombre?, preguntó Enki. ¡Es un ser, no una criatura! Ninmah puso su mano sobre el cuerpo
del recién nacido, acarició con sus
dedos su roja y oscura piel. ¡Le llamaré Adamu!, dijo Ninmah. ¡El Que Como Arcilla de la Tierra Es,
ése será su nombre! Hicieron una cuna para el recién nacido Adamu, lo pusieron en un rincón
de la Casa de la Vida. ¡Verdaderamente, hemos conseguido un modelo del Trabajador Primitivo!,
dijo Enki. ¡Ahora se necesita un ejército de trabajadores como él!, les recordó
Ningishzidda a sus mayores. ¡En verdad, será un modelo; por lo que a él se refiere, será tratado como
un primogénito,
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del duro trabajo se le protegerá, su sola esencia será como un molde! Así dijo Enki; Ninmah quedó muy
complacida con su decreto. ¿Qué matrices llevarán los óvalos fertilizados a partir de ahora?, preguntó
Ningishzidda.
Los líderes ponderaron el asunto; Ninmah ofreció una solución. Ninmah reunió a las sanadoras de su ciudad,
Shurubak; les explicó el trabajo que se requería de ellas, las llevó hasta la cuna de Adamu, para que
apreciaran al recién nacido
Terrestre. ¡No es un mandato llevar a cabo este trabajo!, les dijo Ninmah: ¡Vuestro
propio deseo es la decisión!
De las Anunnaki reunidas, siete se adelantaron, siete aceptaron la tarea. ¡Que se recuerden sus nombres para
siempre!, le dijo Ninmah a Enki. ¡Su trabajo es heroico, gracias a ellas nacerá una raza de Trabajadores
Primitivos! Las siete que se adelantaron, cada una anunció su nombre;
Ningishzidda registró los nombres:
Ninimma, Shuzianna, Ninmada, Ninbara, Ninmug, Musardu y Ningunna,
Éstos fueron los nombres de las siete que, por deseo propio, madres de nacimiento iban a ser,
para concebir y llevar Terrestres en sus matrices, para crear Trabajadores Primitivos.
En siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah puso óvalos de las hembras bípedas,
Ninmah extrajo la esencia vital de Adamu, la insertó poco a poco en los recipientes.
Después, hizo una incisión en las partes masculinas de Adamu para dejar salir una gota de sangre;
¡Sea esto un Signo de Vida; proclámese siempre que Carne y Alma se han combinado!
Apretó las partes masculinas para que sangraran, una gota de sangre añadió en cada recipiente para la
mezcla.
¡En esta mezcla de arcilla, lo Terrestre y lo Anunnaki se enlazarán! Así dijo Ninmah, un encantamiento
pronunció:
¡ A la unidad las dos esencias, una del Cielo, una de la Tierra, juntas se llevarán,
la de la Tierra y la de Nibiru, se enlazarán por parentesco sanguíneo! Esto pronunció Ninmah; Ningishzidda
también tomó nota de sus palabras.
Los óvalos fertilizados se insertaron en las matrices de las heroínas alumbradoras.
Hubo concepción; por anticipado, se calculó el tiempo previsto.
¡En el tiempo previsto, tuvieron lugar los partos!
En el tiempo previsto, nacieron siete Terrestres varones,
sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos; fueron amamantados por las heroínas.
¡Se han creado siete Trabajadores Primitivos!, dijo Ningishzidda. ¡Repítase el procedimiento, que siete más
asuman el trabajo!
¡Hijo mío!, le dijo Enki. ¡Ni siquiera de siete en siete será suficiente,
harían falta demasiadas heroínas sanadoras, su trabajo de este modo se haría eterno!
¡Ciertamente, es un trabajo demasiado exigente, es poco menos que insoportable!, les dijo Ninmah.
¡Tenemos que hacer hembras!, dijo Enki, para que sean las parejas de lo»
varones.
Que se conozcan, para que los dos se hagan una sola carne.
¡Que procreen por sí solos, que hagan su propia prole, que por sí mismos hagan nacer Trabajadores
Primitivos, para relevar a las
mujeres Anunnaki! ¡Tienes que cambiar las fórmulas ME, ajustarías de varón a hembra! Así
le dijo Enki a Ningishzidda. ¡Para hacer una pareja para Adamu, es necesaria la concepción en la matriz
de una Anunnaki!
Así le respondió Ningishzidda a su padre Enki. Enki dirigió su mirada hacia Ninmah; antes de que ella pudiera
hablar, él
levantó la mano.
¡Deja que esta vez llame a mi esposa Ninki!, dijo con voz poderosa, ¡Si está dispuesta, que ella cree el molde
para la hembra Terrestre! Al Abzu, a la Casa de la Vida, llamaron a Ninki, le mostraron a Adamu, se lo
explicaron todo, le dieron explicaciones del trabajo que se requería, le dieron cuenta del
éxito y del peligro.
Ninki estaba fascinada con el trabajo. ¡Hágase!, les dijo. Ningishzidda hizo los ajustes de las fórmulas ME, con
la mezcla se fertilizó un óvalo,
Enki lo insertó en la matriz de su esposa; lo hizo con mucho cuidado. Hubo concepción; en el tiempo previsto,
Ninki se puso de parto; no hubo
nacimiento.
Ninki contó los meses, Ninmah contó los meses; El décimo mes, un mes de malos hados, empezaron a llamar.
Ninmah, la dama cuya mano había abierto matrices, hizo una incisión con
un cortador.
Llevaba la cabeza cubierta, llevaba protecciones en las manos; hizo la abertura con destreza, la cara se le
iluminó de pronto: lo que había en la matriz, de la matriz salió.
¡Una hembra! ¡Has dado a luz a una hembra!, le dijo con regocijo a Ninki. Examinaron con atención el aspecto
y los miembros de la recién nacida, sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos,
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior
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y como manos en la parte superior.
No era peluda, como las arenas de la playa era el color de su cabello,
su piel era tersa, era como la de los Anunnaki en tersura y en color.
Ninmah sostuvo en sus manos a la niña. Le dio una palmada en la parte trasera;
¡La recién nacida emitió los sonidos adecuados!
Le pasó la recién nacida a Ninki, la esposa de Enki, para que la amamantara, la nutriera y la cuidara.
¿Le pondrás nombre?, le preguntó Enki a su esposa. Es un ser, no una criatura.
¡Está hecha a tu imagen y semejanza,
está hecha a la perfección, has logrado un modelo para trabajadoras hembras!
Ninki puso la mano sobre el cuerpo de la recién nacida, acarició su piel con los dedos.
¡Ti-Amat será su nombre, la Madre de la Vida!, dijo Ninki.
Será llamada como el planeta de antaño, del cual se forjaron la Tierra Luna,
de las esencias vitales de su matriz se moldearán otras alumbradoras,
¡dará así la vida a una multitud de Trabajadores Primitivos!
Así dijo Ninki; los demás pronunciaron palabras de acuerdo.
Viene ahora el relato de Adamu y Ti-Amat en el Edin,
y de cómo se les dio el Conocimiento de la procreación y al Abzu fueron
expulsados.
Después de que fuera hecha Ti-Amat en la matriz de Ninki, en siete recipientes hechos de arcilla del Abzu puso
Ninmah óvalos de
hembras bípedas.
Extrajo la esencia vital de Ti-Amat y la insertó en los recipientes. En los siete recipientes, hechos de arcilla del
Abzu, Ninmah formó la
mezcla;
pronunció encantamientos, como requería el procedimiento. En las matrices de las heroínas alumbradoras se
insertaron los óvalos fertilizados;
Hubo concepción, en el tiempo previsto hubo alumbramientos,
en el tiempo previsto, nacieron siete hembras Terrestres.
Sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos.
Así se crearon las siete homologas femeninas de los Trabajadores Pri
mitivos;
los cuatro líderes crearon siete varones y siete hembras.
¡Después de ser así creados los Terrestres,
inseminen los varones a las hembras, que los Trabajadores Primitivos ten
gan descendencia por sí mismos!
Así dijo Enki a los demás. ¡Después del tiempo previsto, los descendientes tendrán otros descendientes,
abundante será el número de Trabajadores Primitivos, ellos llevarán los
trabajos duros de los Anunnaki!
Enki y Ninki, Ninmah y Ningishzidda estaban contentos, bebieron del elixir del fruto.
Se hicieron jaulas para los siete y siete, las pusieron entre los árboles; ¡Que crezcan juntos, alcancen la
virilidad y la femineidad, inseminen los varones a las hembras, tengan descendencia por sí mismos!
Así se decían unos a otros.
¡En cuanto a Adamu y a Ti-Amat, se les protegerá de los duros trabajos de
las excavaciones,
llevémosles al Edin, para mostrar allí nuestra obra a los Anunnaki! Así dijo Enki a los demás; con esto
coincidieron los demás.
A Eridú, la ciudad de Enki en el Edin, fueron llevados Adamu y Ti-Amat,
se les construyó una morada en un recinto, para que pudieran vagar por allí.
Los Anunnaki del Edin vinieron a verlos, vinieron del Lugar de Aterrizaje.
