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domingo, 17 de julio de 2011

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Anu dio su aprobación al viaje; los astrónomos eligieron el momento adecuado para comenzarlo. En el Lugar
de los Carros se congregaron las multitudes, llegaron para despedir a los héroes y a su líder. Llevando cascos
de Águila, portando cada uno un traje de Pez, los héroes entraron al carro de uno en uno.
El último en embarcar fue Ea; de los congregados se despidió. Se arrodilló ante su padre, Anu, para recibir la
bendición del rey. Mi hijo, el Primogénito: un largo viaje has emprendido, para ponerte en peligro por todos
nosotros; que tu éxito destierre de Nibiru la calamidad; ¡ve y vuelve con vida! Así hizo Anu para pronunciar una
bendición para su hijo, despidiéndose de él.
La madre de Ea, a la que llamaban Ninul, lo apretó contra su pecho.
¿Por qué, después que me fueras dado como hijo de Anu, él te dotó con un corazón incansable?
¡Ve y vuelve, recorre sin novedad el peligroso camino!, le dijo ella.
Con ternura, Ea besó a su esposa, abrazó a Damkina sin palabras.
Enlil estrechó los brazos con su hermanastro. ¡Que seas bendito, que tengas éxito!, le dijo.
Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse.
Viene ahora el relato del viaje hasta el séptimo planeta, y de cómo se inició la leyenda del Diospez que vino de
las aguas. Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse. El asiento de
comandante estaba ocupado por Anzu, no por Ea; Anzu, no
Ea, era el comandante del carro; Aquel Que Conoce los Cielos significaba su nombre; para esta tarea se le
había seleccionado especialmente.
Era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia. El carro celestial guió con pericia; lo
elevó poderosamente de Nibiru, hacia el distante Sol lo dirigió.
Diez leguas, cien leguas el carro recorrió, mil leguas el carro viajó. El pequeño Gaga salió a recibirlos, les
transmitió a los héroes la bienvenida. La azulada Antu, hermosa y encantadora, le mostró el camino. Anzu se
sintió atraído ante su vista. ¡Examinemos sus aguas!, dijo Anzu. Ea dio la orden de continuar sin detenerse; es
un planeta sin retorno, dijo enérgicamente.
Hacia el celestial An, el tercero en la cuenta planetaria, prosiguió el carro. A su lado yacía An, su ejército de
lunas se arremolinaban. Los rayos del Probador revelaron la presencia de agua; se le indicó a Ea si era
necesario detenerse, Ea dijo que se continuara el viaje, hacia Anshar, el mayor de los príncipes del cielo, se
estaba dirigiendo. Pronto pudieron sentir el insidioso tirón de Anshar, y admiraron con temor
sus anillos de colores.
Con pericia, Anzu guió el carro, los demoledores peligros hábilmente evitó. La gigante Kishar, el mayor de los
planetas estables, fue el siguiente en encontrarse. La atracción de su red era abrumadora; con gran habilidad,
Anzu desvió el rumbo del carro.
Con furia, Kishar estuvo lanzando rayos al carro divino, dirigió su ejército hacia el intruso.
Lentamente, Kishar se alejó, para que el carro se encontrara con el siguiente enemigo: ¡más allá del quinto
planeta, el Brazalete Repujado estaba al acecho! Ea ordenó que en su artefacto se fijara un-zumbido, que se
preparara el Propulsor de Agua.
Hacia el ejército de rocas giratorias se precipitaba el carro, cada una, como la piedra de una honda, se dirigía
ferozmente hacia el carro. La palabra de Ea fue dada; con la fuerza de un millar de héroes, se lanzó la corriente
de agua. Una a una, las rocas volvieron la cara; ¡estaban dejando un sendero para el carro!
Pero, mientras una roca huía, otra atacaba en su lugar; ¡una multitud más allá de toda cuenta era su número,
un ejército buscando venganza por la división de Tiamat!
Una y otra vez, Ea dio las órdenes para que el Propulsor de Agua mantuviera un-zumbido;
Una y otra vez, se dirigieron corrientes de agua hacia el ejército de rocas;
Una y otra vez, las rocas volvieron sus caras, dejando un sendero para el carro. Y, después, al fin, el sendero
quedó claro; ¡el carro podía continuar sin daños!
Los héroes elevaron un grito de alegría; y doble fue la alegría ante la visión del Sol que ahora se revelaba.
En medio del regocijo, Anzu hizo sonar la alarma: para trazar el sendero, se había consumido demasiada agua,
¡no había agua suficiente para alimentar las Piedras ígneas del carro durante el resto del viaje!
En la oscura profundidad, podían ver el sexto planeta, estaba reflejando los rayos del Sol. Hay agua en Lahmu,
estaba diciendo Ea. ¿Puedes hacer descender el carro sobre él?, le preguntó a Anzu.
Diestramente, Anzu dirigió el carro hacia Lahmu; al llegar al dios celestial, a su alrededor hizo circundar el
carro.
La red del planeta no es grande, su atracción se puede manejar con facilidad, dijo Anzu.
Lahmu merecía ser contemplado, tenía muchos tonos; de blanca nieve era su gorro, de blanca nieve eran sus
sandalias.
Rojizo en su mitad, ¡en su mitad lagos y ríos relucían!
Hábilmente, Anzu hizo viajar al carro más despacio, junto a la orilla de un lago lo hizo descender suavemente.
Siguiendo las órdenes, los héroes extendieron Lo Que Aspira Agua, las entrañas del carro se llenaron con las
aguas del lago.
Mientras el carro se llenaba de agua, Ea y Anzu examinaron los alrededores.
Con el Probador y el Tomador de Muestras, determinaron todo lo que importa: las aguas eran buenas para
beber, había aire suficiente.
Todo se registró en los anales del carro, y se describió la necesidad de desviarse.
Reabastecido su vigor, el carro se remontó, despidiéndose del benévolo Lahmu.
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Más allá, el séptimo planeta estaba dando su vuelta; ¡la Tierra y su compañero estaban invitando al carro!
En el asiento del comandante, Anzu estaba sin palabras; Ea también estaba callado.
Delante de ellos estaba su destino, que contenía el oro de la salvación o la perdición de Nibiru.
¡El carro debe frenarse, o perecerá en la gruesa atmósfera de la Tierra!, declaró Anzu a Ea.
¡Haz círculos para frenar alrededor del compañero de la Tierra, la Luna!, le sugirió Ea.
Circundaron la Luna; yacía postrada y llena de cicatrices, tras la victoria de Nibiru en la Batalla Celestial.
Después de frenar así el carro, Anzu lo dirigió hacia el séptimo planeta.
Una vez, dos veces hizo circundar el carro alrededor del globo de la Tierra, aún más cerca de la Tierra Firme lo
hizo descender. Había tonos niveos en las dos terceras partes del planeta, de un tono oscuro era su parte
media. Podían ver los océanos, podían ver las Tierras Firmes; estaban buscando la señal de la baliza de Alalu.
Donde un océano tocaba tierra seca, donde cuatro ríos eran tragados por los pantanos, balizaba la señal de
Alalu.
¡El carro es demasiado pesado y grande para los pantanos!, declaró Anzu. ¡La red de atracción de la Tierra es
demasiado poderosa para descender en tierra seca!, anunció Anzu a Ea.
¡Ameriza! ¡Ameriza en las aguas del océano!, le gritó Ea a Anzu. Anzu dio una vuelta más alrededor del
planeta; con mucho cuidado, hizo descender el carro hacia el borde del océano. Llenó de aire los pulmones del
carro; en las aguas amerizó, no se hundió en las profundidades. En el Hablador se escuchó una voz: ¡Sed
bienvenidos a la Tierra!, estaba diciendo Alalu.
Por la transmisión de sus palabras, se determinó la dirección de su paradero. Hacia el lugar dirigió Anzu el
carro, flotando como un barco se movía sobre las aguas. Pronto se estrechó el amplio océano, apareciendo
tierras secas a ambos lados como dos guardianes.
En la parte izquierda, se elevaban colinas pardas; en la derecha, las montañas elevaban sus cabezas hasta el
cielo. Hacia el lugar de Alalu se dirigió el carro, iba flotando sobre las aguas como un barco. Por delante, la
tierra seca estaba cubierta de agua, los pantanos sustituían al océano. Anzu dio órdenes a los héroes, les
ordenó que se pusieran los trajes de peces. Entonces, se abrió una portezuela del carro, y los héroes
descendieron a los pantanos.
Ataron fuertes cuerdas al carro, con las cuerdas tiraron del carro. Las palabras transmitidas por Alalu llegaban
con más fuerza. ¡Rápido! ¡Rápido!, estaba diciendo.
Al filo de los pantanos, una visión había que contemplar: reluciendo bajo los rayos del Sol, había un carro de
Nibiru; ¡era el barco celestial de Alalu! Los héroes aceleraron sus pasos, hacia el carro de Alalu se apresuraron.
Impaciente, Ea se puso su traje de pez; en su pecho, el corazón golpeaba como un tambor.
Saltó al pantano, con paso apresurado se dirigió hacia la orilla.
Altas eran las aguas del pantano, el fondo estaba más hondo de lo que esperaba.
Dejó de caminar para nadar, con brazadas audaces avanzó.
Mientras se acercaba a la tierra seca, pudo ver verdes praderas.
Después, sus pies tocaron suelo firme; se puso de pie y siguió caminando.
Delante de él, pudo ver a Alalu, de pie, saludando con las manos vigorosamente.
Alcanzando la orilla, Ea salió de las aguas: ¡estaba sobre la oscura Tierra!
Alalu llegó corriendo hasta él; abrazó con fuerza a su hijo por matrimonio.
¡Bienvenido a un planeta diferente!, le dijo Alalu a Ea.
Viene ahora el relato de cómo se fundó Eridú en la Tierra, de cómo comenzó la cuenta de los siete días. Alalu
abrazó a Ea en silencio, con los ojos llenos de lágrimas de alegría.
Ea inclinó su cabeza ante él, en señal de respeto ante su padre por matrimonio.
En los pantanos, los héroes seguían avanzando; otros más se pusieron los trajes de peces, otros más hacia la
tierra seca se apresuraban.
¡Mantened a flote el carro!, ordenó Anzu. ¡Ancladlo en las aguas, evitad el fango de la orilla!
Los héroes alcanzaron la orilla, ante Alalu se inclinaron.
Anzu llegó a la orilla, el último en salir del carro.
Se inclinó ante Alalu; con él estrechó los brazos Alalu en señal de bienvenida.
A todos los que habían llegado, Alalu dio palabras de bienvenida. A todos los que estaban reunidos, Ea dio
palabras de mandato. ¡Aquí en la Tierra, yo soy el comandante!, les dijo.
En una misión a vida o muerte hemos llegado; ¡en nuestras manos está la suerte de Nibiru!
Miró alrededor, estaba buscando un lugar para acampar. ¡Amontonad tierra, haced montículos allí!, ordenó Ea
para levantar un campamento.
A un lugar no lejano estaba señalando, una cabana de cañas erigió por morada para Alalu. Luego, dirigió estas
palabras a Anzu: Transmite estas palabras a Nibiru, ¡al rey, mi padre Anu, anuncia la feliz llegada!
No tardó en cambiar el tono de los cielos, del resplandor al rojizo se tornó. Ante sus ojos se reveló una visión
nunca antes vista: ¡el Sol, como una esfera roja, estaba desapareciendo en el horizonte! ¡El temor se apoderó
de los héroes, temían una Gran Calamidad! Alalu, con palabras risueñas, les confortó diciendo: Es una puesta
de Sol, marca el fin de un día en la Tierra. Echaos para un breve descanso; una noche en la Tierra es más
corta de lo que podáis imaginar. Antes de lo que podáis esperar, el Sol hará su aparición; ¡será de día en la
Tierra!
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Inesperadamente, llegó la oscuridad, y separó los cielos de la Tierra. Los relámpagos rompían la oscuridad, y a
los truenos les siguieron las lluvias. Los vientos soplaron sobre las aguas, eran tormentas de un dios extraño.
En el carro, los héroes se pusieron en cuclillas; en el carro, los héroes se acurrucaron.
Para ellos, no llegó el descanso; estaban muy agitados. Con los corazones acelerados, esperaban el regreso
del Sol. Sonrieron cuando aparecieron sus rayos, contentos y dándose palmadas en la espalda.
Y anocheció y amaneció, fue su primer día en la Tierra. Al romper el día, Ea reflexionó sobre la situación; debía
pensar sobre cómo separar las aguas de las aguas. Nombró a Engur señor de las aguas dulces, para que
proveyera de aguas potables.
Éste fue a la laguna de la serpiente con Alalu, para valorar sus aguas dulces; ¡La laguna estaba abarrotada de
serpientes malignas!, dijo Engur a Ea.
Entonces, Ea contempló los pantanos, sopesando la abundancia de aguas de lluvia.