Enlil vino a verlos; su disgusto disminuyó ante su visión.
Ninurta vino a verlos; Ninlil también.
Desde la estación de paso en Lahmu, Marduk, el hijo de Enki, también
bajó a ver.
¡Era una visión de lo más sorprendente, una maravilla de maravillas!
Vuestras manos lo han hecho, dijeron los Anunnaki a los forjadores.
Los Igigi, que iban y venían entre la Tierra y Lahmu, estaban todos expectantes también.
¡Se han hecho Trabajadores Primitivos, nuestros días de esfuerzos llegarán a un fin! Así decían todos.
En el Abzu, los recién nacidos crecieron, los Anunnaki esperaban ansiosamente su maduración.
Enki era el supervisor, Ninmah y Ningishzidda también llegaron.
En las excavaciones, los Anunnaki se quejaban, cediendo el paso la paciencia a la impaciencia.
Enki preguntaba a menudo a Ennugi, el supervisor; éste le transmitía las protestas, pidiendo Trabajadores
Primitivos.
Las vueltas de la Tierra crecieron en número, se retrasaba la madurez de los Terrestres;
¡Se observó que entre las hembras no había concepción, no había nacimientos!
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Ningishzidda se hizo un diván de hierba junto a las jaulas de entre los árboles;
estuvo observando a los Terrestres día y noche para determinar sus acciones.
¡En verdad, los vio emparejarse, los varones inseminaban a las hembras!
Pero no había concepción, no había nacimientos. '
Enki ponderó el asunto en profundidad, reflexionó sobre las criaturas com
binadas;
¡Ninguna, ninguna de ellas ha tenido descendencia!
¡Al combinar dos especies, se ha creado una maldición!, dijo Enki a Id
demás.
¡Examinemos de nuevo las esencias de Adamu y Ti-Amat!, dijo NÜ-gishzidda.
¡Estudiemos poco a poco sus ME para averiguar lo que está mal!
En Shurubak, en la Casa de Sanación, se contemplaron las esencias de
Adamu y Ti-Amat,
se compararon con las esencias vitales de varones y hembras Anunnaki. Ningishzidda separó las esencias
como dos serpientes entrelazadas,
las esencias estaban dispuestas como veintidós ramas en un Árbol de la Vida,
sus porciones eran comparables, determinaban adecuadamente las imágenes y semejanzas.
Veintidós eran en número; ¡no incluían la capacidad de procrear!
Ningishzidda les mostró a los demás otras dos porciones de la esencia presentes en los Anunnaki. Una
masculina, otra femenina; ¡sin ellas, no había procreación! Así les
explicaba él a ellos.
¡En los moldes de Adamu y Ti-Amat, en la combinación no se incluyeron! Ninmah escuchó esto y se quedó
muy turbada; Enki se vio inundado de
frustración. ¡El clamor en el Abzu es grande, se está preparando de nuevo el motín! Así
les dijo Enki. ¡Hay que procurar Trabajadores Primitivos, para que no se deje de extraer
oro!
Ningishzidda, experto en estos asuntos, propuso una solución; a sus mayores, Enki y Ninmah, les dijo en un
susurro en la Casa de
Sanación.
Entre todos, hicieron salir a las heroínas que ayudaban a Ninmah, cerraron las puertas tras ellos, y se
quedaron los tres a solas con los dos
Terrestres. Ningishzidda hizo descender un profundo sueño sobre los otros cuatro,
a los cuatro hizo insensibles. De la costilla de Enki extrajo la esencia vital, en la costilla de Adamu insertó la
esencia vital de Enki; de la costilla de Ninmah extrajo la esencia vital, en la costilla de Ti-Amat insertó la
esencia vital.
Allí donde se hicieron las incisiones, Ningishzidda cerró la carne después. Luego, Ningishzidda los despertó a
los cuatro. ¡Ya está hecho!, declaró
con orgullo.
¡Al Árbol de la Vida de ellos se le han añadido dos ramas, con fuerzas procreadoras se han entrelazado ahora
sus esencias vitales! ¡Dejémosles vagar libremente, que se conozcan entre sí como una sola
carne!, dijo Ninmah. En los huertos del Edin se puso a Adamu y a Ti-Amat para que vagaran
libremente.
Tomaron conciencia de su desnudez, se hicieron conscientes de su virilidad y su femineidad.
Ti-Amat se hizo un mandil de hojas, para distinguirse de las bestias salvajes.
Enlil paseaba por el huerto con el calor del día, disfrutaba de las sombras.
Se encontró de improviso con Adamu y con Ti-Amat, se dio cuenta de los mandiles con los que cubrían su bajo
vientre.
¿Qué significa esto?, preguntó Enlil; Enki le convocó para explicárselo. Enki le explicó a Enlil el asunto de la
procreación: Los siete y siete han fracasado, le admitió a Enlil;
Ningishzidda examinó las esencias vitales, ¡hacía falta una combinación adicional!
Grande fue el enfado de Enlil, furiosas eran sus palabras:
Nada de todo esto era de mi agrado, yo me oponía a que actuáramos como Creadores.
¡El ser que necesitamos ya existe! Eso dijiste tú, Enki.
¡Todo lo que tenemos que hacer es poner nuestra señal en él, para así forjar a los Trabajadores Primitivos!
¡A las mismas heroínas sanadoras se las ha hecho correr riesgos, a Ninmah y a Ninki se les ha puesto en
peligro,
todo en vano, tu obra era un fracaso!
¡Ahora les has dado a estas criaturas las últimas porciones de nuestra esencia vital,
para que sean como nosotros en el conocimiento de la procreación, quizás para conferirles a ellos nuestros
ciclos vitales!
Así, con palabras iracundas, habló Enlil.
Enki llamó a Ninmah y a Ningishzidda para apaciguar con sus palabras a Enlil.
¡Mi señor Enlil!, dijo Ningishzidda. ¡Han recibido el conocimiento de la procreación,
pero no se les ha dado la rama de la Larga Vida en su árbol esencial! Después habló Ninmah, le dijo a su
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hermano Enlil:
¿Qué elección teníamos, hermano mío? ¿Que acabara todo en el fracaso, que afrontara Nibiru su fatídica
suerte,
intentar, intentar, intentar, y hacer que asuman el trabajo los Terrestres a
través de la procreación?
¡Entonces, que estén donde se les necesita!, dijo Enlil furioso. ¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Sinopsis de la Séptima Tablilla
De regreso al Abzu, Adamu y Ti-Amat tienen hijos Los Terrestres proliferan, trabajando en las minas y como
sirvientes
Nacen los nietos de Enlil, los gemelos Utu e Inanna
Las parejas Anunnaki tienen otros descendientes en la Tierra
Los cambios climáticos provocan penurias en la Tierra y en Lahmu
La aproximación orbital de Nibiru viene acompañada de trastornos
Enki y Marduk exploran la Luna, la encuentran inhóspita
Enki determina las constelaciones y el Tiempo Celestial
Amargado por su propia suerte, Enki le promete a Marduk la supremacía
Anu ordena a Utu, no a Marduk, la creación de un nuevo espaciopuerto
Enki encuentra y se empareja con dos hembras Terrestres
Una tiene un hijo, Adapa, la otra una hija, Titi Enki mantiene en secreto su paternidad y los cría como expósitos
Adapa, sumamente inteligente, se convierte en el primer Hombre Civilizado
Adapa y Titi se emparejan, tienen dos hijos: Ka-in y Abael
Utu (Shamash) e Inanna (Ishtar)
LA SÉPTIMA TABLILLA
¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se conocieran. Enki vio con alegría lo que
Ningishzidda había provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, les han
nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una maravilla como crecían y se desarrollaban; los
días eran como meses, los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y Ti-Amat tuvieron
otros hijos e hijas, los primeros
ya estaban procreando por sí mismos!
Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, entendían los mandatos;
estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con sus raciones de comida,
no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo estar derrengados;
los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del trabajo.
El vital oro iba llegando a Nibiru,
la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente;
La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos
Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, también
había desposorios y procreación.
Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A
ellos, les nacieron hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había convertido en niño; el que había
comenzado a gatear estando en Nibiru, naciendo en la Tierra
ya estaba corriendo por ahí.
Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, una hija y un hijo tuvieron; Ningal les
llamó Inanna y Utu. ¡Con ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la Tierra! Se les
asignaron trabajos a los descendientes de los líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los
descendientes se hacían
más fáciles;
A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la Tierra el calor era creciente, la vegetación
florecía, criaturas salvajes recorrían la tierra;
las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía
más calor, las zonas de blanca nieve se fundían en agua,
los océanos no contenían las barreras de los mares. Desde las profundidades de la Tierra, los volcanes
arrojaban fuego y azufre, el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo Inferior, el lugar de
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color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el
mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, algo insólito, se está fraguando allí
abajo!, dijo Nergal a su padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil observaba las vueltas
celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las Tablillas de Destinos;
¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.
Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el Brazalete Repujado está habiendo trastornos!
Sobre la Tierra, caía azufre del cielo.
Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban violentamente a la Tierra,
se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.
Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos,
Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por estos estragos,
¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables señales!
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, alertaron a los sabios de Nibiru:
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad desconocida!
Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los corazones de los líderes:
en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones,
los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se
aproximaba, se acercaba a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una hilera
dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había desaparecido, ¡había estado desplazando
trozos y piezas del Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se agazapaban cerca del
Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial,
¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo aparecer un monstruoso demonio desde la
profundidad celestial.
Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en la Batalla Celestial,
desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su sueño por Nibiru. Como un dragón flameante,
se extendía desde el horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, cincuenta leguas de largo
tenía, su cola era impresionante.
Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la Luna. A sus hermanos, los celestiales,
Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. Sólo el
valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero fue el encuentro, una tempestad de nubes
se levantó sobre Kingu; Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló por el impacto.
Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante morada en lo Profundo, Lahamu no
abandonó su lugar de morada,
los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y
Ninurta, emprendieron la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había acontecido con sus plataformas. Midió las
profundidades de los océanos, exploró las montañas de oro
y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del oro vital. Así dijo Enki. En el Edin,
Ninurta fue el inspector, donde las montañas temblaron y los
valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La Plataforma de Aterrizaje estaba intacta;
¡en los valles del norte, la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su padre, Enlil; descubrió
brumas sulfúricas y betunes.
En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo interferían con la vida y con el trabajo,
Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los demás. Les mostró los antiguos diseños del
trazado sobre la tablilla de cristal.
El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso en
Lahmu ya no es seguro, ¡
¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.
Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk,
y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la Ciudad del Metal,
desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el
comandante de Bad-Tibira.
Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole estas palabras:
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Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin,
que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra hasta Nibiru,
que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. Pero una gran desventaja alberga en su
núcleo:
¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; para
superarla, nuestras energías quedarán exhaustas!
Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa:
¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La atracción de su red es más pequeña, de ahí
que se precise poco esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de paso, que se nos
permita a Marduk y
a mí viajar hasta allí!
Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le
aconsejaron al rey. ¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a Enlil. Enki se alegró
enormemente; la Luna siempre le había resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas
ocultas en algún lugar, y qué
atmósfera poseía.
En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco plateado, sus crecientes y decrecientes
jugaban con el Sol, y se le antojaban una
maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos que la Luna conservaba desde el
Principio.
En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; tres veces circundaron a la compañera de
la Tierra, observaron la profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna estaba marcada
con muchas depresiones, obra de los
destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron descender la nave espacial, en
su mitad aterrizaron;
desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de
águilas; la atmósfera era insuficiente
para respirar.
Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella dirección; la obra del maligno dragón fue de
sequedad y desolación. ¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, dijo
Marduk a su padre.
¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no
estás hechizado con la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano,
la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío.
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes,
en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la Tierra,
cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.
Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron en la Luna;
midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región del Sol,
Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó Enki a Marduk.
Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá de la
barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros seis, eran doce en total, doce era la
cuenta del Sol y su familia. De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol;
Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, su progenitor,
las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los movimientos de Nibiru, no descendiente
del Sol, esbozó la anchura de la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.
En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las estrellas;
Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en toda
la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, emparejó a cada una con los doce
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de la familia del Sol,
a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. Luego, en los cielos por debajo del Camino
de Anu, por donde Nibiru se
aproxima al Sol,
diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; también le asignó a él doce
constelaciones por sus formas. A los cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó
el Camino de Enlil,
también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y seis fueron las constelaciones de estrellas,
en los tres Caminos
estaban ubicadas. En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se vaya, desde la Tierra su
curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se designará la posición de la Tierra mientras viaja
alrededor del Sol! Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo Celestial: Cuando llegué a la
Tierra, la estación a la que di final, la Estación de los
Peces fue nombrada,
¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk.
Tu sabiduría abarca los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión,
¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan separados! Así le dijo Marduk a su padre.
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué es lo que no sabes, qué es lo que echas en
falta?, le dijo Enki.
¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había
angustia en su voz. Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a forjar al Trabajador
Primitivo,
no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue convocada,
no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue invitado,
¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado hemos sido privados!
Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no tú, es
el Heredero Legal;
tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú,
sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací,
sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí enviarlo
o retenerlo,
la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos.
Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo,
el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de nuevo?
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será!
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya habrá!
Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, y de cómo los Trabajadores Primitivos
volvieron al Edin.
Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron ausentes de la Tierra;
en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; Marduk ha abandonado la estación de
paso de Lahmu, los Igigi están
ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de polvo, los daños
que pueda haber nos son desconocidos.
El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido,
desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a partir de entonces, ya no será necesaria una
estación de paso en Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en estas materias,
¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, sea Ninurta su primer comandante!
Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlü; a Enlil, una respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra;
¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk,
a la Tierra regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una estación de paso
ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea
está reservada para Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los Igigi, Marduk tiene
conocimientos de
esos trabajos,
que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con
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preocupación: ¡Ahora los hijos se ven
afectados por las rivalidades!
Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: El Lugar de los Carros para conducir el
oro por nuevos caminos está designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a partir
de ahora.
Ni Enlil ni Enki, ni Ninurta ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma la responsabilidad la tercera generación,
sea Utu el comandante! ¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre Sippar, Ciudad Pájaro!
Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey.
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la Tierra,
por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se situaron como
en círculos,
se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las montañas
él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los cielos en
norte,
donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra;
¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.
En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; se le dio el mando al héroe Utu, nieto de
Enlil. Se forjó para él un casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente hasta Sippar;
deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu a la Tierra,
desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.
Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración.
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas;
antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas.
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro trabajo está próximo!
En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y almacenado en Nibiru,
podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí
reunidos, les transmitió una gran esperanza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro llevaba
con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó el mando en
Bad-Tibira.
Marduk no volvió a Lahmu; tampoco fue al Abzu con su padre. Deseaba vagar por todas las tierras, recorrer la
Tierra en su nave celeste, de los Igigi, algunos en Lahmu, otros en la Tierra, se hizo a Utu comandante. Tras el
regreso de Anu a Nibiru, los líderes en la Tierra tenían grandes
expectativas:
esperaban que los Anunnaki trabajaran con renovado vigor. Amasar rápidamente oro, para volver a casa
cuanto antes. ¡Pero eso, ay, no fue lo que vino a suceder! En el Abzu, las expectativas de los Anunnaki no eran
las de continuar con
el duro trabajo, sino las de liberarse de él,
¡ahora que los Terrestres están proliferando, que se encarguen ellos del trabajo!
Así decían los Anunnaki en el Abzu.
En el Edin, los trabajos eran mayores; hacían falta más moradas, más provisiones. Los héroes del Edin
exigieron Trabajadores Primitivos, hasta entonces
confinados en el Abzu, ¡Durante cuarenta Shars, sólo se ha proporcionado alivio en el trabajo en
el Abzu!, gritaban los héroes en el Edin, nuestro trabajo se ha incrementado más allá de toda resistencia,
¡tengamos
también Trabajadores! Mientras Enki y Enlil debatían el asunto, Ninurta tomó la decisión en sus
manos:
dirigió una expedición hasta el Abzu con cincuenta héroes, iban pertrechados con armas.
En los bosques y las estepas del Abzu, persiguieron a los Terrestres,
con redes los capturaron, llevaron varones y hembras al Edin.
Los entrenaron para hacer todo tipo de faenas, tanto en los huertos como en las ciudades.
Enki se enfadó con lo sucedido, también se enfureció Enlil:
¡Has revocado mi decisión de expulsar a Adamu y a Ti-Amat! Así le dijo Enlil a Ninurta.
¡Para que no se repitiera en el Edin el motín que hubo una vez en el Abzu!
Así le dijo Ninurta a Enlil. Con los Terrestres en el Edin, los héroes se cal
marán,
¡unos cuantos Shars más, y no habrá de qué preocuparse! Así dijo Ninurta
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a Enlil.
Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru!
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, prolifera-ban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores los Anunnaki,
los Anunnaki no se saciaban con los alimentos;
en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas,
los Terrestres estaban buscando comida constantemente.
En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales,
no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki:
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la salvación!
Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado,
de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki estaba preocupado;
el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su descontento había decrecido,
con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.
Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo era insuficiente para todos; en tres Shars más
hubo escasez de pescado y de caza, ni Anunnaki ni
Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su corazón, Enki estaba planeando una
nueva empresa; concebía la creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados por ellos
para ser cultivados, ovejas para
que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; reflexionaba
sobre cómo conseguirlo.
Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, reflexionó sobre los Terrestres en el Edin,
en las ciudades y en los huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que no se haya
combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se
estaban degradando hacia sus antepasados salvajes!
Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y observó;
con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio que en la orilla del río se bañaban y
retozaban unos Terrestres; entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus senos.
Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le
preguntó Enki a su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las jóvenes!, le dijo Isimud
a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a tierra firme.
Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó;
dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su semen, en el
apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del
señor Enki.
Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo.
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó;
dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos.
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen
del señor Enki.
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas!
Así le dijo Enki a su visir Isimud.
Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera joven se puso en cuclillas y dio a luz, de
ella nació un niño; la segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una niña. Al amanecer y al
crepúsculo, lo cual delimita un día, en el mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer
y Crepúsculo, a partir de entonces
se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, engendrados por Enki, nacieron los dos en
el Edin.
Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído hablar
de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído al ser al Hombre Civilizado! Enki dio
instrucciones a su visir, Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en
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secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; después de eso,
los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he encontrado!, dijo Isimud a todo
el mundo.
Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una
con Vida, llamó a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja era: de crecimiento más lento
que los Terrestres, mucho más rápidos de comprensión;
estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con palabras.
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos;
Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros,
¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud.
¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi imagen y
semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a partir de entonces, los Anunnaki y los
Terrestres quedarán saciados! Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki hasta
Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki a Enlil. Son rápidos en aprender, se les
pueden enseñar conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de las que se siembran, que se
nos traigan de Nibiru ovejas para repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la
agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son
similares a nosotros los Anunnaki en muchos aspectos!,
dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan aparecido por sí mismos en el
desierto!
Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con
gravedad, sacudía la cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, que haya emergido
una
nueva raza de Terrestres,
que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede enseñar agricultura y pastoreo, oficios y
elaboración de herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva raza! Se transmitieron palabras de la nueva
raza a Anu, en Nibiru. ¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!
Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, les dijo en respuesta.
¡pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan rápidamente un Hombre Civilizado a partir
del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su matriz.
Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y ovejas para el pastoreo,
que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en
Nibiru.
¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el
Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.
Sinopsis de la Octava Tablilla
La amplia comprensión de Adapa asombra a los sabios en Nibiru
Por orden de Anu, llevan a Adapa a Nibiru
El primer viaje espacial de un Terrestre Enki revela a Anu la verdad de su paternidad de Adapa Enki justifica
su acción por la necesidad de alimentos Se envía de vuelta a Adapa para que comience con la agricultura y
el pastoreo Enlil y Enki crean semillas de cultivo y linajes de ovejas
Ninurta enseña el cultivo a Ka-in
Marduk le enseña a Abael el pastoreo y la elaboración de la lana Luchando por el agua, Ka-in golpea y da
muerte a Abael
Ka-in es juzgado por asesinato y sentenciado al exilio
Adapa y Titi tienen otros descendientes que se casan entre ellos
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En su lecho de muerte, Adapa bendice a su hijo Sati como su heredero
Un descendiente, Enkime, es llevado a Lahmu por Marduk
Ninurta y su símbolo del Águila Divina
LA OCTAVA TABLILLA
¡Tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.
A Enlil no le complacía la decisión: ¡Quién iba a pensar esto,
que forjado por un Trabajador Primitivo, el ser se haría como nosotros,
dotado de conocimiento, que entre el Cielo y la Tierra viajaría!
En Nibiru, beberá de las aguas de la larga vida, comerá el alimento de la
larga vida,
¡como uno de nosotros, los Anunnaki, el de la Tierra se convertirá! Así decía Enlil a Enki y a los demás líderes.
Enki tampoco estaba complacido con la decisión de Anu; después de que
hablara Anu, su rostro se puso sombrío. Después de que hablara Enlil, Enki se mostró de acuerdo con su
hermano
Enlil:
¡Es cierto, quién lo iba a pensar! Así dijo Enki a los demás. Los hermanos se sentaron y reflexionaron; Ninmah
también se sentó con
ellos para deliberar. ¡El mandato de Anu no se puede evitar!, les dijo ella.
¡Que nuestros jóvenes acompañen a Adapa a Nibiru, su miedo a disminuir, se le explique a Anu! Así dijo Enki a
los demás. ¡Que Ningishzidda y Dumuzi sean sus acom- pañantes,
y que, de paso, vean con sus propios ojos Nibiru por vez primera!
Ninmah apoyó la sugerencia: Nuestros jóvenes, nacidos en la Tierra,
se están olvidando de Nibiru, sus ciclos vitales se están viendo superados por los de la Tierra;
viajen los dos hijos de Enki, sin casar todavía, a Nibiru,
¡Quizás encuentren novias allí para sí mismos!
Cuando llegó a Sippar la siguiente cámara celestial procedente de Nibiru,
Ilabrat, un visir de Anu, salió de la cámara.
¡Vengo en busca del Terrestre Adapa! Así dijo a los líderes.
Los líderes le presentaron a Adapa a Ilabrat; también le mostraron a Titi
y a sus hijos.
¡Ciertamente, tienen nuestra imagen y semejanza! Así dijo Ilabrat. Se le presentaron a Ilabrat a Ningishzidda y
a Dumuzi, hijos de Enki. ¡Se les ha elegido para que acompañen a Adapa en su viaje!, le dijo Enki. ¡Anu estará
complacido de ver a sus nietos! Así dijo Ilabrat. Enki convocó ante él a Adapa para darle instrucciones. A
Adapa le dijo así: Adapa, a Nibiru, el planeta de donde hemos venido, vas a ir, ante Anu, nuestro rey, llegarás,
ante su majestad se te presentará; ante él te inclinarás. ¡Habla sólo cuando se te pregunte, da breves
respuestas a las preguntas!
Se te dará ropa nueva; ponte las prendas nuevas. Te darán un pan que no se encuentra en la Tierra; ¡el pan es
mortal, no lo
comas! Te darán un elixir en un cáliz para que lo bebas; ¡el elixir es mortal, no
bebas de él! Contigo irán mis hijos, Ningishzidda y Dumuzi, ¡atiende a sus palabras,
y vivirás!
Así instruyó Enki a Adapa. ¡Lo recordaré!, dijo Adapa. Enki convocó a Ningishzidda y a Dumuzi y les dio una
bendición y consejo. Vais a ir ante Anu, el rey, mi padre; ante él os inclinaréis y le rendiréis pleitesía;
no os encojáis ante príncipes ni ante nobles, de ellos sois sus iguales. ¡Vuestra misión es traer a Adapa de
vuelta a la Tierra, no os dejéis hechizar por las delicias de Nibiru! ¡Lo recordaremos!, dijeron Ningishzidda y
Dumuzi. Enki abrazó al más joven, Dumuzi, le besó en la frente; Enki abrazó al sabio, a Ningishzidda, le besó
en la frente. A hurtadillas, puso una tablilla sellada en la mano de Ningishzidda, ¡A mi padre, Anu, entregarás
esta tablilla en secreto! Así le dijo Enki a Ningishzidda.
Después, partieron hacia Sippar los dos junto con Adapa, al Lugar de los Carros Celestiales fueron,
ante Ilabrat, el visir de Anu, se presentaron los tres.
A Ningishzidda y a Dumuzi se les dio el atuendo de Igigi, se vistieron como águilas celestiales.
En cuanto a Adapa, se le afeitó su cabello suelto, se le dio un casco como el de un águila,
en lugar de su taparrabos, le hicieron ponerse una vestimenta ajustada, se le puso entre Ningishzidda y
Dumuzi en el interior de Lo Que Asciende. Cuando se dio la señal, el Carro Celestial rugió y se estremeció;
Adapa se encogió de miedo y gritó: ¡El águila sin alas se está elevando!
Ningishzidda y Dumuzi le pusieron los brazos en los costados, con palabras tranquilas lo calmaron.
Cuando se elevaron en lo alto una legua, echaron un vistazo sobre la Tierra;
vieron sus tierras, separadas en partes por mares y océanos. Cuando estuvieron a dos leguas de altura, el
océano se había hecho pequeño como una bañera, la tierra era del tamaño de una cesta.
Cuando estuvieron a tres leguas de altura, nuevamente echaron un vistazo al lugar del que habían partido;
la Tierra era ahora una bola pequeña, tragada por un mar de oscuridad en la vastedad.
De nuevo, Adapa se agitó; se encogió y gritó: ¡Llevadme de vuelta!, gritó.
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Ningishzidda puso la mano en la nuca de Adapa; en un instante, Adapa se tranquilizó.
Cuando aterrizaron en Nibiru, había mucha curiosidad,
por ver a los hijos de Enki, nacidos en la Tierra, pero incluso más por encontrase con un Terrestre:
¡Ha llegado a Nibiru un ser de otro mundo! Así decían las masas.
Fueron llevados con Ilabrat al palacio, para ser lavados y perfumados con ungüentos.
Se les dieron vestimentas frescas y adecuadas;
Teniendo en cuenta las palabras de Enki, Adapa se puso las nuevas ropas. En el palacio, nobles y héroes se
arremolinaban; en el salón del trono, se reunían los príncipes y los consejeros.
Ilabrat les llevó hasta el salón del trono, Adapa detrás de él; luego, los dos
hijos de Enki. En el salón del trono, ante Anu, el rey, se inclinaron; Anu se adelantó
desde su trono. ¡Mis nietos! ¡Mis nietos!, exclamaba. Abrazó a Dumuzi, abrazó a Ningishzidda,
con lágrimas en los ojos los abrazó, los besó. Ofreció a Dumuzi que se sentara a su derecha, Ningishzidda se
sentó a su
izquierda.