A Enbilulu lo puso al cargo de los pantanos, se le indicó que señalara los matorrales de cañizos. A Enkimdu se
le puso al cargo de la zanja y del dique, para que elaborara una frontera frente a los pantanos, para que hiciera
un lugar donde reunir las aguas que llovían del cielo,
Así se separaron las aguas de debajo de las aguas de arriba, se separaron las aguas de los cenagales de las
aguas dulces.
Y anocheció y amaneció, fue el segundo día en la Tierra.
Cuando el Sol anunció la mañana, los héroes ya estaban llevando a cabo las tareas asignadas. Ea dirigió sus
pasos, junto a Alalu, hacia el lugar de hierba y árboles, para examinar todo lo que crece en el huerto, hierbas y
frutas según su especie.
A Isimud, su visir, Ea le hizo unas preguntas: ¿Qué planta es ésta? ¿Qué planta es aquélla?, le preguntaba.
Isimud, muy instruido, pudo distinguir los alimentos que crecen bien; arrancó una fruta para Ea, ¡es una planta
de miel!, le decía a Ea: ¡Él mismo comió una fruta, Ea estaba comiéndose una fruta!
Del alimento que crece, diferenciado por su bondad, Ea puso al cago al héroe Gurú.
Así se proveyeron los héroes de agua y alimentos; no se hartaban.
Y anocheció y amaneció, fue el tercer día en la Tierra.
El cuarto día cesaron de soplar los vientos, el carro ya no se vio perturbado por las olas.
¡Que se traigan herramientas desde el carro, que se construyan moradas en el campamento!, ordenó Ea.
Ea puso a Kulla al cargo del molde y el ladrillo, para que hiciera ladrillos de arcilla; a Mushdammu se le indicó
que pusiera los cimientos, para levantar moradas habitables.
Todo el día estuvo brillando el Sol, una gran luz hubo durante el día. Al anochecer, Kingu, la luna de la Tierra,
arrojó en su plenitud una luz pálida sobre la Tierra, una luz menor para gobernar la noche, para ser contado
entre los dioses celestiales.
Y anocheció y amaneció, fue el cuarto día en la Tierra. El quinto día, Ea le ordenó a Ningirsig que hiciera un
barco de juncos, para tomar la medida de los pantanos, para valorar la extensión de los cenagales.
Ulmash, el que conoce lo que prolifera en las aguas, el que tiene conocimientos de las aves de caza que
vuelan, a Ulmash llevó Ea por compañero, para que distinguiera lo bueno de lo malo. De las especies que
pululan en las aguas, de las especies que ofrecen sus alas en el cielo, muchas eran desconocidas para
Ulmash; su número era desconcertante. Buenas eran las carpas, entre lo malo iban nadando. Ea convocó a
Enbilulu, el señor de los pantanos; Ea convocó a Enkimdu, a cargo de la zanja y el dique;
a ellos les dio palabras, para hacer una barrera en los pantanos; para hacer un recinto con cañas y juncos
verdes, y separar allí unos peces de otros, una trampa para carpas, que de una red no pudieran escapar, un
lugar de cuya trampa no pudiera escapar ningún ave que fuera buena para comer. Así, los héroes se
proveerían de pescado y de caza, separando las especies buenas.
Y anocheció y amaneció, fue el quinto día en la Tierra. El sexto día, Ea tuvo en cuenta a las criaturas del
huerto. A Enursag se le asignó la tarea de distinguir lo que se arrastra por el suelo de lo que camina sobre pies;
Enursag se asombró de sus especies, de su ferocidad dio cuenta a Ea. Ea convocó a Kulla, a Mushdammu dio
órdenes urgentes: ¡Para la noche, las moradas han de estar terminadas, y rodeadas por una valla de
protección! Los héroes pusieron manos a la obra, sobre los cimientos se pusieron los ladrillos con rapidez. Los
tejados se hicieron de caña, y la valla se levantó con árboles cortados.
Anzu trajo del carro un Rayo-Que-Mata, un Hablador-Que-Transmite-Palabras puso en la morada de Ea; ¡Al
anochecer, el campamento estaba terminado! Los héroes se congregaron en su interior por la noche.
Ea, Alalu y Anzu consideraron los hechos; ¡todo lo que se había hecho era en verdad bueno!
Y anocheció y amaneció, el sexto día.
El séptimo día se reunieron los héroes en el campamento,
Ea les dijo estas palabras:
Hemos emprendido un peligroso viaje, hemos recorrido un peligroso camino desde Nibiru hasta el séptimo
planeta.
A la Tierra hemos llegado sin novedad, muchas cosas buenas hemos conseguido, hemos establecido un
campamento.
¡Que este día sea de descanso; a partir de ahora, el séptimo día será siempre de descanso!
¡Que a partir de ahora se le llame a este lugar Eridú, Hogar en la Lejanía será su significado!
¡Que se mantenga una promesa, que Alalu sea declarado comandante de Eridú!
Los héroes así reunidos, gritaron al unísono los acuerdos.
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Palabras de acuerdo pronunció Alalu, después rindió gran homenaje a Ea:
¡Que se le dé un segundo nombre a Ea, que se le llame Nudimmud, el Hábil Forjador!
Al unísono, los héroes anunciaron el acuerdo.
Y anocheció y amaneció, el séptimo día.
Viene ahora el relato de cómo comenzó la búsqueda de oro, y de cómo los planes en Nibiru no proporcionaban
la salvación a Nibiru. Tras establecerse el campamento de Eridú y después de saciarse los héroes de alimento,
Ea comenzó la tarea de obtener oro de las aguas.
En el carro, se levantaron las Piedras de Fuego, y cobró vida el Gran Crujidor; esde el carro, se extendió Lo
Que Succiona Agua, se insertó en las aguas pantanosas.
Las aguas se introdujeron en un recipiente de cristales, de las aguas, los cristales del recipiente extrajeron todo
lo que había de metal.
Después, desde el recipiente, Lo Que Escupe escupió las aguas a la laguna de los peces; así se recogían en el
recipiente los metales que había en las aguas. El artefacto de Ea era ingenioso, ¡en verdad, era un Hábil
Forjador! Durante seis días de la Tierra se introdujeron aguas pantanosas, se escupieron aguas pantanosas;
¡en el recipiente se recogían los metales! El séptimo día, Ea y Alalu examinaron los metales; de muchas clases
eran los metales que había en el recipiente. Había hierro, había mucho cobre; el oro no era abundante. En el
carro otro recipiente, el ingenioso artefacto de Nudimmud, los metales se separaron según tipos, se llevaron a
la orilla por clases. Así trabajaron los héroes durante seis días; al séptimo día descansaron. Durante seis días,
los recipientes de cristal se llenaron y se vaciaron, el séptimo día se hizo cuenta de los metales. Había hierro y
había cobre, y otros metales también; de oro, se había acumulado el montón más pequeño. Por la noche, la
Luna subía y bajaba; a su vuelta, Ea le puso el nombre de Mes.
Al comienzo del Mes, seis días se mostraban sus cuernos luminosos, con su media corona se anunciaba el
séptimo día; era un día de descanso. A mitad de camino, la Luna se distinguía por su plenitud; después, se
detenía para empezar a decrecer. Con el curso del Sol, iba apareciendo la vuelta de la Luna, iba revelando su
rostro con la vuelta de la Tierra. Ea estaba fascinado con los movimientos de la Luna, contemplaba su
atracción como Kingu a Ki:
¿A qué propósito servía esa atracción? ¿Qué señal celeste estaba dando? Mes llamó Ea a la vuelta de la Luna,
le dio el nombre de Mes a su vuelta. Por un Mes, por dos meses, se separaron las aguas en el carro; el Sol,
cada seis meses, daba a la Tierra otra estación; Invierno y Verano las llamó Ea.
Hubo Invierno y hubo Verano; y Ea llamó Año de la Tierra a toda la vuelta
Al finalizar el Año se hizo cuenta del oro acumulado; no había mucho para enviar a Nibiru.
¡Las aguas de las ciénagas son insuficientes, que se traslade el carro a lo profundo del océano!, así dijo Ea.
Se soltó el carro de sus amarras, de vuelta de donde llegó se volvió. Se elevaron con mucho cuidado los
recipientes de cristal, las aguas saladas pasaron a través de ellos.
Se separaron los metales por clases; ¡entre ellos centelleaba el oro!
Desde el carro, Ea transmitió a Nibiru palabra de los acontecimientos; para
Anu fue agradable de escuchar.
En su predestinada vuelta, Nibiru estaba volviendo a la morada del Sol, en su vuelta de Shar, Nibiru se estaba
aproximando a la Tierra.
Ansiosamente, Anu preguntó por el oro. ¿Hay suficiente para enviarlo a Nibiru?, preguntó.
¡Ay!, no se había recogido suficiente oro de las aguas; ¡Que pase otro Shar, que se doble la cantidad!, le
aconsejó Ea a Anu. Se siguió obteniendo oro de las aguas del océano; el corazón de Ea se llenaba de
aprensión.
Se extrajeron partes del carro, con ellas se montó una cámara celeste. Abgal, el que sabe pilotar, fue asignado
al cargo de la cámara celeste; Ea se remontaba a diario en el aire con Abgal en la cámara celeste, para
descubrir los secretos de la Tierra.
Se construyó un recinto para la cámara celeste, se puso junto al carro de Alalu: Ea estudiaba a diario los
cristales en el carro de Alalu, para comprender lo que por sus rayos se descubría; ¿De dónde viene el oro?,
preguntó a Alalu. ¿Dónde en la Tierra están las venas doradas de Tiamat?
Ea se remontó en el aire con Abgal en la cámara celeste, para conocer la Tierra y sus secretos.
Vagaron sobre las grandes montañas, grandes ríos vieron en los valles; estepas y bosques se extendían bajo
ellos, miles de leguas recorrieron.
Tomaron nota de vastas tierras separadas por océanos, con el Rayo Que Explora penetraron los suelos.
La impaciencia crecía en Nibiru. ¿Puede ofrecer protección el oro?, crecía el clamor. ¡Reunid el oro, cuando se
acerque Nibiru tendréis que entregarlo!, ordenó Anu a Ea. ¡Reparad el carro de Alalu, disponedlo para que
vuelva a Nibiru, para que esté dispuesto cuando termine el Shar!, dijo así Anu. Ea obedeció las palabras de su
padre, el rey; se puso a reflexionar sobre la reparación del carro de Alalu.
Una noche en la que aterrizaron la cámara celeste junto al carro, entró en éste con Abgal, para llevar a cabo
una acción secreta en la oscuridad.
Las Armas de Terror, las siete, sacaron del carro; las llevaron a la cámara celeste, dentro de la cámara celeste
las escondieron. Al amanecer, Ea y Abgal se remontaron en el cielo con la cámara celeste, con dirección a otra
tierra.
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Allí, en un lugar secreto, Ea ocultó las armas; en una cueva, un lugar desconocido, las almacenó. Después, Ea
dio a Anzu palabras de mandato, le indicó que reparara el carro de Alalu, que lo dispusiera para volver a Nibiru,
que estuviera listo para cuando terminara el Shar.
Anzu, muy experto en los asuntos de los carros, se puso manos a la obra; hizo que sus propulsores zumbaran
de nuevo, tuvo mucha cuenta de sus tablillas; ¡pero no tardó en descubrir la ausencia de las Armas de Terror!
Anzu gritó enfurecido; Ea le dio explicación de su ocultación: ¡Es un peligro utilizar estas armas!, dijo Ea.
¡Jamás deben ser armadas ni en los cielos ni en las Tierras Firmes! ¡Sin ellas, será peligroso atravesar el
Brazalete Repujado!, dijo Anzu. ¡Sin ellas, y sin los Propulsores de Agua, hay peligro de que no resista! Alalu,
comandante de Eridú, consideró las palabras de Ea, a las palabras de Anzu prestó atención: ¡Las palabras de
Ea quedan atestiguadas por el Consejo de Nibiru!, dijo Alalu;
Pero, si no regresa el carro, ¡Nibiru estará perdido!
Abgal, el que sabe pilotar, se adelantó audazmente hacia los líderes.
¡Yo seré el piloto, afrontaré los peligros valerosamente!, dijo.
Así se tomó la decisión: ¡Abgal será el piloto, Anzu se quedará en la Tierra!
En Nibiru, los astrónomos contemplaron los destinos de los dioses celestiales, eligieron el día oportuno.
Se llevaron cestadas de oro al carro de Alalu;
Abgal entró en la parte delantera del carro, ocupó el asiento del comandante.
Ea le dio una Tablilla de Destino de su propio carro;
¡Será para ti Lo-Que-Muestra-El-Camino, con ella encontrarás un camino abierto!
Abgal levantó las Piedras de Fuego del carro; su zumbido cautivaba como la música.
Dio vida al Gran Crujidor del carro, arrojando un resplandor rojizo.
Ea y Alalu, junto con la multitud de héroes estaban de pie alrededor, le estaban dando la despedida.
Después, con un rugido, el carro se elevó hacia los cielos, ¡a los cielos ascendió!
A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.
Sinopsis de la Cuarta Tablilla
Los nibiruanos celebran incluso la pequeña cantidad de oro entregada Las pruebas sobre la utilización del oro
como escudo atmosférico tienen éxito
Se envían a la Tierra más héroes y nuevos equipos
La extracción de oro de las aguas sigue siendo decepcionante
Ea descubre menas de oro que precisan de una profunda extracción en el Abzu
Enlil, y después Anu, vienen a la Tierra para tomar decisiones cruciales Cuando los hermanastros se pelean,
las suertes deciden las tareas
Ea, renombrado Enki (Señor de la Tierra), va al Abzu Enlil se queda para desplegar instalaciones permanentes
en el Edin
Mientras Anu se prepara para partir, es atacado por Alalu
Los Siete Que Juzgan sentencian a Alalu al exilio en Lahmu
Ninmah, hija de Anu y oficial médico, es enviada a la Tierra
Al hacer una parada en Lahmu (Marte),
Ninmah encuentra muerto a Alalu
Una roca, tallada con el aspecto del rostro de Alalu, le sirve de tumba Se le da a Anzu el mando de la Estación
de Paso en Lahmu
Enki representado como dios de las aguas y la minería
LA CUARTA TABLILLA
A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.
Abgal dirigió el carro con confianza;
dio una vuelta alrededor de Kingu, la Luna, para ganar velocidad con la fuerza de su red.
Mil leguas, diez mil leguas viajó hasta Lahmu,
para obtener con la fuerza de su red una dirección hacia Nibiru.
Más allá de Lahmu se arremolinaba el Brazalete Repujado;
Con destreza, Abgal hizo brillar los cristales de Ea, para localizar los senderos abiertos.
¡El ojo del hado le miró favorablemente!
Más allá del Brazalete, el carro recibió las señales transmitidas desde Nibiru;
Hacia casa, hacia casa era la dirección.
Frente a él, en la oscuridad, con un tono rojizo brillaba Nibiru; ¡una hermosa visión!
El carro se dirigía ahora por medio de las señales transmitidas.
Tres vueltas dio alrededor de Nibiru, para frenarse con la fuerza de su red.
Acercándose al planeta, Abgal pudo ver la brecha en su atmósfera; sintió que se le encogía el corazón,
pensando en el oro que traía. Atravesando el espesor de su atmósfera, el carro refulgió, su calor insoportable;
Hábilmente, Abgal desplegó las alas del carro, deteniendo así su descenso.
Más allá estaba el lugar de los carros, una visión de lo más atractiva;
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Suavemente, Abgal hizo bajar el carro hasta un lugar elegido por los rayos.
Abrió la portezuela; ¡había una multitud reunida!
Anu se adelantó hacia él, le estrechó los brazos, pronunció palabras de bienvenida. Los héroes se precipitaron
dentro del carro, sacaron los cestos de oro.
Llevaban los cestos encima de la cabeza,
Anu exclamó palabras de victoria ante los reunidos: ¡La salvación está aquí!, les dijo. Abgal fue acompañado
hasta palacio, se le escoltó para que descansara y
lo contara todo.
El oro, una visión de lo más deslumbrante, se lo llevaron los sabios rápidamente;
para convertirlo en el más fino polvo, para lanzarlo hacia el cielo se transportó.
La elaboración llevó todo un Shar, otro Shar llevaron las pruebas. Con proyectiles se llevó el polvo hasta el
cielo, con rayos de cristales se
dispersó.
¡Donde hubo una brecha, había ahora sanación! La alegría llenó el palacio, era de esperar la abundancia en
las tierras. Anu transmitió buenas palabras a la Tierra: ¡El oro da la salvación! ¡La
extracción de oro debe continuar!
Cuando Nibiru llegó a las cercanías del Sol, el polvo de oro se vio perturbado por sus rayos;
disminuyó la curación en la atmósfera, la brecha se volvió a hacer grande. Anu ordenó que Abgal volviera a la
Tierra; en el carro viajaron más héroes, en sus entrañas, se pusieron más Lo Que Succiona las Aguas y
Expulsadores; Con ellos, se le ordenó a Nungal que partiera, para que ayudara a Abgal en
el pilotaje.
Hubo gran alegría cuando Abgal volvió a Eridú; ¡hubo mucha bienvenida y estrechar de brazos! Ea reflexionó
con detenimiento sobre las nuevas obras hidráulicas; había una sonrisa en su rostro, pero su corazón estaba
encogido. Para cuando llegó el Shar, Nungal estaba listo para partir en el carro; en sus entrañas, el carro sólo
llevaba unas cuantas cestas de oro. ¡El corazón de Ea le estaba anticipando la decepción en Nibiru!
Ea intercambió palabras con Alalu, reconsideraron lo que sabían:
si la Tierra, la cabeza de Tiamat, fue cortada en la Batalla Celestial,
¿dónde estaba el cuello, dónde estaban las venas de oro que se cortaron?
¿Por dónde sobresaldrían las venas de las entrañas de la Tierra?
Ea viajó sobre montañas y valles en la cámara celeste,
examinó con el Explorador las tierras separadas por los océanos.
Una y otra vez, se encontraba la misma indicación:
las entrañas de la Tierra se revelaron donde se desgarró la tierra seca de la tierra seca; ¡donde la masa de
tierra tomó la forma de un corazón, en la parte inferior
de la misma,
las venas doradas de las entrañas de la Tierra serían abundantes! Abzu, del Oro el Lugar de Nacimiento, le
puso por nombre Ea a la región. Luego, Ea transmitió a Anu palabras de sabiduría: En verdad, la Tierra está
llena de oro; de las venas, no de las aguas, hay que conseguir el oro.
De las entrañas de la Tierra, no de sus aguas, se tiene que obtener el oro, ¡de una región más allá del océano,
Abzu será llamada, se puede conseguir oro en abundancia! En el palacio, hubo gran asombro, sabios y
consejeros reflexionaron sobre las palabras de Ea;
que hay que obtener oro, en eso había unanimidad; cómo obtenerlo de las entrañas de la Tierra, en eso había
mucha discusión. En la asamblea, un príncipe habló; era Enlil, el hermanastro de Ea. Primero Alalu, luego su
hijo por matrimonio, Ea, en las aguas pusieron todas sus esperanzas;
aseguraban la salvación por el oro de las aguas, Shar tras Shar, todos esperábamos la salvación, ahora
escuchamos cosas diferentes, emprender un trabajo más allá de lo imaginable,
¡hacen falta pruebas de las venas doradas, hay que garantizar un plan para el éxito!
Así dijo Enlil a la asamblea; muchos estuvieron de acuerdo con sus palabras. ¡Que vaya Enlil a la Tierra!, dijo
Anu. ¡Que obtenga pruebas, que ponga en marcha un plan!
¡Sus palabras serán tenidas en cuenta, sus palabras serán órdenes!
La asamblea dio su consentimiento, aprobó la misión de Enlil.
Con Alalgar, su lugarteniente, Enlil partió hacia la Tierra; Alalgar era su piloto.
A cada uno se les proveyó con una cámara celeste. Se transmitieron a la Tierra las palabras de Anu, el rey,
palabras de decisiones:
¡Enlil estará al mando de la misión, su palabra será orden! Cuando Enlil llegó a la Tierra, Ea estrechó los
brazos cálidamente con su
hermanastro,
Ea le dio la bienvenida a Enlil como hermano.
Ante Alalu, Enlil hizo una reverencia, Alalu le dio la bienvenida con débiles palabras.
Los héroes profirieron palabras de cálida bienvenida a Enlil; mucho esperaban de su mandato.
Enlil ordenó que se ensamblaran las cámaras celestes, en una cámara celeste, se remontó en el cielo; Alalgar,
su lugarteniente, iba de piloto con él. Ea, en otra cámara celeste pilotada por Abgal, les mostró el camino hacia
el Abzu.
Inspeccionaron las tierras secas, de los océanos tomaron cuidadosa nota. Desde el Mar Superior hasta el Mar
26
Inferior, exploraron las tierras, de todo lo que había arriba y abajo tomaron nota. Hicieron pruebas del suelo en
el Abzu. En verdad, había oro; con mucha
tierra y rocas estaba mezclado,
no estaba refinado como en las aguas, estaba oculto en una mezcla. Volvieron a Eridú; reflexionaron sobre lo
que habían encontrado. ¡Hay que emprender nuevos trabajos en Eridú, no puede seguir sola en la
Tierra!, así dijo Enlil; describió un gran plan, estaba proponiendo una gran misión:
traer más héroes, fundar más asentamientos,
para obtener el oro de las entrañas de la Tierra, para separar el oro de la
mezcla, y transportarlo en naves celestes y carros, para llevar a cabo trabajos en
lugares de aterrizaje.
¿Quién estará al mando de los asentamientos, quién estará al mando del
Abzu?,
así le preguntó Ea a Enlil. ¿Quién tomará el mando para la ampliación de Eridú, quién supervisará los
asentamientos?, así decía Alalu. ¿Quién tomará el mando de las naves celestes y del lugar de aterrizaje?,
así
inquirió Anzu. ¡Que venga Anu a la Tierra, que tome él las decisiones!, así dijo Enlil en
respuesta.
Viene ahora el relato de cómo Anu vino a la Tierra,
de cómo se echaron suertes entre Ea y Enlil, de cómo se le dio a Ea el título-nombre de Enki,
de cómo luchó Alalu por segunda vez con Anu.
En un carro celestial viajó Anu a la Tierra; siguió la ruta junto a los planetas.
Nungal, el piloto, dio una vuelta alrededor de Lahmu; Anu lo observó atentamente.
La Luna, que en otro tiempo fue Kingu, circundaron y admiraron.
Por ventura, ¿no se podrá encontrar oro ahí?, se preguntaba Anu en su corazón.
En las aguas, junto a los pantanos, amerizó su carro;
para la llegada, Ea preparó embarcaciones de juncos, para que Anu llegara navegando.
Arriba se cernían las cámaras celestes, le estaban ofreciendo una bienvenida real.
En la primera embarcación, iba el mismo Ea, fue el primero en recibir al rey, su padre.
Ante Anu se inclinó, después Anu lo abrazó. ¡Hijo mío, mi Primogénito!, exclamó Anu.
En la plaza de Eridú, los héroes estaban formados, dando una bienvenida
regia en la Tierra a su rey.
Frente a ellos estaba Enlil, su comandante.
Éste se inclinó ante Anu, el rey; Anu lo abrazó contra su pecho.
Alalu también estaba allí, de pie, no estaba seguro de qué hacer;
Anu le ofreció el saludo. ¡Estrechemos los brazos, como camaradas!, le
dijo a Alalu.
Dudando, Alalu se adelantó, ¡con Anu estrechó los brazos! Se preparó una comida para Anu; por la noche, Anu
se retiró a una cabaña de caña que le había construido Ea.
El día siguiente, el séptimo por la cuenta comenzada por Ea, era día de descanso. Era un día de palmadas en
la espalda y celebración, como correspondía a
la llegada de un rey.
Al día siguiente, Ea y Enlil presentaron sus hallazgos ante Anu, discutieron con él lo que se había hecho y lo
que había que hacer. ¡Dejad que vea las tierras por mí mismo!, les dijo Anu. Todos ellos se elevaron en las
cámaras celestes, observaron las tierras de
mar a mar.
Volaron hasta el Abzu, aterrizaron en su suelo, donde se ocultaba el oro. ¡La extracción de oro será difícil!, dijo
Anu. Es necesario obtener oro; ¡hay que conseguirlo, por muy profundo que se encuentre! ¡Que Ea y Enlil
diseñen herramientas para este propósito, y que les asignen trabajo a los héroes, que averigüen cómo separar
el oro de la tierra y las rocas, cómo enviar oro
puro a Nibiru! ¡Que se construya un lugar de aterrizaje, que se asignen más héroes a los
trabajos en la Tierra! Así dijo Anu a sus dos hijos; en su corazón, estaba pensando en estaciones
de paso en los cielos.
Ésas fueron las órdenes de Anu; Ea y Enlil inclinaron la cabeza aceptándolas.
Hubo anocheceres y amaneceres; y a Eridú volvieron todos. En Eridú tuvieron un consejo, para asignar
trabajos y deberes. Ea, que había fundado Eridú, fue el primero en pronunciarse: yo he fundado Eridú; que se
establezcan otros asentamientos en esta
región, que se conozca por el nombre del Edin, Morada de los Rectos.
¡Déjeseme a mí el comando del Edin, que se encargue Enlil de la extracción del oro!
Enlil se enfureció con estas palabras: ¡El plan es improcedente!, le dijo a Anu.
Del mando y de trabajos a realizar, yo soy el mejor; de naves celestes, yo tengo los conocimientos.
De la Tierra y sus secretos, mi hermanastro, Ea, es conocedor;
él descubrió el Abzu, ¡que sea él el señor del Abzu!
Anu escuchó con atención las airadas palabras; los hermanos eran dé
nuevo hermanastros, ¡el Primogénito y el Heredero Legal contendían con palabras como armas¡
27
Ea era el Primogénito, nacido a Anu de una concubina;
Enlil, nacido después, fue concebido por Antu, la esposa de Anu. Era hermanastra de Anu, haciendo por tanto
a Enlil Heredero Legal, imponiéndose así al Primogénito para la sucesión.