Después, Ilabrat le presentó a Anu a Adapa, el Terrestre. ¿Entiende lo que hablamos?, le preguntó el rey a
Ilabrat. ¡Por supuesto, le enseñó el señor Enki!, respondió Ilabrat. ¡Ven aquí!, dijo Anu a Adapa. ¿Cómo te
llamas y cuál es tu ocupación? Adapa se adelantó, de nuevo se inclinó: ¡Mi nombre es Adapa, sirviente
del señor Enki!
Así habló Adapa; sus palabras causaron gran asombro. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!,
declaró Anu. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, exclamaron los reunidos.
¡Que se celebre, demos la bienvenida a nuestros invitados!, dijo Anu. Anu llevó a todos los que se habían
reunido hasta el salón de banquetes,
indicando alegremente hacia las mesas llenas.
En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa pan de Nibiru; Adapa no comió. En las mesas llenas, le ofrecieron a
Adapa elixir de Nibiru; Adapa no bebió. Anu, el rey, quedó confundido con esto, estaba ofendido: ¿Por qué ha
enviado Enki a Nibiru a este maleducado Terrestre, para revelarle los caminos celestes? ¡Venga, Adapa!, le
dijo Anu a Adapa. ¿Por qué no comes ni bebes, por qué
rechazas nuestra hospitalidad?
Mi maestro, el señor Enki, me ordenó: ¡No comas pan, no bebas elixir! Así respondió Adapa al rey Anu. ¡Qué
extraño es esto!, dijo Anu. ¿Para qué le iba a prohibir Enki nuestra
comida y nuestro elixir a un Terrestre?
Le preguntó a Ilabrat, le preguntó a Dumuzi; Ilabrat no sabía la respuesta, Dumuzi no pudo explicárselo.
Le preguntó a Ningishzidda. ¡Quizá se encuentre aquí la respuesta!, le dijo Ningishzidda a Anu.
Y entonces le dio a Anu, el rey, la tablilla secreta que había llevado escondida.
Anu estaba confuso, Anu estaba preocupado; se fue a su cámara privada para descifrar la tablilla.
Viene ahora el relato de Adapa, el progenitor de la Humanidad Civilizada, y de cómo por sus hijos, Ka-in y
Abael, se dio inicio a la saciedad en la
Tierra.
En su cámara privada, Anu rompió el sello de la tablilla, insertó la tablilla en el explorador para descifrar el
mensaje de Enki.
¡Adapa nació por mi simiente de una mujer Terrestre! Así decía el mensaje de Enki.
Del mismo modo, Titi fue concebida por mi simiente en otra mujer
Terrestre. Están dotados de sabiduría y de palabra; pero no de la larga vida de Nibiru.
Adapa no debería comer del pan de la larga vida, tampoco debería beber del elixir de la larga vida.
Adapa debe volver para vivir y morir en la Tierra, la mortalidad debe ser
su suerte, ¡con la siembra y el pastoreo de sus descendientes, habrá saciedad en la
Tierra! Así reveló Enki el secreto de Adapa a su padre, Anu.
Anu quedó sorprendido con el mensaje secreto de Enki; no sabía si enfadarse o reír.
Llamó a Ilabrat, su visir, a su cámara privada, a él le dijo:
¡Este hijo mío, Ea, ni siquiera como Enki ha enmendado su libertinaje con las mujeres!
A Ilabrat, su visir, le mostró el mensaje de la tablilla. ¿Cuáles son las normas, qué debe hacer el rey?, le
preguntó Anu a su visir. Nuestras normas permiten las concubinas; ¡pero no existen normas de cohabitación
interplanetaria!
Así le respondió Ilabrat al rey. ¡Si hay algún perjuicio, que se restrinja,
que Adapa vuelva inmediatamente a la Tierra, que Ningishzidda y Dumuzi
se queden más tiempo!
Después, Anu llamó a Ningishzidda a su cámara privada; ¿Sabes lo que decía el mensaje de tu padre?, le
preguntó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó la cabeza, con un susurro dijo: No lo sé, pero puedo adivinarlo. He
sometido a prueba la esencia vital de
Adapa, ¡es de la simiente de Enki! ¡Ése es en verdad el mensaje!, le dijo Anu. ¡Adapa debe volver a la Tierra
inmediatamente,
su destino será convertirse en el progenitor del Hombre Civilizado! ¡En cuanto a ti, Ningishzidda, volverás a la
Tierra con Adapa, de la Humanidad Civilizada, al lado de tu padre, serás el maestro! Ésa fue la decisión de
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Anu, el rey; él determinó el destino de Adapa y el
de Ningishzidda. Anu y los otros dos volvieron junto a los sabios y nobles reunidos, junto
a los príncipes y los consejeros, Anu anunció palabras de decisión ante los asambleados: No se debe extender
en demasía la bienvenida al Terrestre, en nuestro planeta no puede comer ni beber; todos hemos visto sus
asombrosas capacidades, dejemos que vuelva a la
Tierra,
¡labren los campos en la Tierra sus descendientes, y pastoreen en las praderas!
Para cuidar de su seguridad y evitar su agitación, Ningishzidda volverá
con él, con él se enviarán las semillas de cereales de Nibiru, que se multiplicarán
en la Tierra;
Dumuzi, el más joven, permanecerá con nosotros durante un Shar, ¡Después volverá con ovejas y la esencia
de las ovejas! Ésta fue la decisión de Anu, ante las palabras del rey todos inclinaron la
cabeza en señal de acuerdo. En el momento señalado, Ningishzidda y Adapa fueron llevados hasta el
Lugar de los Carros Celestiales,
Anu y Dumuzi, Ilabrat y los consejeros, nobles y héroes fueron a despedirlos.
Hubo estruendo y estremecimiento, y el carro se elevó;
vieron como el planeta Nibiru se hacía más pequeño, después vieron los cielos desde el horizonte hasta el
cenit.
En el viaje, Ningishzidda le habló a Adapa de los dioses planetas.
Del Sol, la Tierra y la Luna le dio lecciones,
le enseñó cómo se siguen los meses y cómo se cuenta el año de la Tierra.
Cuando regresaron a la Tierra, Ningishzidda le relató a su padre, Enki, todo lo que había sucedido.
Enki se rió y se dio palmadas en los muslos: ¡Todo fue como yo esperaba!,
dijo con regocijo; ¡Excepto la retención de Dumuzi, que es desconcertante para mí! Así dijo
Enki.
Enlil se quedó muy desconcertado por el rápido regreso de Ningishzidda y de Adapa,
¿Qué ocurre, qué pasa por Nibiru?, preguntó a Enki y a Ningishzidda. ¡Llamemos también a Ninmah, que sepa
también lo que pasa!, le dijo Enki. Después de que llegara Ninmah, Ningishzidda les contó todo a Enlil y a ella.
Enki también contó lo de su cohabitación con las dos hembras Terrestres;
¡No he roto ninguna norma, he asegurado nuestra saciedad! Así les dijo Enki.
¡No has roto ninguna norma, pero con una acción precipitada has determinado los hados de los Anunnaki y los
Terrestres!
Así dijo Enlil, enfurecido. ¡Ahora, la suerte está echada, el hado se ha
impuesto al destino!
Enlil se dejó llevar por la furia, con ira se dio la vuelta y los dejó plantados. Marduk llegó a Eridú, le había
llamado su madre Damkina. El quería verificar los extraños acontecimientos de su padre y su hermano. Padre y
hermano decidieron ocultarle el secreto a Marduk; Anu estaba cautivado con lo del Hombre Civilizado, ¡dio la
orden de que
todos en la Tierra se saciaran de inmediato! Así, sólo revelaron parte de la verdad a Marduk.
Marduk quedó impresionado con Adapa y Titi, les tomó cariño a los niños. ¡Mientras Ningishzidda instruye a
Adapa, dejad que sea yo el maestro de
los niños!
Así dijo Marduk a su padre Enki y a Enlil.
¡Que Marduk enseñe a uno, que Ninurta enseñe al otro!, les respondió
Enlil. Ningishzidda se quedó en Eridú con Adapa y con Titi, le enseñó a Adapa
los números y la escritura.
Ninurta se llevó al gemelo que nació primero a su ciudad, a Bad-Tibira, Ka-in, Aquél Que en el Campo Hace
Crecer Alimentos, le llamó. Le enseñó a cavar canales de irrigación, a sembrar y a cosechar le enseñó. Ninurta
hizo para Ka-in un arado con madera de los árboles, para que con
él labrara la tierra.