Anu estaba temiendo un conflicto que pusiera en peligro la obtención del oro;
uno de los hermanos debía regresar a Nibiru, la sucesión debía ser excluida de cualquier consideración,
así se decía Anu a sí mismo. Y en voz alta les hizo una sorprendente sugerencia a los dos:
¡Uno volverá a Nibiru para sentarse en el trono, uno mandará en el Edin,
uno será el señor del Abzu,
entre los tres, yo con vosotros, lo determinaremos a suertes!
Los hermanos se quedaron callados, aquellas audaces palabras los
tomado por sorpresa.
¡Echémoslo a suertes!, dijo Anu. ¡Que la decisión venga de la mano del
hado!
Los tres, el padre y los dos hijos, unieron las manos.
Echaron suertes, las tareas se dividieron por suertes:
Anu para que vuelva a Nibiru, para seguir siendo su soberano en el trono;
el Edin le tocó a Enlil, para ser el Señor del Mandato, como su nombre indicaba,
Para fundar más asentamientos, para hacerse cargo de las naves celestes y de sus héroes,
para ser el líder de todas las tierras hasta que encontraran la barrera de los
mares.
A Ea se le concedieron como dominio los mares y los océanos,
para que gobernara las tierras bajo la barrera de las aguas,
para ser el señor del Abzu, para con ingenio procurar el oro.
Enlil estuvo conforme con las suertes, aceptó con una inclinación la mano
del hado. Los ojos de Ea se llenaron de lágrimas, no quería separarse de Eridú ni del
Edin. ¡Que Ea conserve para siempre su hogar de Eridú!, le dijo Anu a Enlil,
¡Que se recuerde siempre que fue el primero en amerizar,
que se conozca a Ea como el señor de la Tierra; Enki, Señor de la Tierra,
sea su título! Enlil aceptó con una inclinación las palabras de su padre; a su hermano
dijo así: Enki, Señor de la Tierra, será a partir de ahora tu título-nombre; yo seré
conocido como Señor del Mandato.
Anu, Enki y Enlil anunciaron las decisiones a los héroes en asamblea. ¡Las tareas están asignadas, el éxito
está a la vista!, les dijo Anu. ¡Ahora puedo despedirme de vosotros, puedo volver a Nibiru con el corazón
tranquilo!
Alalu se adelantó hacia Anu. ¡Se ha olvidado un asunto importante!, gritó. ¡El señorío de la Tierra se me asignó
a mí; ésa fue la promesa cuando
anuncié a Nibiru el hallazgo del oro!
¡Tampoco he renunciado a mis pretensiones sobre el trono de Nibiru, y es una grave abominación que Anu lo
comparta todo con sus hijos! Así desafió Alalu a Anu y a sus decisiones.
Al principio, Anu se quedó sin palabras; después, enfurecido, respondió: ¡Que nuestra disputa se decida en una
segunda lucha, peleemos aquí, hagámoslo ahora!
Con desprecio, Alalu se quitó la ropa; del mismo modo, Anu se desnudó. Desnudos, los dos miembros de la
realeza comenzaron a forcejear, fue una
poderosa lucha.
Alalu hincó la rodilla, al suelo Alalu cayó; Anu pisó con su pie el pecho de Alalu, declarando así la victoria en la
lucha.
Por la lucha se tomó la decisión; ¡yo soy el rey, Alalu no volverá a Nibiru!
Así estaba hablando Anu cuando quitó el pie del caído Alalu.
Como un rayo, Alalu se levantó del suelo. Derribó a Anu por las piernas.
Abrió la boca y, rápidamente, le arrancó de un bocado su hombría a Anu,
¡Alalu se tragó la hombría de Anu!
En dolorosa agonía, Anu lanzó un alarido a los cielos; al suelo cayó herido.
Enki se precipitó sobre el caído Anu, Enlil tomó cautivo al riente Alalu.
Los héroes llevaron a Anu a su cabaña, palabras de maldición pronunció
él contra Alalu. ¡Que se haga justicia!, gritó Enlil a su lugarteniente. ¡Con tu arma-rayo,
que Alalu sea muerto! ¡No! ¡No!, gritó encarnizadamente Enki. ¡La justicia está dentro de él, en
sus entrañas ha entrado el veneno! Llevaron a Alalu a una cabaña de cañas, ataron sus manos y sus pies
como
a un prisionero.
Viene ahora el relato del juicio de Alalu,
y de los sucesos que acaecieron después en la Tierra y en Lahmu.
En su cabaña de caña, Anu estaba herido; en la cabaña de caña, Enki le aplicaba la curación.
En su cabaña de caña, Alalu estaba sentado, escupía saliva de su boca;
en sus entrañas, la hombría de Anu era como una carga,
28
sus entrañas se habían impregnado con el semen de Anu; como una hembra en el parto, el vientre se le estaba
hinchando.
Al tercer día, los dolores de Anu remitieron; su orgullo estaba enormemente herido.
¡Quiero volver a Nibiru!, dijo Anu a sus dos hijos.
¡Pero antes se tiene que hacer un juicio a Alalu; debe ser impuesta una sentencia adecuada al crimen!
Según las leyes de Nibiru, hacían falta siete jueces, presidiría el de mayor rango de ellos.
En la plaza de Eridú, los héroes se reunieron en asamblea para presenciar el juicio de Alalu.
Para los Siete Que Juzgan se pusieron siete asientos; para Anu, presidiendo, se preparó el asiento más alto.
A su derecha se sentó Enki; Enlil se sentó a la izquierda de Anu.
A la derecha de Enki se sentaron Anzu y Nungal; Abgal y Alalgar se sentaron a la izquierda de Enlil.
Ante estos Siete Que Juzgan fue llevado Alalu; sin desatar sus manos y sus
pies. Enlil fue el primero en hablar: ¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, Alalu
perdió la realeza ante Anu! ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó Enki.
¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, la realeza perdí!, dijo Alalu. ¡Habiendo sido vencido, Alalu perpetró un
abominable crimen, la hombría
de Anu mordió y se tragó!
Así hizo Enlil la acusación del crimen. ¡La muerte es el castigo!, dijo Enlil. ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó
Enki a su padre por matrimonio. Hubo silencio; Alalu no respondió a la pregunta.
¡Todos presenciamos el crimen!, dijo Alalgar. ¡La sentencia debe ser conforme a ello! ¡Si hay palabras que
quieras pronunciar, dilas antes del juicio!, dijo Enki
a Alalu.
En el silencio, Alalu comenzó a hablar lentamente: En Nibiru fui rey, por derecho de sucesión estuve reinando;
Anu fue mi copero. A los príncipes puso en pie, a una lucha me desafió; durante nueve vueltas fui rey en Nibiru,
a mi simiente le pertenecía la realeza. El mismo Anu se sentó en mi trono, y para escapar de la muerte hice un
peligroso viaje hasta la distante Tierra.
¡Yo, Alalu, descubrí en un planeta extraño la salvación de Nibiru! ¡Se me prometió que volvería a Nibiru, para
reponerme en justicia en el
trono! Después, vino Ea a la Tierra; el que, por compromiso, fue designado el
siguiente para reinar en Nibiru.
Después, vino Enlil, reivindicando para sí la sucesión de Anu. Después, vino Anu, a suertes engañó a Ea; Enki,
el Señor de la Tierra, fue
proclamado,
para ser el señor de la Tierra, no de Nibiru.
Después, se le concedió a Enlil el mando, al distante Abzu fue relegado Enki.
De todo esto se dolía mi corazón, el pecho me ardía de vergüenza y furia;
después, Anu puso su pie sobre mi pecho, ¡sobre mi dolido corazón estaba pisando! En el silencio, Anu levantó
la voz: Por la simiente real y por la ley, en justa
lucha gané el trono.
¡Mi hombría mordiste y tragaste, para interrumpir mi linaje!
Enlil habló: El acusado ha admitido el crimen, que se dicte sentencia,
¡que el castigo sea la muerte! l
¡Muerte!, dijo Alalgar. ¡Muerte!, dijo Abgal. ¡Muerte!, dijo Nungal.
¡Por sí misma le llegará la muerte a Alalu, lo que ha tragado en sus entrañas le traerá la muerte!, dijo Enki.
¡Que Alalu esté en prisión para el resto de sus días en la Tierra!, dijo Anzu.
Anu reflexionaba en las palabras de ellos; se sentía abrumado por la ira y la compasión a un tiempo.
¡Morir en el exilio, que ésa sea la sentencia!, dijo Anu.
Sorprendidos, los jueces se miraron unos a otros. No entendían lo que Anu estaba diciendo.
¡Ni en la Tierra ni en Nibiru será el exilio!, dijo Anu.
En el trayecto, está el planeta Lahmu, dotado con aguas y atmósfera.
Enki, siendo Ea, se detuvo allí; acerca de él he estado pensando para una estación de paso.
La fuerza de su red es menor que la de la Tierra, una ventaja que hay que considerar sabiamente;
Alalu será llevado en el carro celestial,
cuando yo parta de la Tierra, él hará el viaje conmigo.
Daremos vueltas alrededor del planeta Lahmu, le proporcionaremos a Ala
lu una cámara celeste,
para que en ella descienda al planeta Lahmu.
¡Solo en un planeta extraño, exiliado estará,
Para que cuente por sí mismo sus días hasta su último día!
Así pronunció Anu las palabras de la sentencia, con toda solemnidad
Por unanimidad se impuso esta sentencia sobre Alalu, en presencia de los
héroes se anunció. Que Nungal sea mi piloto hasta Nibiru, para que desde allí dirija de nuevo
a otros carros portando héroes hacia la Tierra.
¡Que Anzu se una al viaje, para que se haga cargo del descenso a Lahmu! Así pronunció sus órdenes Anu.
29
Para el día siguiente se dispuso la partida; todos los que tenían que marchar fueron llevados en embarcaciones
hasta el carro. ¡Tienes que preparar un lugar para aterrizajes en tierra firme!, le dijo Anu
a Enlil. ¡Tendrás que hacer planes sobre cómo utilizar Lahmu como estación de
paso!
Hubo despedidas, tanto alegres como tristes. Anu embarcó en el carro cojeando, Alalu entró en el carro con las
manos
atadas.
Después, el carro se remontó en los cielos, y la visita real terminó. Dieron una vuelta alrededor de la Luna; Anu
estaba encantado con su
visión.
Viajaron hacia el rojizo Lahmu, dos veces lo circundaron. Descendieron hacia el extraño planeta, vieron
montañas tan altas como el
cielo y grietas en la superficie.
Observaron el sitio donde una vez aterrizó el carro de Ea; estaba a la orilla de un lago.
Frenados por la fuerza de la red de Lahmu, dispusieron en el carro la cámara celeste.
Entonces, Anzu, su piloto, le dijo a Anu unas palabras inesperadas: Descenderé con Alalu al suelo firme de
Lahmu, ¡no quiero volver al carro con la cámara celeste!
Me quedaré con Alalu en el planeta extraño; lo protegeré hasta que muera. ¡Cuando muera por el veneno en
sus entrañas, lo enterraré como se merece un rey!
En cuanto a mí, habré hecho mi nombre;
¡Anzu, dirán, frente a todo, fue compañero de un rey en el exilio, vio cosas que otros no vieron, en un planeta
extraño se enfrentó a cosas desconocidas!
¡Anzu, hasta el final de los tiempos dirán, ha caído como un héroe! Había lágrimas en los ojos de Alalu, había
asombro en el corazón de Anu.
Tu deseo será honrado, le dijo Anu a Anzu. Desde este momento, te hago una promesa,
levantando la mano yo te hago este juramento:
En el próximo viaje, un carro circundará Lahmu, su nave celeste descenderá
derá hasta ti.
Si te encuentra con vida, serás proclamado señor de Lahmu;
¡cuando se funde en Lahmu una estación de paso, tú serás su comandante! Anzu inclinó la cabeza. ¡Así sea!,
dijo a Anu. Alalu y Anzu se acomodaron en la cámara celeste,
con cascos de águilas y trajes de peces fueron provistos, se les suministraron alimentos y herramientas.
La nave celeste partió del carro, desde el carro se observó su descenso. Después, desapareció de la vista, y el
carro prosiguió hacia Nibiru.
Durante nueve Shars fue Alalu rey de Nibiru, durante ocho Shars comandó en Eridú.
En el noveno Shar, su suerte fue morir en el exilio en Lahmu.
Viene ahora el relato del regreso de Anu a Nibiru,
y de cómo fue enterrado Alalu en Lahmu, de cómo construyó Enlil el Lugar de Aterrizaje en la Tierra.
Hubo una alegre bienvenida para Anu en Nibiru.
Anu dio cuenta de lo sucedido en el consejo y ante los príncipes;
no buscaba de ellos ni piedad ni venganza.
Les dio instrucciones a todos para que se discutieran los trabajos que había que hacer.
Esbozó para los reunidos una visión de gran alcance: ¡Establecer estaciones de paso entre Nibiru y la Tierra,
reunir a toda la familia del Sol en un gran reino!
Había que diseñar la primera en Lahmu, también había que considerar en los planes a la Luna;
levantar estaciones en los demás planetas o en sus huestes circundantes,
una cadena, una caravana constante de carros de suministro y salvaguarda, traer sin interrupciones oro desde
la Tierra a Nibiru, ¡quizás, incluso, también se pudiera encontrar oro en algún otro lugar! Los consejeros, los
principes, los sabios tomaron en consideración los planes de Anu,
todos veían en los planes una promesa de salvación para Nibiru. Los sabios y los comandantes perfeccionaron
los conocimientos de los
dioses celestiales, a los carros y las naves celestes se les añadió una nueva clase, las naves
espaciales. Se seleccionaron héroes para los trabajos, para los trabajos había mucho
que aprender. Se les transmitieron los planes a Enki y a Enlil, se les dijo que aceleraran
los preparativos en la Tierra. Hubo mucha discusión en la Tierra sobre lo que había acaecido y sobre lo
que se requería hacer. Enki señaló a Alalgar para que fuera el Supervisor de Eridú, y dirigió sus
propios pasos hacia el Abzu;
después, determinó dónde obtener oro de las entrañas de la Tierra. Calculó cuántos héroes necesitaba para
los trabajos, consideró qué herramientas se necesitaban:
Enki diseñó un Agrietador de Tierra, pidió que se elaborará en Nibiru, con él haría un corte en la Tierra, llegar a
sus entrañas a través de túneles; también diseñó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura, para que los forjaran en
Nibiru para el Abzu.
A los sabios de Nibiru les pidió que reflexionaran sobre otros asuntos. Hizo una relación de necesidades, de los
asuntos de salud y bienestar de los héroes.
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Los héroes se estaban viendo afectados por las rápidas vueltas de la Tierra, los rápidos ciclos día-noche de la
Tierra les causaban vértigos. La atmósfera, aunque buena, tenía carencias en algunas cosas, y era demasiado
abundante en otras;
los héroes se quejaban de la uniformidad de las comidas. Enlil, el comandante, se veía afectado por el calor del
Sol en la Tierra, anhelaba frescura y sombra.
Mientras en el Abzu Enki hacía sus preparativos,
Enlil supervisaba en su nave celeste los trabajos en el Edin.
Tomó cuenta de montañas y ríos, tomó medidas de valles y llanuras.
Estaba buscando dónde establecer un Lugar de Aterrizaje, un lugar para las naves espaciales.
Enlil, afectado por el calor del Sol, estaba buscando un lugar fresco y umbrío.
Las montañas cubiertas de nieve de la parte norte del Edin eran de su agrado;
allí, en un bosque de cedros, estaban los árboles más altos que hubiera visto jamás.
Allí, en un valle entre montañas, allanó la superficie con rayos de fuerza. Los héroes extrajeron de las laderas
grandes piedras para tallarlas.
Las transportaron y las colocaron para sostener la plataforma con las naves celestes.
Enlil vio con satisfacción la obra,
¡realmente, era una obra increíble, una estructura imperecedera!
Una morada para él, en la cima de la montaña, era su deseo.
De los altos árboles en el bosque de cedros se prepararon largas vigas,
decretó que de ellos se construyera una morada para sí mismo:
la nombró la Morada de la Cima Norte.
En Nibiru, se preparó un nuevo carro celestial para elevarse en las alturas,
se transportaron nuevas clases de naves espaciales, naves celestes, y lo que Enki había diseñado.
Un grupo de refresco de cincuenta partió desde Nibiru; entre ellos había mujeres escogidas.
Estaban comandadas por Ninmah, Dama Elevada; estaban entrenadas en auxilios y sanación.
Ninmah, Dama Elevada, era hija de Anu; era hermanastra, no hermana del todo, de Enki y Enlil.
Estaba muy instruida en auxilio y sanación, sobresalía en el tratamiento de las enfermedades.
Prestó mucha atención a las quejas de la Tierra, ¡estaba preparando una curación!
Nungal, el piloto, siguió el rumbo de carros previos, registrado en las Tablillas de Destinos.
Sin novedad, llegaron al dios celestial Lahmu; circundaron el planeta, lentamente descendieron a su superficie.
Un grupo de héroes siguió una débil transmisión; Ninmah iba con ellos. Encontraron a Anzu a orillas de un
lago; eran de su casco las señales de
transmisión.
Anzu no se movía, estaba postrado, yacía muerto.
Ninmah tocó su rostro, prestó atención a su corazón.
Sacó el Pulsador de su bolsa; lo dirigió sobre el latido del corazón de Anzu. Saco el Emisor de su bolsa, dirigió
sobre el cuerpo de Anzu las emisiones
dadoras de vida de sus cristales.
Sesenta veces dirigió Ninmah el Pulsador, sesenta veces dirigió el Emisor; en la sexagésima ocasión, Anzu
abrió los ojos, movió los labios. Con mucho cuidado, Ninmah derramó Agua de Vida sobre su rostro,
humedeció sus labios con ella. Suavemente, puso en su boca Alimento de Vida; Entonces, ocurrió el
milagro: ¡Anzu se elevó de entre los muertos! Más tarde, le preguntaron sobre Alalu; Anzu les contó la muerte
de Alalu. Los llevó hasta una gran roca, sobresalía desde la llanura hacia el cielo. Allí les contó lo que había
sucedido: Poco después del aterrizaje, Alalu empezó a gritar de dolor. De su boca, sus entrañas escupía; ¡con
tremendos dolores se asomó al otro lado del muro! Así les dijo Anzu. Los llevó hasta una gran roca, que se
elevaba como una montaña desde la
llanura hacia el cielo.
En la gran roca encontré una cueva, dentro de ella oculté el cadáver de Alalu, cubrí su entrada con piedras. Así
les dijo Anzu. Ellos lo siguieron hasta la roca, quitaron las piedras, entraron en la cueva.
Dentro encontraron lo que quedaba de Alalu;
¡El que una vez fuera rey de Nibiru yacía ahora en una cueva, era una pila
de huesos! ¡Por vez primera en nuestros anales, un rey no ha muerto en Nibiru, no ha
sido enterrado en Nibiru! Así dijo Ninmah. ¡Que descanse en paz por toda la eternidad!, dijo.
Volvieron a cubrir la entrada de la cueva con piedras;
sobre la gran montaña rocosa, tallaron con rayos la imagen de Alalu.
Le mostraban llevando un casco de águila; dejaron el rostro descubierto.
¡Que la imagen de Alalu mire para siempre hacia el Nibiru que gobernó,
hacia la Tierra cuyo oro descubrió!
Así habló Ninmah, Dama Elevada, en nombre de su padre Anu.
¡En cuanto a ti, Anzu, Anu, el rey, mantendrá la promesa que te hizo!
Permanecerán aquí, contigo, veinte héroes, para que comiencen a construir la estación de paso;
las naves espaciales de la Tierra entregarán aquí el mineral de oro,
carros celestiales transportarán después, desde aquí, el oro hasta Nibiru.
Centenares de héroes harán su morada en Lahmu,
31
¡tú, Anzu, serás su comandante!
Así dijo a Anzu la Gran Dama, en nombre de su padre Anu.
¡Mi vida te pertenece, Gran Dama!, dijo Anzu. ¡Mi gratitud a Anu no tendrá límites!
El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.
Sinopsis de la Quinta Tablilla
Ninmah llega a la Tierra con un grupo de enfermeras Hace entrega de semillas para plantas que
proporcionarán un elixir
Lleva noticias a Enlil de su hijo extramatrimonial Ninurta En el Abzu, Enki establece una morada e instalaciones
mineras
En el Edin, Enlil construye instalaciones espaciales y de otros tipos Los nibiruanos en la Tierra («Anunnaki»)
suman seiscientos Trescientos «Igigi» operan las instalaciones en Lahmu (Marte) Estando exiliado por la
violación de su acompañante Sud, Enlil se entera de las armas escondidas Sud se convierte en la esposa de
Enlil, le da un hijo (Nannar)
Ninmah se une a Enki en el Abzu, le da hijas
Ninki, esposa de Enki, llega con el hijo de ambos, Marduk
A medida que Enki y Enlil engendran más hijos, se forman clanes en la Tierra Acosados por las privaciones, los
Igigi lanzan un golpe contra Enlil
Ninurta derrota a su líder, Anzu, en las batallas aéreas Los Anunnaki, obligados a producir oro con más
rapidez, se amotinan
Enlil y Ninurta denuncian a los amotinados Enki sugiere la creación artificial de Trabajadores Primitivos
Enlil, Ninmah, Enki e Isimud (Representación sumena)
LA QUINTA TABLILLA
El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.
Dieron vueltas alrededor de la Luna, para ver de hacer allí una estación de paso.
Dieron vueltas alrededor de la Tierra, decelerando hacia un amerizaje. Nungal hizo descender el carro en las
aguas, junto a Eridú.
Desembarcaron en un muelle construido por Enlil; ya no hacían falta las embarcaciones.
Enlil y Enki recibieron con abrazos a su hermana; con Nungal, el piloto, estrecharon los brazos.
Los héroes, hombres y mujeres, fueron recibidos con vítores por los héroes presentes.
Todo lo que llevaba el carro se descargó con rapidez:
naves espaciales y naves celestes, y las herramientas diseñadas por Enki, y provisiones de todo tipo.
De todo lo que ocurría en Nibiru, de la muerte y el entierro de Alalu, les habló Ninmah a sus hermanos;
de la estación de paso de Lahmu y de la comandancia de Anzu les habló.
Enki expresó su visto bueno a esto, Enlil expresó palabras de desconcierto.
¡Es una decisión de Anu, su palabra es inalterable!, dijo Ninmah a Enlil.
He traído alivio para las enfermedades, dijo Ninmah a sus
hermanos.
Sacó de su bolsa un paquete de semillas, semillas para ser plantadas en la tierra;
multitud de matorrales brotarán de
las semillas, y producirán
frutos jugosos.
Con el jugo se hará un elixir, será bueno para que lo beban los héroes.
¡Esto ahuyentará las enfermedades; les pondrá contentos!
¡Hay que sembrar las semillas en un lugar fresco, necesitan calor y agua
para alimentarse!
Así habló Ninmah a sus hermanos. ¡Te voy a mostrar un sitio perfecto para ello!, le dijo Enlil. ¡Es donde se
construyó el Lugar de Aterrizaje, donde construí una morada
de madera de cedro! En la nave celeste de Enlil se remontaron en el cielo los dos, Enlil y
Ninmah; Hermano y hermana fueron hasta el Lugar de Aterrizaje, en las montañas
cubiertas de nieve, junto al bosque de cedros.
En la gran plataforma de piedra aterrizó la nave celeste, fueron a la morada de Enlil.
Una vez dentro, Enlil la abrazó, con fervor besó a Ninmah. ¡Oh, hermana mía, amada mía!, susurraba Enlil. La
tomó por el bajo vientre, no derramó el semen en su útero.
¡De nuestro hijo, Ninurta, te traigo noticias!, le dijo suavemente Ninmah. ¡Es un joven príncipe, está dispuesto
para la aventura, está preparado para
unirse a ti en la Tierra! ¡Si te quedas tú aquí, que traigan a Ninurta, nuestro hijo!, le dijo Enlil
a ella.
Los héroes iban llegando al Lugar de Aterrizaje, las naves celestes llevaban naves espaciales hasta la
plataforma. De la bolsa de Ninmah se sacaron las semillas, se sembraron en las tierras
del valle.
32
¡Un fruto de Nibiru crecería en la Tierra! . En la nave celeste, Enlil y Ninmah volvieron a Eridú.
De camino, Enlil le mostró el paisaje, le mostró el Edin en toda su extensión,
desde los cielos, Enlil le explicó sus planes. ¡He diseñado un plan imperecedero!, le decía. He dispuesto lo que
determinará su construcción para siempre; lejos de Eridú, donde comienza la tierra seca, estará mi residencia,
Laarsa será su nombre, se convertirá en un lugar de mando.
A orillas del Burannu, el Río de Aguas Profundas, estará ubicada,
una ciudad gemela de ella surgirá en el futuro, la nombraré Lagash.
Entre las dos, en las llanuras, he trazado una línea,
a sesenta leguas de allí, habrá una ciudad de sanación,
será tu propia ciudad, Shurubak, la Ciudad Refugio la nombraré.
En la línea central estará ubicada, dirigirá hacia la cuarta ciudad; Nibru-ki, Lugar del Cruce de la Tierra la
nombraré, estableceré en ella un
Enlace Cielo-Tierra.
¡Albergará las Tablillas de los Destinos, controlará todas las misiones! Junto a Eridú, sumarán cinco
ciudades, ¡existirán para toda la eternidad! En una tablilla de cristal, Enlil le mostró a Ninmah su plan; en la
tablilla, ella vio más marcas, sobre ellas le preguntó a Enlil. Más allá de las cinco ciudades, construiré en un
futuro un Lugar del Carro, ¡para que llegue directamente de Nibiru a la Tierra!, le respondió Enlil. Entonces
comprendió Ninmah por qué el desconcierto de Enlil ante los
planes de Anu sobre Lahmu.