Al otro hermano, hijo de Adapa, se lo llevó Marduk a las praderas, Abael, El de las Praderas Mojadas, le llamó
a partir de entonces. Marduk le enseñó cómo construir rediles; para empezar con el pastoreo,
esperaron el regreso de Dumuzi. Cuando se cumplió el Shar, Dumuzi regresó a la Tierra, la simiente esencial
de la oveja y ovejas para la cría trajo con él, ¡transportó animales cuadrúpedos de Nibiru hasta otro planeta, la
Tierra! Su regreso con simiente esencial y ovejas fue causa de muchas celebraciones,
al cuidado de su padre, Enki, Dumuzi regresó con su preciosa carga. Entonces, los líderes se reunieron,
reflexionaron sobre cómo proceder con
la nueva especie: Nunca antes había habido una oveja en la Tierra, nunca se había dejado
caer un cordero desde los cielos a la Tierra, nunca antes una cabra había alumbrado a su cabrito, ¡nunca
antes se había tejido lana de oveja! Los líderes Anunnaki, Enki y Enlil, Ninmah y Ningishzidda, que fueron
los creadores,
decidieron establecer una Cámara de Creación, una Casa de Elaboración. Sobre el puro montículo del Lugar
de Aterrizaje, en las Montañas de los
Cedros, se estableció, la Cámara de Creación se estableció cerca de donde se habían plantado las
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simientes de elixir que había traído Ninmah, allí comenzó la multiplicación de cereales y de ovejas en la
Tierra. Ninurta era el mentor de Ka-in para la siembra y la cosecha,
Marduk era el mentor de Abael en las artes de cría y pastoreo de ovejas y corderos.
¡Cuando se recojan las primeras cosechas, cuando madure la primera oveja,
se hará la Celebración de las Primicias!, proclamó Enlil como decreto.
Ante los Anunnaki reunidos se presentaron los primeros granos, los primeros corderos,
a los pies de Enlil y Enki, Ka-in puso su ofrenda, dirigido por Ninurta; a los pies de Enlil y Enki, Abael puso su
ofrenda, dirigido por Marduk. Enlil dio a los hermanos una alegre bendición, ensalzó sus labores.
Enki abrazó a su hijo Marduk, levantó el cordero para que todos lo vier ¡Carne para comer, lana para vestir ha
llegado a la Tierra!, dijo Enki.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa,
y el del asesinato de Abael por Ka-in, y lo que sucedió después.
Cuanto terminó la Celebración de las Primicias, la cara de Ka-in estaba sombría;
se sentía muy herido porque Enki no le había bendecido.
Cuando los hermanos volvieron a sus trabajos, Abael alardeó delante de su hermano:
¡Yo soy el que trae la abundancia, el que sacia a los Anunnaki,
el que da fuerza a los héroes, el que proporciona lana para sus ropas!
Ka-in se sintió ofendido con las palabras de su hermano, objetó contundentemente su alarde:
¡Soy yo el que llena de abundancia las llanuras, el que hace pesados de grano los surcos,
en cuyos campos se multiplican los pájaros, en cuyos canales se hacen abundantes los peces,
el pan sustentador lo produzco yo, con pescado y caza he variado la dieta de los Anunnaki!
Una y otra vez, los gemelos discutían entre sí, a lo largo del invierno discutieron.
Cuando llegó el verano, no hubo lluvia; las praderas estaban secas, los pastos disminuían.
Abael llevó sus rebaños a los campos de su hermano, para que bebieran
agua de los surcos y los canales. Ka-in se enfureció por esto; le ordenó a su hermano que se llevara los
rebaños.
Agricultor y pastor, hermano y hermano, palabras de acusación pronunciaron.
Se escupieron uno a otro, con los puños pelearon. Sumamente enfurecido, Ka-in tomó una piedra, con ella le
golpeó en la
cabeza a Abael.
Una y otra vez le golpeó, hasta que Abael cayó, manando sangre de él. Abael quedó en el suelo inmóvil, su
alma había partido de él. Ka-in se quedó junto al hermano al que había dado muerte, durante mucho
tiempo estuvo sentado, llorando.
Fue Titi la primera en saber, por una premonición, lo del asesinato: En una visión-sueño, mientras dormía, vio
la sangre de Abael, estaba en la
mano de Ka-in.
Ella despertó a Adapa de su sueño, a él le contó su visión-sueño. Un gran pesar llena mi corazón, ¿habrá
sucedido algo terrible? Así le dijo Titi a Adapa; estaba muy agitada.
A la mañana siguiente, partieron los dos de Eridú; fueron hasta donde solían encontrarse Ka-in y Abael.
Encontraron en el campo a Ka-in, todavía estaba sentado junto al muerto
Abael. Titi soltó un gran grito de angustia, Adapa se puso barro sobre la cabeza.
¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?, le gritaron a Ka-in.
Silencio fue la respuesta de Ka-in; se echó al suelo y lloró.
Adapa volvió a la ciudad de Eridú, le contó al señor Enki lo que había
sucedido.
Enki se enfrentó a Ka-in con furia. ¡Maldito seas!, le dijo. ¡Tienes que irte del Edin, no te vas a quedar entre los
Anunnaki y los
Terrestres Civilizados! En cuanto a Abael, su cuerpo no puede quedarse en los campos debido
a las aves salvajes;
como es costumbre entre los Anunnaki, será enterrado en una tumba, debajo de un montón de piedras.
Enki les mostró a Adapa y a Titi cómo enterrar a Abael, pues la costumbre les era desconocida a ellos.
Durante treinta días y treinta noches, fue Abael llorado por sus padres. Ka-in fue llevado a Eridú para ser
juzgado, Enki deseaba que se pronunciara una sentencia de exilio.
¡Por su acción, Ka-in debe ser muerto! Así, con ira, dijo Marduk.
¡Que se reúnan los Siete Que Juzgan! Así dijo Ninurta, el mentor de Ka-in.
¿Quién ha oído hablar nunca de una reunión así?, gritó Marduk, ¿Que para
uno que no es de Nibiru haya que llamar a los líderes Anunnaki para
que juzguen?
¿No es suficiente que el apadrinado por Ninurta haya asesinado a aquel al que yo favorecía?
¿No es así como Ninurta venció a Anzu, así se levantó Ka-in contra su hermano?
¡La suerte de Ka-in debe de ser como la suerte de Anzu, se le tiene que extinguir el aliento vital!
Así le dijo Marduk, lleno de ira, a Enki, Enlil y Ninurta.
Ninurta se entristeció con las palabras de Marduk; silencio, no palabras, fue su respuesta.
¡Dejad que hable en privado con mi hijo Marduk!, les dijo Enki.
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Cuando en las cámaras privadas de Enki estuvieron él y Marduk,
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! Enki le habló suavemente a Marduk. Tu angustia es
grande. ¡No agravemos la angustia con más angustia! ¡Deja que te cuente un secreto que mucho me pesa
en el corazón!
En cierta ocasión, mientras paseaba por el río, dos doncellas Terrestres cautivaron mi capricho,
por ellas, de mi simiente, fueron concebidos Adapa y Titi,
una nueva clase de Terrestres, un Hombre Civilizado, se trajo de este modo a la Tierra;
nuestro rey, Anu, tenía dudas de si serían capaces de procrear, con el nacimiento de Ka-in y de Abael, Anu y el
consejo en Nibiru se convencieron.
Una nueva fase de la presencia Anunnaki en este planeta fue bienvenida y aprobada;
ahora que Abael ha sido asesinado, y si a Ka-in se le extingue también,
¡la saciedad llegará a su final, los motines se repetirán, todo lo que se ha
conseguido se desmoronará!
No es de sorprender que le tomaras cariño a Abael, ¡era el hijo de tu hermanastro!
Ahora, ten piedad del otro, ¡deja que sobreviva el linaje de Adapa! Este secreto le reveló Enki a Marduk con
tristeza.
Al principio, Marduk se sorprendió con la revelación, después se vio vencido por la risa: De tus proezas
haciendo el amor mucho se ha rumoreado, ¡ahora estoy
convencido de ello!
¡Perdónese la vida de Ka-in, que se le destierre a los confines de la Tierra! Así le dijo Marduk a su padre,
cambiando de la ira a la risa. En Eridú, Enki pronunció la sentencia sobre Ka-in: ¡Ka-in debe partir hacia el este,
a una tierra por la que errará por su mala
acción,
pero su vida debe ser perdonada, a él y a sus generaciones se les distinguirá!
Ningishzidda alteró la esencia vital de Ka-in:
Ninghishzidda cambió la esencia vital de Ka-in para que en su cara no creciera la barba. Con su hermana
Awan como esposa, Ka-in partió del Edin, a la Tierra de
Errar se encaminó.
Entonces, los Anunnaki se sentaron y se preguntaron entre sí: Sin Abael, sin Ka-in, ¿quién hará crecer el
cereal y hará pan para nosotros, quién será el pastor, las ovejas multiplicará, de lana para ropa proveerá? ¡Que
por Adapa y Titi haya más proliferación! Así dijeron los Anunnaki. Con la bendición de Enki, Adapa conoció una
y otra vez a su esposa Titi; una hija, otra hija, cada vez, una y otra vez nacían. En el nonagésimo quinto Shar,
Adapa y Titi tuvieron finalmente un hijo; Sati, El Que Ata la Vida de Nuevo, le llamó Titi; por él se contaron las
generaciones de Adapa.
En total, treinta hijos y treinta hijas tuvieron Adapa y Titi, de ellos, hubo labradores de la tierra y pastores que
trabajaron para los
Anunnaki, por ellos volvió la saciedad a los Anunnaki y a los Terrestres Civilizados.