¡Hermano mío, es magnífico tu plan para las cinco ciudades!, le dijo Ninmah.
La creación de Shurubak, una ciudad de sanación, como morada mía, para mí misma,
es algo por lo que estoy agradecida;
¡más allá de ese plan, no transgredas a tu padre, no ofendas tampoco a tu hermano!
¡Eres tan sabia como hermosa!, le dijo Enlil.
En el Abzu, Enki también estaba concibiendo planes, dónde construir su casa,
dónde preparar moradas para los héroes, por dónde entrar en las entrañas de la Tierra.
En su nave celeste, midió la extensión del Abzu, inspeccionó cuidadosamente sus regiones.
El Abzu era una tierra distante, estaba más allá de las aguas del Edin; era una tierra rica, rebosante de
riquezas, perfecta en su totalidad.
Poderosos ríos atravesaban la región, grandes aguas discurrían rápidamente; una morada junto a las aguas
corrientes hizo Enki para sí mismo,
en medio del Abzu, en un lugar de aguas puras se puso Enki a sí mismo. En esa tierra, Enki determinó el Lugar
de la Profundidad, para que los
héroes descendieran a las entrañas de la Tierra. Allí puso Enki el Agrietador de Tierra, para con él hacerle
un corte a la Tierra,
llegar por medio de túneles a las interioridades de la Tierra, descubrir las venas doradas.
Muy cerca, emplazó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura,
para partir y triturar el mineral aurífero, para transportarlo en naves celestes,
llevarlo al Lugar de Aterrizaje en las montañas de cedros,
para desde allí transportarlo a la estación de paso de Lahmu con naves
espaciales. Más héroes iban llegando a la Tierra, unos eran asignados al Edin, a otros
se les daban trabajos en el Abzu.
Enlil construyó Laarsa y Lagash, fundó Shurubak para Ninmah. Un ejército de sanadoras vivía allí con ella, las
jóvenes que dan auxilio. En Nibru-ki, Enlil estaba ensamblando un Enlace Cielo-Tierra, para
comandar todas las misiones desde allí.
Enki viajaba entre Eridú y el Abzu, iba y venía para supervisar. En Lahmu, la construcción seguía progresando;
también iban llegando los
héroes para la Estación de Paso.
Un Shar, dos Shars duraron los preparativos; entonces, Anu dio la palabra. En la Tierra, era el séptimo día, un
día de descanso decretado por Enki en
el principio. En todas partes, los héroes se reunieron para escuchar un mensaje de Anu
transmitido desde Nibiru;
En el Edin se reunieron, Enlil estaba allí al mando. Con él, estaba Ninmah; su ejército de jóvenes estaban a su
lado reunidas. Alalgar, señor de Eridú, estaba allí; Abgal, que comandaba el Lugar de
Aterrizaje, también estaba.
En el Abzu estaban reunidos los héroes, ante la mirada de Enki se encontraban;
Con Enki, estaba su visir Isimud; Nungal, el piloto, también estaba. En Lahmu, estaban reunidos los héroes;
con su orgulloso comandante, Anzu,
estaban. Seiscientos había en la Tierra, trescientos se reunían en Lahmu.
En total, fueron novecientos los que escucharon las palabras de Anu, el rey:
¡Héroes, vosotros sois los salvadores de Nibiru! ¡La suerte de todos está en vuestras manos!
Vuestros logros serán recordados por toda la eternidad, se os llamará con nombres gloriosos.
¡Los que están en la Tierra serán conocidos como Anunnaki, Los Que del Cielo a la Tierra Vinieron!
¡Los que están en Lahmu, serán nombrados Igigi, Los Que Observan y Ven serán!
33
Todo lo que hace falta está dispuesto: ¡Que empiece a llegar el oro, que se salve Nibiru!
Viene ahora el relato de Enki, Enlil y Ninmah,
de sus amores y esponsales, y de las rivalidades por sus hijos.
Los tres líderes eran descendientes de Anu, de diferentes madres nacidos.
Enki fue el Primogénito; una concubina de Anu fue su madre.
Enlil, de Antu, la esposa de Anu, nació; convirtiéndose así en el Heredero Legal.
Ninmah fue hija de otra concubina, siendo hermanastra de los dos hermanastros.
Era la Primogénita de Anu, esto quedaba indicado por su título-nombre de Ninmah.
Era sumamente hermosa, llena de sabiduría, rápida en aprender.
Ea, como se le llamaba entonces a Enki, fue elegido por Anu para que se casara con Ninmah,
por lo cual el hijo de ambos se convertiría a partir de entonces en el sucesor legal.
Ninmah estaba enamorada de Enlil, un arrojado comandante;
ella se dejó seducir por él, en su vientre derramó él su simiente, de la simiente de Enlil, ella tuvo un hijo; Ninurta
le nombraron los dos. Anu se enfureció con lo ocurrido; ¡como castigo, le prohibió a Ninmah que se casara con
nadie!
Ea abandonó a la que, por decreto de Anu, tenía que ser su novia; y se casó en su lugar con una princesa
llamada Damkina;
un hijo, un heredero, les nació; Marduk le pusieron por nombre, que significaba El Nacido en un Lugar Puro. En
cuanto a Enlil, no tenía hijo alguno por matrimonio, no tenía a su lado
una esposa.
Fue en la Tierra, no en Nibiru, donde Enlil se casó; su historia es la historia de una violación, de un exilio y de
un amor que
trajo el perdón,
y de más hijos que no fueron más que hermanastros. En la Tierra, era verano; Enlil se retiró a su morada en el
bosque de cedros. Por el bosque de cedros iba Enlil paseando cuando refrescaba el día; en un frío torrente de
montaña, estaban bañándose unas jóvenes de
Ninmah asignadas al Lugar de Aterrizaje. Enlil quedó hechizado por la belleza y la gracia de una de ellas,
Sud era su
nombre.
Enlil la invitó a su morada en el bosque de cedros: ¡Ven y bebe conmigo del elixir del fruto de Nibiru que crece
aquí!, le dijo
a ella.
Sud entró en la morada de Enlil; en una copa, le ofreció Enlil el elixir.
Sud bebió, Enlil también bebió; Enlil le habló de relaciones sexuales. No estaba dispuesta la muchacha. ¡Mi
vagina es muy pequeña, no conoce
la cópula!, le dijo a Enlil.
Enlil le habló de besos; no estaba dispuesta la muchacha: ¡Mis labios son demasiado pequeños, no conocen
los besos!, le dijo a Enlil. Enlil se echó a reír y la abrazó, él se rió y la besó; ¡Su semen derramó en su matriz!
A Ninmah, la comandante de Sud, se le informó de la inmoral acción. ¡Enlil, el inmoral! ¡Por tu acción, tendrás
que afrontar un juicio! Así le dijo
la enfurecida Ninmah.
En presencia de cincuenta Anunnaki, se reunieron los Siete Que Juzgan, los Siete Que Juzgan decretaron un
castigo para Enlil: ¡Quede desterrado Enlil de todas las ciudades, sea exiliado a una Tierra Sin
Retorno!
En una cámara celeste le hicieron abandonar el Lugar de Aterrizaje; Abgal era su piloto.
A una Tierra Sin Retorno se le llevó, ¡para no volver jamás!
Los dos viajaron en la cámara celeste, a otra tierra se dirigieron.
Allí, en medio de inhóspitas montañas, en un lugar de desolación, aterrizó
Abgal la cámara celeste.
¡Éste será tu lugar de exilio!, le dijo Abgal a Enlil.
¡No por casualidad lo he elegido!, le dijo a Enlil. Hay oculto aquí un secre
to de Enki;
en una cueva cercana, Enki ocultó siete Armas de Terror,
las sacó del carro celestial de Alalu.
¡Toma posesión de las armas, con las armas conseguirás la libertad!
Así le dijo Abgal a su comandante; ¡un secreto de Enki le reveló a Enlil!
Luego, Abgal partió del lugar secreto; Enlil quedó allí solo.
En el Edin, Sud le habló a Ninmah, su comandante:
¡De la simiente de Enlil estoy embarazada, he concebido en mi matriz a un hijo de Enlil!
Ninmah le transmitió a Enki las palabras de Sud; ¡él era el Señor de la Tierra, en la Tierra era supremo!
Convocaron a Sud ante los Siete Que Juzgan: ¿Tomarás a Enlil como esposo?, le preguntaron.
Ella pronunció palabras de consentimiento; Abgal le transmitió las palabras a Enlil en su exilio.
Enlil volvió de su exilio para casarse con Sud; de este modo, Enki y Ninmah le dieron el perdón.
Sud fue declarada esposa oficial de Enlil; se le concedió el título-nombre de Ninlil, Dama del Mandato.
34
Después de ello, un hijo les nació a Ninlil y Enlil; Nannar, el Brillante, le llamó Ninlil.
¡Fue el primero de los Anunnaki en ser concebido en la Tierra,
uno de la simiente real de Nibiru nacido en un planeta extraño!
Fue después de esto que Enki le habló a Ninmah: ¡Ven conmigo al Abzu!
En medio del Abzu, en un lugar de aguas puras, he construido una morada.
Con un metal brillante, plata es su nombre, la he embellecido,
con una piedra de un azul profundo, lapislázuli, está adornada;
¡ven, Ninmah, ven conmigo, abandona tu adoración por Enlil!
Al Abzu, a la morada de Enki, viajó Ninmah;
allí, Enki le habló palabras de amor,
de estar hechos el uno para el otro, dulces palabras le susurró.
¡Sigues siendo mi amada!, le dijo acariciándola.
La abrazó, la besó; ella hizo que su falo rebosara.
Enki derramó su semen en la matriz de Ninmah. ¡Dame un hijo! ¡Dame un
hijo!, gritaba.
Ella acogió el semen en su matriz, el semen de Enki la fecundó. Un día de Nibiru era un mes de la Tierra para
ella, dos días, tres días, cuatro días de Nibiru, eran como meses de la Tierra, cinco, seis, siete y ocho días de
meses se completaron; la cuenta novena de la maternidad se culminó; Ninmah estaba de parto. Dio a luz a una
niña; la recién nacida era hembra; ¡a orillas del río, en el Abzu, nació una hija de Enki y Ninmah! Enki estaba
decepcionado con la niña. ¡Besa a la pequeña!, le decía Ninmah. ¡Besa a la pequeña!, le dijo Enki a su visir
Isimud: ¡Yo deseaba un hijo, he
de tener un hijo de mi hermanastra! De nuevo besó a Ninmah, por el vientre la tomó, su semen derramó en su
matriz.
De nuevo dio a luz ella, de nuevo una hija le dio a Enki. ¡Un hijo ,un hijo he de tener un hijo contigo!, le gritaba
Enki a Ninmah.
Después de lo cual, Ninmah pronunció una maldición sobre Enki, que todo alimento que coma sea veneno en
sus entrañas; que le duela la
mandíbula, que le duelan los dientes, que le duelan las costillas. Isimud convocó a los Anunnaki, a Ninmah le
rogaban alivio. Distanciarse de la vulva de Ninmah juró Enki con el brazo en alto; uno a uno, los achaques le
quitó, Enki se liberó de la maldición de ella. Ninmah volvió al Edin, para no casarse nunca; ¡la orden de Anu se
cumplió! Enki trajo a la Tierra a su esposa Damkina y a su hijo Marduk; Ninki, Dama de la Tierra, se le concedió
a ella por título. Enki tuvo cinco hijos más, de ella y de concubinas, éstos fueron sus nombres: Nergal y Gibil,
Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi el más joven. Enlil y Ninmah trajeron a la Tierra a su hijo Ninurta, con su
esposa Ninlil, tuvo Enlil un hijo más, un hermano de Nannar; Ishkur fue su nombre.
Tres hijos en total tuvo Enlil, ninguno nacido de concubinas,
Dos clanes se establecieron así en la Tierra; sus rivalidades llevaron a las
guerras.
Viene ahora el relato del motín de los Igigi,
y de cómo se le dio muerte a Anzu, en castigo por robar las Tablillas de los Destinos.
Desde el Abzu, se llevaba el oro de las venas de la Tierra hasta el Lugar de Aterrizaje,
de allí, los Igigi lo transportaban en naves espaciales hasta la estación de paso en Lahmu.
Desde el planeta Lahmu, el metal precioso se llevaba a Nibiru en carros celestiales;
en Nibiru, el oro se convertía en el más fino polvo, se empleaba para proteger la atmófera.
¡Lentamente se curó la brecha en los cielos, lentamente se salvó Nibiru! En el Edin, las cinco ciudades se
perfeccionaron.
Enki se hizo una morada deslumbrante en Eridú, desde la tierra la elevó hacia el cielo,
como una montaña la elevó por encima del suelo, en un buen lugar la construyó.