En el nonagésimo séptimo Shar, a Sati le nació un hijo de su esposa Azura.
Se le anotó en los anales con el nombre de Enshi; Maestro de la Humanidad significaba su nombre.
Adapa, su padre, le hizo comprender la escritura y los números,
y Adapa le contó a Enshi quiénes eran los Anunnaki y todo sobre Nibiru.
Los hijos de Enlil le llevaron a Nibru-ki; le enseñaron secretos de los Anunnaki.
Nannar, el mayor en la Tierra de Enlil, le mostró el modo de los ungüentos perfumados,
Ishkur, el más joven de Enlil, le enseñó a preparar el elixir de los frutos Inbu.
Fue a partir de entonces que los Anunnaki fueron llamados señores por el Hombre Civilizado.
Y fue el comienzo de los ritos de culto de los Anunnaki.
Después, Enshi tuvo un hijo con su hermana Noam;
Kunin, El de los Hornos, significaba su nombre.
Su tutor fue Ninurta, en Bad-Tibira aprendió de hornería y de hornos,
se le enseñó cómo hacer fuegos con betunes, cómo fundir y refinar;
en la fundición y el refinado del oro para Nibiru trabajaron él y sus descendientes.
En el nonagésimooctavo Shar ocurrió todo esto.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa después de que fuera
exiliado Ka-in,
y de los viajes celestiales de Enkime y de la muerte de Adapa. En el nonagésimonoveno Shar le nació un
hijo a Kunin, por Mualit, hermanastra de Kunin, fue concebido. Malalu, El Que Interpreta, le nombró ella;
sobresalía en música y en canto. Para él hizo Ninurta un arpa con cuerdas, conformó una flauta para él;
Malalu interpretaba himnos a Ninurta; junto con sus hijas, los cantaba ante Ninurta.
La esposa de Malalu era la hija del hermano de su padre, Dunna era su nombre.
En el centesimo Shar desde que comenzara la cuenta en la Tierra,
les nació un hijo a Malalu y a Dunna, era su primogénito;
Irid, El de las Aguas Dulces, le llamó su madre Dunna. '
Dumuzi le enseñó cómo excavar pozos, cómo proveer de agua a los rebaños en distantes praderas.
Fue allí, junto a los pozos en las praderas, que pastores y doncellas se reunieron,
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donde los desposorios y la proliferación de la Humanidad Civilizada abundó sobremanera.
En sus días, los Igigi venían con más frecuencia a la Tierra. Para observar y ver, los cielos poco a poco
abandonaron, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaban cada vez más; Enki le suplicó a Marduk que
estuviera con ellos en Lahmu, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaba Marduk fervientemente. En un
pozo, en las praderas, se encontró Irid con su esposa; Baraka era su nombre, era la hija del hermano de su
madre. A la conclusión del centesimo segundo Shar, les nació un hijo, con el nombre de Enki-Me, por Enki ME
Comprensión, se le llamó en los
anales.
Era sabio e inteligente, comprendió con rapidez los números. Tenía mucha curiosidad por los cielos y por todas
las materias celestiales. El señor Enki le tomó cariño, él le contó los secretos que una vez le revelara a Adapa.
De la familia del Sol y de los doce dioses celestiales le enseñó Enki, y de cómo los meses se contaban por la
Luna y los años por el Sol, y de cómo se contaban los Shars por Nibiru, y de cómo Enki combinaba
las cuentas,
de cómo el señor Enki había dividido el círculo de los cielos en doce partes, de cómo había asignado Enki una
constelación a cada una, doce estaciones en un gran círculo había dispuesto, de cómo, para honrar a los doce
grandes líderes Anunnaki, había puesto
nombres a las estaciones.
Enkime ansiaba explorar los cielos; hizo dos viajes celestiales. Y éste es el relato de los viajes de Enkime a los
cielos,
y de cómo dio comienzo Marduk a los matrimonios mixtos y a los problemas con los Igigi.
Se envió a Enkime para que estuviera con Marduk en el Lugar de Aterrizaje,
desde allí, Marduk se lo llevó en una nave espacial hasta la Luna.
Allí, Marduk le enseñó a Enkime lo que había aprendido de su padre, Enki.
Cuando Enkime volvió a la Tierra, se le envió para que estuviera con Utu en Sippar, el Lugar de los Carros.
Allí, Utu le dio a Enkime una tablilla para escribir lo que estaba aprendiendo,
Utu lo instaló en su brillante morada como un Príncipe de los Terrestres. Le enseñó los ritos, para comenzar
con las funciones del sacerdocio. Enkime residía en Sippar, con su esposa Edinni, una hermanastra, a
ellos les nació un hijo en el centesimo cuarto Shar,
Matushal le llamó su madre, El Que se Elevó por las Brillantes Aguas significaba su nombre.
Fue después de eso que Enkime hizo su segundo viaje a los cielos, esta vez también fue Marduk su
mentor y compañero.
En un carro celestial se remontaron hacia el cielo, hacia el Sol y más allá de él hicieron un círculo.
Marduk se lo llevó para visitar a los Igigi, en Lahmu,
los Igigi le tomaron cariño, de él aprendieron sobre los Terrestres Civilizados.
De él se dice en los Anales que partió hacia los cielos,
que en los cielos se quedó hasta el final de los días.
Antes de que Enkime partiera hacia los cielos, de todo lo que en los cielos se le había enseñado,
hizo un registro por escrito Enkime, para que sus hijos lo supieran lo escribió;
tomó nota de todo lo que hay en los cielos en la familia del Sol, y de las regiones de la Tierra y sus tierras y
sus ríos también. Confió sus escritos en manos de Matushal, su primogénito,
para que, junto con sus hermanos Ragim y Gaidad, los estudiara y se atuviera a ellos.
En el centesimo cuarto Shar había nacido Matushal,
él fue testigo de los problemas de los Igigi y de lo que Marduk había hecho.
A Matushal le nació un hijo de su esposa Ednat, Lu-Mach, Hombre
Poderoso, fue su nombre. En sus días, las condiciones sobre la Tierra se hicieron más difíciles; en los
campos y las praderas, los trabajadores se quejaban. Los Anunnaki designaron a Lu-Mach como capataz,
para hacer cumplir
las cuotas, para reducir las raciones. En sus días fue cuando a Adapa le llegó la hora de morir; y cuando
Adapa supo que sus días habían llegado a su fin, ¡Que todos mis hijos y los hijos de mis hijos se reúnan ante
mí!, dijo. Para que antes de que yo muera pueda bendecirles, y les hable antes de morir. Y cuando Sati y los
hijos de los hijos se habían reunido, ¿Dónde está Ka-in, mi primogénito?, les preguntó Adapa. ¡Id a buscarle!,
les dijo a todos ellos. Sati presentó el deseo de su padre ante el señor Enki, le preguntó al señor
qué hacer.
Entonces, Enki llamó a Ninurta: ¡Que el desterrado, de quien tú eras mentor, sea traído ante el lecho de muerte
de Adapa!
Ninurta se subió en su Pájaro del Cielo, hasta la Tierra de Errar voló;
sobre las tierras deambuló, buscó desde los cielos a Ka-in.
Y cuando lo encontró, llevó a Ka-in hasta Adapa como sobre las alas de
un Águila. Cuando se le informó a Adapa de la llegada de su hijo, ¡Que vengan ante
mí Ka-in y Sati!, dijo Adapa. Los dos fueron ante su padre; Ka-in, el primogénito, a su derecha. Sati,
a su izquierda.
Y fallándole la visión a Adapa, para reconocer a sus hijos tocó sus rostros;
y el rostro de Ka-in, a la derecha, era imberbe, y el rostro de Sati, a la
izquierda, tenía barba.
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Y Adapa puso su mano derecha sobre la cabeza de Sati, el de la izquierda,
y le bendijo y dijo: De tu simiente se llenará la Tierra, y de tu simiente,
como un árbol con tres ramas, la Humanidad sobrevivirá a una Gran
Calamidad.
Y puso su mano izquierda sobre la cabeza de Ka-in, a su derecha, y le dijo: Por tu pecado, de tu derecho de
nacimiento estás privado, pero de tu
simiente vendrán siete naciones,
en un reino aparte medrarán, tierras distantes habitarán;
pero por haber asesinado a tu hermano con una piedra, por una piedra llegará tu fin.
Y cuando Adapa terminó de decir estas palabras, dejó caer las manos, suspiró
y dijo:
Llamad ahora a mi esposa Titi, y a todos los hijos y a todas las hijas,
y después de que mi espíritu me deje, llevadme al lugar en que nací, junto al río,
y enterradme con la cara hacia el Sol naciente.
Titi gritó como una bestia herida, cayó sobre sus rodillas al lado de Adapa.
Y los dos hijos de Adapa, Ka-in y Sati, envolvieron su cuerpo en una tela,
en una cueva que les mostró Titi, junto a las orillas del río, enterraron a Adapa.
En mitad del nonagésimotercer Shar había nacido, a finales del centesimo octavo murió.