Su esposa Damkina moraba en ella; y allí le enseñó Enki la sabiduría a su
hijo Marduk.
Enlil estableció en Nibru-ki el Enlace Cielo-Tierra, era digno de ver.
En su centro, un alto pilar el mismo cielo alcanzaba,
se puso sobre una plataforma que no se podía derrumbar;
con esto, las palabras de Enki llegaban a todos los asentamientos, en
Lahmu y en Nibiru se podían escuchar. Desde allí se elevaron rayos, podían buscar en el corazón de todas
las tierras;
sus ojos podían explorar todas las tierras, su red hacía imposible una aproximación no deseada.
En su elevada casa, una cámara como una corona era el centro, miraba con
atención los cielos distantes;
miraba fijamente hacia el horizonte, perfeccionó el cénit celestial.
En su santificada cámara oscura, con doce emblemas estaba marcada la
familia del Sol,
en los ME estaban registradas las fórmulas secretas del Sol y la Luna,
Nibiru y la Tierra, y los ocho dioses celestiales.
Las Tablillas de los Destinos emitían sus tonos de colores en la cámara,
35
con ellas, Enlil supervisaba todas las idas y venidas.
En la Tierra, los Anunnaki trabajaban sin descanso, se quejaban del trabajo
y del sustento. Estaban trastornados por los rápidos ciclos de la Tierra, y del elixir sólo se
les daban pequeñas raciones. En el Edin, los Anunnaki trabajaban sin descanso; en el Abzu, el trabajo
era aún más extenuante. Por equipos, se enviaban Anunnaki de vuelta a Nibiru; por equipos, otros
nuevos llegaban.
Los Igigi, que moraban en Lahmu, eran los que más ruidosamente se quejaban:
demandaban un lugar de descanso en la Tierra, para cuando bajaban de
Lahmu a la Tierra.
Enlil y Enki intercambiaron palabras con Anu, al rey consultaron: ¡Dejad que el líder vaya a la Tierra, discutidlo
con Anzu! Así les dijo Anu. Anzu descendió de los cielos a la Tierra, entregó los términos de las quejas a Enlil y
Enki.
¡Deja que Anzu conozca el mecanismo!, le dijo Enki a Enlil.
¡Yo le mostraré el Abzu, revélale tú el Enlace Cielo-Tierra!
Enlil consintió con las palabras de Enki.
Enki le mostró el Abzu a Anzu, el agotador trabajo en las minas le mostró;
Enlil invitó a Anzu a Nibru-ki, en la sagrada cámara oscura le dejó entrar;
En lo más profundo del santuario, le explicó a Anzu las Tablillas de los Destinos.
Le mostró a Anzu lo que los Anunnaki estaban haciendo en las cinco ciudades;
prometió alivio a los Igigi que llegaban al Lugar de Aterrizaje.
Volvió después a Nibru-ki para discutir las quejas de los Igigi.
Anzu era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia;
malvados pensamientos llenaron su corazón cuando volvió al Enlace Cielo-Tierra.
Estaba planeando llevarse las Tablillas de los Destinos;
en su corazón, estaba planeando tomar el control de los decretos del cielo y la Tierra.
¡Concibió en su corazón arrebatar.la Enlildad, su objetivo era gobernar a Igigi y a Anunnaki!
Sin albergar sospechas, Enlil dejó a Anzu que se instalara en la entrada del santuario;
sin albergar sospechas, Enlil dejó el santuario, se fue a darse un baño refrescante.
Con malvadas intenciones, Anzu se apoderó de las Tablillas de los Destinos;
huyó en una cámara celeste, se fue rápidamente a la montaña de las cámaras celestes;
allí, en el Lugar de Aterrizaje, le estaban esperando Igigi rebeldes, ¡se estaban preparando para declarar a
Anzu rey de la Tierra y de Lahmu!
En el santuario de Nibru-ki, el resplandor se desvaneció, el zumbido se acalló,
el silencio prevalecía en el lugar, las fórmulas sagradas habían quedado suspendidas.
En Nibru-ki, Enlil se quedó sin palabras; estaba abrumado por la traición. Palabras furiosas profirió contra Enki,
dudó de la ascendencia de Anzu.
Se reunieron los líderes en Nibru-ki, los Anunnaki que decretan los hados consultaron con Anu.
¡Hay que detener a Anzu, las Tablillas deben volver al santuario!, decretó Anu.
¿Quién se enfrentará al rebelde? ¿Quién recuperará las Tablillas?, se preguntaban entre sí los líderes.
¡Estando en posesión de las Tablillas de los Destinos, Anzu es invencible!, se decían uno a otro.
Ninurta, animado por su madre, se adelantó entre los reunidos: ¡Seré el guerrero de Enlil, venceré a Anzu! Así
habló Ninurta. Ninurta se dirigió hacia la ladera de la montaña, se comprometió a vencer al fugitivo Anzu.
Anzu se mofaba de Ninurta desde su escondrijo: ¡Las Tablillas son mi protección, soy invencible! Dardos
relampagueantes le dirigió Ninurta a Anzu; las flechas no pudieron
acercarse a Anzu, volvieron hacia atrás.
¡La batalla se detuvo, las armas de Ninurta no vencerían a Anzu! Entonces, Enki le dio un consejo a Ninurta:
¡Levanta una tormenta con tu
Torbellino, que el rostro de Anzu se cubra de polvo, que las alas de su pájaro celeste
se encrespen!
Enlil forjó una poderosa arma para su hijo, era un proyectil Tillu;
¡sujétalo a tu Arma-Tormentosa, cuando se acerquen ala con ala, dispáraselo a Anzu!
Así instruyó Enlil a su hijo Ninurta.
¡Cuando se acerquen ala con ala entre sí, deja que el proyectil vuele como un rayo!
De nuevo se remontó en el cielo Ninurta con su Torbellino; Anzu se elevó con su pájaro celeste para hacerle
frente.
¡Ala con ala!, gritó Anzu enfurecido. ¡Esta batalla será tu destrucción!
Ninurta siguió el consejo de Enki; con su Torbellino creó una tormenta de
polvo. El polvo cubrió el rostro de Anzu, quedaron al descubierto los piñones de
su pájaro celeste;
en medio de ellos, dejó ir Ninurta el proyectil, los piñones de Anzu se vieron sumidos en un resplandor de
fuego.
Sus alas comenzaron a aletear como mariposas; Anzu cayó hasta el suelo.
La Tierra se sacudió, los cielos se oscurecieron;
Ninurta hizo cautivo al caído Anzu, de él recuperó las Tablillas.
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Los Igigi estaban observando desde la cima de la montaña;
cuando Ninurta llegó al Lugar de Aterrizaje, temblaron y le besaron los pies.
Ninurta liberó al cautivo Abgal y a los Anunnaki, anunció su victoria a Anu y a Enlil.
Después, volvió a Nibru-ki, y las Tablillas se reinstalaron en la cámara más
profunda. De nuevo volvió el resplandor allí dentro, se restableció el zumbido de los
ME en las Tablillas.
Anzu fue sometido a juicio ante los Siete Que Juzgan;
Enlil y Ninlil, su esposa, Enki y su esposa Ninki, a la que anteriormente se conocía como Damkina,
y los hijos Nannar y Marduk estaban allí, Ninmah también estaba en el juicio.
Ninurta habló de los malvados actos: ¡No hay justificación, que la muerte sea su pena!, dijo.
¡Los Igigi se quejaban con razón, necesitan un lugar de descanso en la Tierra!, argüyó Marduk en contra.
¡Por su malvada acción, Anzu puso en peligro a todos los Anunnaki y a los Igigi!, dijo Enlil.
Enki y Ninmah dieron la razón a Enlil; ¡el mal debe ser extinguido!, dijeron. Los siete sentenciaron a Anzu a
muerte por ejecución;
con un rayo mortal fue extinguido el aliento vital de Anzu. ¡Dejadle su cuerpo a los buitres!, dijo Ninurta.
¡Dejad que sea enterrado en Lahmu, que se le ponga en una cueva junto a Alalu para su descanso!, dijo Enki.
¡De la misma simiente ancestral eran ambos!
¡Que Marduk lleve su cuerpo a Lahmu, que Marduk se quede allí como
comandante!
Eso sugirió Enki a los jueces. ¡Así sea!, dijo Enlil.
Viene ahora el relato de cómo se fundó Bad-Tibira, la Ciudad del Metal,
y de cómo, en el cuadragésimo Shar, los Anunnaki se amotinaron en el Abzu.
Anzu fue juzgado y ejecutado en el vigésimoquinto Shar,
esto sojuzgó el malestar de los Igigi, aunque siguió hirviendo lentamente.
Marduk fue enviado a Lahmu para levantar los espíritus de los Igigi, para prestar atención a su bienestar.
En la Tierra, Enlil y Enki discutieron cambios, estuvieron reflexionando sobre cómo evitar el malestar en la
Tierra.
Las estancias en la Tierra son demasiado prolongadas, se decían uno a otro.
Pidieron consejo a Ninmah; quedaron alarmados por el cambio de semblante en ella. ¡El oro debe fluir con más
rapidez a Nibiru, hay que proveer de salvación
con más rapidez!, coincidieron todos. Ninurta era un experto en las interioridades de los planetas; dijo
palabras
sabias a sus mayores: Que se establezca una Ciudad del Metal, para que allí se funda y se refine
el mineral aurífero,
allí se podrán disponer cargamentos menos pesados desde la Tierra. Cada nave espacial podrá llevar más oro,
y quedará espacio para que los
Anunnaki regresen a Nibiru, ¡que los agotados regresen a Nibiru, que otros frescos los sustituyan en la
Tierra! Enlil, Enki y Ninmah consideraron favorablemente la sugerencia de Ninurta,
se le consultó a Anu y dio su aprobación.
¡En el Edin, se planificó una Ciudad del Metal, en esa ubicación insistió
Enlil! Se construyó con materiales de Nibiru, se equipó con herramientas de
Nibiru.
Tres Shars llevó su construcción, se le dio por nombre Bad-Tibira. Ninurta, que hizo la sugerencia, fue su
primer comandante. De esta forma, el flujo de oro a Nibiru se hizo más fácil y rápido, aquellos que habían
venido a la Tierra y a Lahmu al principio de los
Tiempos Previos
volvieron a Nibiru; Alalgar, Abgal y Nungal estaban entre ellos. Los recién llegados que los sustituyeron eran
más jóvenes y entusiastas; no estaban acostumbrados a los ciclos de la Tierra y de Lahmu ni a otros
rigores. En Nibiru, de donde habían venido, la brecha en la atmósfera se estaba
curando; los más jóvenes no habían conocido las grandes calamidades que habían
tenido lugar en el planeta y en sus cielos. ¡De su misión dorada albergaban especialmente el anhelo de
emociones y
aventuras! Tal como había concebido Ninurta, los minerales se traían desde el Abzu,
en Bad-Tibira se fundían y se refmaban, con naves espaciales se enviaban a Lahmu;
el oro puro se llevaba de Lahmu a Tibiru en carros celestiales. Tal como había concebido Ninurta, el oro fluía
desde el Abzu hasta Nibiru; ¡lo que no había concebido era el malestar de los Anunnaki recién llegados que
trabajaban sin descanso en el Abzu!
La verdad sea dicha, Enki no tuvo en cuenta lo que se estaba fraguando, ponía su atención en otros asuntos
del Abzu. Había llegado a fascinarse con lo que crece y vive en el Abzu; deseaba aprender de las diferencias
entre lo que había aparecido en la Tierra y lo que había aparecido en Nibiru,
quería descubrir cómo se causaban las enfermedades por la atmósfera y los ciclos de la Tierra.
En el Abzu, junto a las chorreantes aguas, erigió un magnífico lugar de estudio,
lo dotó con todo tipo de herramientas y de equipos.
Llamó al lugar Casa de la Vida, a ella invitó a su hijo Ningishzidda.
37
Configuraron fórmulas sagradas, diminutos ME, la posesión de los secretos de la vida y la muerte,
buscaban desentrañar los misterios de la vida y la muerte de las criaturas de la Tierra.
Enki estaba especialmente enamorado de algunas criaturas vivas;
éstas vivían entre los árboles altos, utilizaban sus patas delanteras como manos.
En las altas hierbas de las estepas se veían extrañas criaturas; parecían caminar erectas.
Enki estaba absorbido con estos estudios; pero no se daba cuenta de lo que
se estaba fraguando entre los Anunnaki. El primero en darse cuenta del problema fue Ninurta: en Bad-Tibira
había
observado una disminución en mineral de oro.
Enlil envió a Ninurta al Abzu para averiguar lo que estaba sucediendo.
Ennugi, el oficial jefe, lo acompañó en las excavaciones,
con sus propios oídos escuchó las quejas de los Anunnaki;
murmuraban y se lamentaban, refunfuñaban en las excavaciones; ¡El trabajo es insoportable!, le dijeron a
Ninurta.
Ninurta dio cuenta de esto a su tío Enki. ¡Convoquemos a Enlil!, dijo Enki. Enlil llegó al Abzu, se instaló en una
casa cercana a las excavaciones. ¡Vamos a enervar a Enlil en su morada!, gritaron los héroes que trabajaban
en las minas.