Una larga vida para un Terrestre; pero no tenía el ciclo vital de Enki.
Y después de que Adapa fuera enterrado, Ka-in se despidió de su madre y
de su hermano.
Ninurta lo llevó de vuelta en su Pájaro del Cielo a la tierra de errar.
Y en un distante reino, Ka-in tuvo hijos e hijas,
y para ellos construyó una ciudad, y mientras la construía, la caída de una piedra le mató.
En el Edin, Lu-Mach sirvió a los Anunnaki como capataz,
en los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.
Sinopsis de la Novena Tablilla
La Humanidad prolifera; el linaje de Adapa sirve como realeza Desafiando a Enlil, Marduk se casa con una
mujer Terrestre
Trastornos celestiales y cambios climáticos afectan a Lahmu
Los Igigi descienden a la Tierra,
toman a mujeres Terrestres como esposas
El promiscuo Enki engendra un hijo humano, Ziusudra
Sequías y pestes causan sufrimientos en la Tierra
Enlil lo ve como una retribución por el hado, quiere volver a casa
Ninmah, envejecida por los ciclos de la Tierra, también quiere volver
Un emisario misterioso les advierte que no desafien su destino
Aumentan las señales de la inminencia de un calamitoso Diluvio
La mayoría de los Anunnaki empieza a partir hacia Nibiru Enlil impone un plan para dejar que la Humanidad
perezca Enki y Ninmah empiezan a preservar las Simientes de Vida de la Tierra El resto de los Anunnaki se
prepara para el Día del Diluvio Nergal, Señor del Mundo Inferior, ha de dar el aviso
Enki divulga el secreto del Diluvio
LA NOVENA TABLILLA
En los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.
En aquellos días, las tribulaciones eran crecientes en la Tierra,
en aquellos días, Lahmu estaba envuelto en polvo y aridez.
Los Anunnaki que decretan los hados, Enlil, Enki y Ninmah, consultaron entre sí.
Se preguntaban qué es lo que se estaba alterando en la Tierra y en Lahmu. Habían observado estallidos en el
Sol, había alteraciones en las fuerzas de la red de la Tierra y de Lahmu. En el Abzu, en la punta, frente a la
Blancatierra, instalaron instrumentos de observación;
los instrumentos se pusieron a cargo de Nergal, el hijo de Enki, y de su esposa Ereshkigal.
Ninurta fue asignado a la Tierra Más Allá de los Mares para establecer un Enlace Cielo-Tierra en las montañas.
En Lahmu, los Igigi estaban inquietos; a Marduk se le dio la tarea de pacificarlos:
¡Hasta que sepamos qué está causando las tribulaciones, debe mantenerse la estación de paso de Lahmu! Así
le dijeron los líderes a Marduk.
Los tres que decretan los destinos consultaron entre sí; se miraron unos a otros. ¡Qué viejos están!, pensó
cada uno sobre los demás. Enki, que lloraba la muerte de Adapa, fue el primero en hablar. ¡Han pasado más
de cien Shars desde que llegué!, dijo a su hermano y a su hermana.
Yo era entonces un gallardo líder;
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¡ahora, con barba, cansado y viejo!
¡ Yo era un héroe entusiasta, dispuesto a la jefatura y la aventura!, dijo después Enlil.
Ahora tengo hijos que tienen hijos, todos nacidos en la Tierra;
¡Nos hemos hecho viejos en la Tierra, pero los que nacieron en la Tierra
serán aún más viejos dentro de poco! Así, lamentándose, dijo Enlil a su hermano y a su hermana. ¡En cuanto a
mí, me llaman vieja oveja!, dijo Ninmah tristemente. ¡Mientras que el resto ha estado yendo y viniendo, ha
estado haciendo turnos de servicio, nosotros, los líderes, nos hemos quedado! ¡Quizás ha llegado el momento
de partir! Así dijo Enlil. De esto me suelo preguntar, les dijo Enki. ¡Cada vez que uno de nosotros tres desea
visitar Nibiru, siempre nos llegan palabras de Nibiru para impedir que vayamos! De eso yo también me
pregunto, dijo Enlil: ¿Es algo de Nibiru, algo de la Tierra? Quizás tiene que ver con las diferencias en los ciclos
vitales, dijo Ninmah.
Los tres líderes decidieron observar y ver lo que ocurre.
En aquel momento, el asunto estaba en manos del Hado, ¿o sería del Destino?
Por ello, vino a suceder que, poco después, Marduk vino hasta su padre Enki, deseaba discutir con su padre,
Enki, una cuestión de suma gravedad. En la Tierra, los tres hijos de Enlil habían elegido esposas: Ninurta se
había casado con Bau, una joven hija de Anu; Nannar había elegido a Ningal, Ishkur había tomado a Shala;
Nergal, tu hijo, ha tomado por esposa a Ereshkigal, nieta de Enlil, amenazando con matarla, arrancó de ella su
consentimiento. Por esperar mis desposorios, siendo tu primogénito, Nergal no esperó, los otros cuatro, por
deferencia, están esperando mis desposorios. ¡Deseo elegir novia, tener una esposa es mi deseo! Así le dijo
Marduk a su padre, Enki. ¡Tus palabras me hacen feliz!, le dijo Enki a Marduk. ¡Tu madre también se alegrará!
Marduk levantó la mano para que su padre guardara estas palabras ante Ninki. ¿Es acaso una de las jóvenes
que curan y dan socorro?, fue a preguntar Enki.
¡Es una descendiente de Adapa, de la Tierra, no de Nibiru, es!, dijo en un suave susurro Marduk.
Enki se quedó sin palabras, con el desconcierto en la mirada; después, pronunció palabras incontroladas:
¡¿Un príncipe de Nibiru, un Primogénito titulado para la sucesión, casarse con una Terrestre?!
¡No una Terrestre, sino una descendiente tuya!, le dijo Marduk.
¡Es una hija de Enkime, el que fuera arrebatado al cielo, su nombre es Sarpanit!
Enki llamó a su esposa Ninki, a ella le contó lo que ocurría con Marduk. Marduk le repitió a Ninki, su madre, el
deseo de su corazón, y dijo:
Cuando Enkime vino conmigo de viaje, y yo le estaba enseñando del cielo y la Tierra,
presencié con mis propios ojos lo que mi padre una vez me había contado:
Paso a paso, en este planeta, a partir de un ser Primitivo, hemos creado a uno como nosotros,
a nuestra imagen y semejanza es el Terrestre Civilizado, ¡excepto por la larga vida, es como nosotros!
¡Una hija de Enkime ha cautivado mi capricho, deseo casarme con ella!
Ninki ponderó las palabras de su hijo. Y la doncella, ¿aprecia tu mirada?, le preguntó a Marduk.
En verdad que sí, le dijo Marduk a su madre. ¡Ese no es un asunto para considerar!, dijo Enki levantando la
voz. Si nuestro hijo hiciera esto, nunca podría ir a Nibiru con su esposa, ¡perdería para siempre sus derechos
principescos sobre Nibiru!
A esto respondió Marduk con una sonrisa amarga: Mis derechos sobre Nibiru son inexistentes,
incluso en la Tierra, mis derechos como Primogénito han sido pisoteados.
Esta es mi decisión: ¡De príncipe a rey en la Tierra convertirme, señor de este planeta!
¡Así sea!, dijo Ninki. ¡Así sea!, dijo también Enki.
Llamaron a Matushal, el hermano de la novia; le hablaron del deseo de Marduk.
Matushal se vio abrumado, con humildad pero con alegría. ¡Así sea!, dijo. Cuando se le contó a Enlil la
decisión, se llenó de furia.
¡Una cosa es que el padre tenga relaciones sexuales con las Terrestres,
pero otra muy distinta es que el hijo se case con una Terrestre, concediéndole a ella el señorío!
Cuando se le contó el asunto a Ninmah, quedó enormemente decepcionada.
Marduk podría casarse con cualquier doncella de las nuestras, incluso podría elegir a cualquiera de mis propias
hijas, de las que tuve con
Enki, ¡podría casarse con sus hermanastras, como es la costumbre real!. Así dijo
Ninmah.
Con furia, Enlil le transmitió palabras sobre el asunto a Anu en Nibiru: ¡Este comportamiento ha ido demasiado
lejos, no se puede consentir!, le dijo Enlil a Anu, el rey. En Nibiru, Anu convocó a los consejeros para discutir
urgentemente el asunto.
No encontraron ninguna norma sobre ello en los libros de normas. Anu convocó también a los sabios para
discutir las consecuencias del asunto.
¡Adapa, el progenitor de la doncella, no pudo quedarse en Nibiru!, le dijeron a Anu.
¡Por tanto, a Marduk habría que impedirle regresar nunca a Nibiru con
ella! ¡Incluso habiéndose acostumbrado a los ciclos de la Tierra, a Marduk
podría resultarle imposible volver, aún sin ella!
Así le dijeron los sabios a Anu; con esto coincidieron también los consejeros. ¡Transmítase la decisión a la
Tierra!, dijo Anu: ¡Marduk puede casarse,
pero ya no será príncipe en Nibiru!
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