¡Que nos libere del duro trabajo!
¡Proclamemos la guerra, nos liberaremos a través de las hostilidades!, gritaban otros.
Los Anunnaki de las excavaciones prestaron oídos a las palabras de instigación,
prendieron fuego a sus herramientas, quemaron sus hachas. Se enfrentaron a Ennugi, oficial jefe de las minas,
lo apresaron en los
túneles; lo llevaron con ellos, se abrieron paso hasta la puerta de la morada de Enlil.
Era de noche, en mitad de la vigilia;
rodearon la morada de Enlil, sostenían en alto sus herramientas a modo de
antorchas.
Kalkal, el guardián de la entrada, atrancó la puerta y despertó a Nusku; Nusku, el visir de Enlil, despertó a su
señor, lo sacó de la cama, diciéndole
así: ¡Mi señor, la casa está rodeada, hasta la puerta han llegado los hostiles
Anunnaki!
Enlil convocó a Enki, Enlil convocó a Ninurta a su presencia: ¡Qué es lo que están viendo mis ojos! ¿Es contra
mí contra quien se está
haciendo esto?
Así les dijo Enlil: ¿Quién es el instigador de las hostilidades? Los Anunnaki se mantuvieron unidos: ¡Cada uno
de nosotros ha declarado las hostilidades!
¡El trabajo es excesivo, nuestro trabajo es duro, grande es nuestra aflicción! Así le dijeron a Enlil. Enlil le
transmitió a Anu palabras de lo que estaba sucediendo. ¿De qué se
acusa a Enlil?, inquirió Anu.
¡El trabajo, no Enlil, es la causa del problema!, le dijo Enki a Anu. ¡Graves son los lamentos, todos los días
podemos escuchar las quejas! ¡Hay que obtener oro!, dijo Anu. ¡El trabajo debe continuar! ¡Liberad a Ennugi
para consultas!, dijo Enki a los hostiles Anunnaki.
Ennugi fue liberado; a los líderes les dijo:
¡Desde que ha aumentado el calor en la Tierra, el trabajo es insoportable, inaguantable!
¡Que los rebeldes vuelvan a Nibiru, y que otros nuevos vengan en su lugar!, dijo Ninurta.
¿No podrías forjar nuevas herramientas?, dijo Enlil a Enki. ¿Para que los héroes Anunnaki evitaran los túneles?
¡Llamemos a mi hijo Ningishzidda, deseo que me asesore él!, respondió Enki.
Convocaron a Ningishzidda, vino desde la Casa de la Vida; Enki se apartó con él, intercambiaron palabras
entre ellos. ¡Es posible una solución!, dijo Enki.
¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro,
que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!
Asombrados quedaron los líderes asediados, ciertamente se quedaron sin palabras.
¿Quién había oído hablar antes de un ser creado de nuevo, un trabajador que pudiera hacer el trabajo de los
Anunnaki?
Llamaron a Ninmah, que en curación y ayuda era experta.
Le repitieron las palabras de Enki: ¿Acaso hay alguien que haya oído hablar de eso?, le preguntaron.
¡No se había oído hablar de algo así!, le dijo ella a Enki. Todos los seres descienden de una simiente,
¡Cada ser se desarrolló a lo largo de eones a partir de otro, ninguno vino nunca de la nada!
¡Cuánta razón tienes, hermana!, dijo Enki sonriendo.
Dejadme que os revele un secreto del Abzu:
¡El ser que necesitamos existe ya!
Todo lo que tenemos que hacer es ponerle la señal de nuestra esencia,
¡así se creará un Lulu, un Trabajador Primitivo! Así les dijo Enki.
Tomemos pues una decisión, dadle la bendición a mi plan:
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!
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Sinopsis de la Sexta Tablilla
Enki revela un secreto a los incrédulos líderes: en el Abzu deambula un ser salvaje similar a los Anunnaki;
acrecentando su esencia vital con la de los Anunnaki, se le podrá elevar hasta convertirle en un Trabajador
Primitivo inteligente.
La creación pertenece al Padre de Todo Principio, gritó Enlil
Sólo le daremos nuestra imagen a un ser ya existente, arguyó Ninmah
Necesitando urgentemente el oro para sobrevivir, los líderes votan Sí
Enki, Ninmah y Ningishzidda, el hijo de Enki, comienzan los experimentos
Tras muchos fracasos, se consigue el modelo-perfecto Adamu
Ninmah grita triunfante: ¡Mis manos lo han hecho!
Se la renombra Ninti («Dama de la Vida») por su logro
Ninki, la esposa de Enki, ayuda a crear a Ti-Amat, una hembra Terrestre
Los terrestres, siendo híbridos, se emparejan pero no procrean
Ningishzidda añade dos ramas de esencia al Árbol de la Vida de los Terrestres
Al descubrir los acontecimientos no aprobados, Enlil expulsa a los Terrestres
La doble hélice del ADN, emblema de Ninghishzidda
LA SEXTA TABLILLA
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!
Así dijo Enki a los líderes.
¡El ser que necesitamos existe ya!
Así les reveló Enki un secreto del Abzu.
Asombrados escucharon los demás las palabras de Enki; se quedaron fascinados con sus palabras.
Existen criaturas en el Abzu, dijo Enki, que caminan erectas, sobre dos piernas,
las patas delanteras las utilizan como brazos, de manos están dotados. Viven entre los animales de las
estepas. No saben vestirse, comen plantas con la boca, beben agua de los lagos y de las zanjas. Tienen todo
el cuerpo peludo, el pelo de la cabeza es como el de un león; ¡retozan con las gacelas, disfrutan con las
criaturas prolífícas en las aguas! Los líderes escucharon las palabras de Enki con sorpresa.
¡En el Edin no se había visto ninguna criatura como esa!, dijo Enlil sin podérselo creer.
¡Hace eones, en Nibiru, nuestros predecesores quizá fueron así!, dijo Ninmah.
¡Es un ser, no una criatura!, dijo Ninmah. ¡Debe ser emocionante contemplarlo!
Enki les llevó a la Casa de la Vida; en fuertes jaulas había
unos de estos seres.
Al ver a Enki y a los demás, se pusieron a saltar, golpeaban con los puños en las barras de la jaula.
Gruñían y resoplaban; no decían
palabras.
¡Son macho y hembra!, dijo Enki; tienen masculinidad y femineidad,
procrean como nosotros, los venidos de Nibiru.
Ningishzidda, mi hijo, ha comprobado su Esencia de Elaboración;
es similar a la nuestra, como dos serpientes entrelazadas;
nuestra esencia vital se combinará con la de ellos, nuestra señal se pondrá
sobre ellos,
¡se creará un Trabajador Primitivo! Comprenderá nuestras órdenes, manejará nuestras herramientas, llevará a
cabo los trabajos duros en las
excavaciones;
¡dará alivio a los Anunnaki en el Abzu!
Así hablaba Enki, con entusiasmo, sus palabras sonaban excitadas. Enlil vacilaba ante las palabras: ¡Es un
asunto de gran importancia! ¡Hace mucho que se abolió la esclavitud en nuestro planeta, los esclavos
son las herramientas, no otros seres!
Quieres traer a la existencia a una nueva criatura, no existente previamente;
¡la creación sólo está en manos del Padre de Todo Principio! Así dijo Enlil, oponiéndose; sus palabras eran
severas. Enki le respondió a su hermano: ¡No esclavos, sino ayudantes es mi plan! ¡El ser ya existe!, dijo
Ninmah. ¡El plan consiste en darle más capacidad! ¡No se trata de hacer una nueva criatura, sino de hacer más
a nuestra imagen una ya existente!, dijo Enki persuasivamente.
¡Con pocos cambios se puede conseguir, sólo se necesita una gota de nuestra esencia!
¡Es éste un asunto grave, y no es de mi agrado!, dijo Enlil. Va en contra de las reglas del viaje de planeta en
planeta, se prohibió por las reglas de la venida a la Tierra. ¡Nuestro objetivo era obtener oro, no era reemplazar
al Padre de Todo
Principio!
Después de hablar así Enlil, Ninmah fue la que le respondió: ¡Hermano mío!, le dijo Ninmah a Enlil,
el Padre de Todo Principio nos ha dotado de sabiduría y entendimiento, ¿para qué propósito se nos
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perfeccionó de este modo, si no es para hacer el máximo uso de ello?
El Creador de Todo llenó nuestra esencia vital de sabiduría y entendimiento,
para que fuéramos capaces de hacer cualquier uso de ello, ¿no es eso para
lo que hemos sido destinados? Así fueron las palabras que Ninmah le dirigió a su hermano Enlil.
¡Con eso que se nos concedió en nuestra esencia, hemos perfeccionado herramientas y carros,
hemos hecho añicos las montañas con las armas de terror, y los cielos hemos curado con oro!
Así le dijo Ninurta a su madre.
¡Con la sabiduría no vamos crear nuevos seres, sino a forjar nuevas herramientas,
vamos a aliviar el trabajo con nuevos equipos, no con esclavos!
¡Allá donde nuestro entendimiento nos lleve, a eso hemos sido destinados!
Así dijo Ningishzidda, estaba de acuerdo con Enki y con Ninmah.
¡No podemos impedir que se usen los conocimientos que poseemos!, dijo
Ningishzidda.
¡Ciertamente, el Destino no puede ser alterado, desde el Principio hasta el
Final ha sido determinado!
Les dijo Enlil a ellos. ¿Es Destino, o es Hado,
lo que nos ha traído a este planeta, a sacar oro de las aguas,
a poner a trabajar en las excavaciones a los héroes Anunnaki, a estar
neando la creación de un Trabajador Primitivo?
¡Ésa, parientes míos, es la cuestión! Así, con gravedad, dijo Enlil.
¿Es Destino, es Hado? Eso es lo que hay que decidir,
¿Está ordenado desde el Principio, o es algo por lo que debemos decidirnos?
Decidieron exponer el asunto ante Anu; Anu presentó el asunto ante el consejo.
Se consultó a los ancianos, a los sabios, a los comandantes.
Las discusiones fueron largas y amargas, se dijeron palabras de Vida y Muerte, de Hado y Destino.
¿Hay alguna otra forma de obtener oro? ¡La supervivencia está en peligro! ¡Si hay que obtener oro, que se
elabore al ser!, decidió el consejo.
¡Que Anu deje a un lado las reglas de los viajes planetarios, que se salve Nibiru!
La decisión se transmitió desde el palacio de Anu hasta la Tierra; a Enki
encantó. ¡Que Ninmah sea mi ayudante, tiene conocimientos de estos asuntos!
Así dijo Enki. Miraba a Ninmah con anhelo.
¡Así sea!, dijo Ninmah. ¡Así sea!, dijo Enlil.
A través de Ennugi se anunció la decisión a los Anunnaki en el Abzu: ¡Hasta que se consiga el ser, tenéis que
volver voluntariamente al trabajo!,
dijo.
Hubo decepción; no hubo rebelión; los Anunnaki volvieron al trabajo. En la Casa de la Vida, en el Abzu, Enki le
explicó a Ninmah cómo elaborar el ser.
Llevó a Ninmah a un lugar entre los árboles, era un lugar de jaulas. En las jaulas había extrañas criaturas, algo
que nadie había visto en libertad:
tenían la parte superior de una especie, la parte inferior de otra criatura; ¡Enki le mostró a Ninmah criaturas de
dos especies combinadas por sus
esencias!
Volvieron a la Casa de la Vida, la llevaron a un lugar limpio con un brillante resplandor.
En el lugar limpio, Ningishzidda le explicó a Ninmah los secretos de la
esencia vital,
cómo se puede combinar la esencia de dos especies, él a ella le mostró. ¡Las criaturas de las tres jaulas son
muy extrañas, son monstruosas!, dijo
Ninmah.
¡Sí, lo son!, respondió Enki. ¡Lograr la perfección, para eso se te necesita! ¿Cómo combinar las esencias,
cuánto de ellas, cuánto de eso reunir, en qué útero comenzar la concepción, en qué útero deberá dar a luz?
Para eso se necesitan tus conocimientos de ayuda y curación; ¡se necesitan los conocimientos de alguien que
haya dado a luz, de alguien
que sea madre! En el rostro de Ninmah había una sonrisa; recordaba bien las dos hijas que
había tenido con Enki.
Ninmah supervisó con Ningishzidda las fórmulas sagradas que se guardaban secretamente en los ME,
le preguntaba cómo se había hecho esto y aquello.
Examinó a las criaturas de las tres jaulas, contempló a las criaturas bípedas.
Las esencias se transmiten por inseminación de un macho a una hembra,
las dos hebras entrelazadas se separan y combinan para forjar una descendencia.
¡Que un varón Anunnaki fecunde a una hembra bípeda, que nazca una descendencia de combinación! Así dijo
Ninmah.
¡Eso hemos intentado, pero ha habido fallos!, le respondió Enki.
¡No hubo concepción, no hubo parto!
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